«La obra de Roque Dalton se mantiene muy vigente y puede leerse desde diversas aristas en el contexto actual que se vive en el país. El complejo mesiánico, esta vuelta a una suerte de providencialismo, la matonería política, la consolidación del poder mediante la vulneración de la separación de los tres poderes del Estado son ingredientes de una receta que nuestro país conoce de sobra»
Juana M. Ramos | Poeta salvadoreña y profesora de español y literatura en el York College (CUNY)
La coyuntura actual que atraviesa El Salvador no resulta, en lo más mínimo, ajena a la historia que nuestro país ha vivido desde su formación como República. Basta otear un poco a nuestro alrededor para encontrarnos con masacres, levantamientos, duras lecciones aprendidas (o no) en los años de la conflagración, esperanzas y desengaños en los años posteriores a esta y, en la actualidad, la amenaza que hace tambalear a una incipiente democracia cuyo precio fue el de más de 70 mil vidas perdidas. Al parecer, recordar nuestra historia reciente resulta un tanto incómodo, y se pretende, desde los modelos neoliberales y las postverdades que se disparan desde los dispositivos celulares, hacer borrón y cuenta nueva para dar paso a una suerte de figuras mesiánicas en cuyas manos el pueblo ha depositado su destino. Parecería, así, que la historia tiene una manera muy peculiar de morderse la cola, de repetirse(nos) y hacernos saber que, al contrario de «Funes el memorioso», a nosotros nos falla la memoria: la memoria histórica.
Y es precisamente en este punto en el que la vida y la obra de Roque Dalton me asisten, por su vigencia, y me recuerdan que si hay algo muy claro en ambas es el llamado a pensarnos de forma diacrónica y no en una mera fotografía del momento. Sin temor a caer en anacronismos, pero sí con la intención de establecer paralelos con la poética daltoniana, quiero recurrir a las palabras de Nayda Acevedo Medrano quien, en un análisis sobre la coyuntura política actual, nos invita a pensar de forma crítica aquello que entendemos por «poder». De esta forma, Acevedo Medrano habla sobre una «colonialidad del poder», esto es, en sus palabras, «la potestad de interpretar lo que otras personas quieren» o necesitan, pero siempre desde intereses muy particulares. Dicha forma del poder ha permeado nuestro imaginario colectivo de manera que ni siquiera se cuestiona. A la luz de este concepto, podríamos decir que ya Dalton nos advierte de esta «colonialidad del poder», en el poema «La cruz» (Los testimonios). En él, el yo poético cuestiona la empresa americana y apuesta por un pensamiento «descolonizador» que nos permita vernos como sujetos culturales y espirituales capaces de dirigir nuestros destinos, y no como tabulas rasas: «Pero tenían que llegar hasta el altar de piedra / pisar el rostro de la fe que juramos…». Esta espiritualidad ancestral será suplantada por un dios ajeno: «¿De quién es ese extraño Dios? / ¿Ese que véndennos / rigurosamente medido?», que a través de los siglos llegará a enraizarse en nuestras subjetividades, y que, como sujetos colonizados, no nos permitirá cuestionar esa verticalidad desde la que se imparte el poder, ni las acciones reprobables de líderes que se presentan como depositarios del destino de la nación y que entretejen un discurso en el que se traslapan religión y política, como sucede en la actualidad. Esta suerte de mesianismo del que se revisten los líderes políticos hace que aquellos que les han encomendado su destino no pongan en tela de juicio su accionar: «Esta es la religión que fue señalada por Marx / como ‘opio de los pueblos’ / ya que en esa forma es una droga más para tupir la cabeza de los hombres…» («Dos religiones», Poemas clandestinos). No es, pues, casualidad, que sea este el panorama de nuestro acontecer político.
A esa religiosidad que ha moldeado el pensamiento colonizado de todo un pueblo y de la que, entre otras, se sostiene esa «colonialidad del poder», se suma la falta de memoria histórica, esa que la poética daltoniana también se preocupó por visibilizar. Como se dijo antes, la obra de Dalton nos obliga a entender nuestros procesos identitarios de forma diacrónica, es decir, a entendernos como sujetos del devenir histórico. De esta forma, la poesía le servirá a Dalton como una suerte de documento histórico, por lo que 1833 y 1932, fechas claves en la historia de nuestro país, hallarán cabida en su poética. En «Todos» (Las historias prohibidas del Pulgarcito) nos recuerda que «Todos nacimos medio muertos en 1932», esto es, somos el resultado de un etnocidio que acabó con mitad de nuestra identidad cultural (entre otras cosas). Asimismo, Dalton nos hace ver que, además de ser un pueblo silenciado, somos un pueblo sin memoria, como puede verse en el texto «1932 en 1972» (Las historias prohibidas del Pulgarcito). El epígrafe es revelador, «Homenaje a la mala memoria», las cursivas pertenecen al texto original y proponen, por supuesto, una doble lectura: la «memoria» en tanto hechos acaecidos y la «memoria» en tanto capacidad de recordar. No hay memoria histórica y si acaso hay registro de los hechos del 32, aparecen de forma tergiversada y/o desde el lente de la versión oficialista:
«-¿Qué sucesos del año 32?
-En el año 32 el Gobierno del General Martínez llevó a cabo una violenta represión contra los trabajadores salvadoreños, especialmente contra los campesinos, en el cual murieron…
-¿Que no fue la matazón que hicieron los comunistas?»…
Así, Dalton nos advierte que es de suma importancia conocer nuestra historia para un pleno cuestionamiento del poder, para despertar de esa «goma histórica» y erosionar el discurso oficialista y el sistema que se mantiene intacto y en el que sólo vemos, en cada ejercicio electoral, un cambio de actores. La falta de memoria histórica nos conduce, inevitablemente, a la reescritura de nuestra historia con el abecedario de la postverdad que encuentra cabida y alas en ese discurso populista, pueril, e incendiario que se instala, poco a poco, en el imaginario nacional.
La obra de Roque Dalton se mantiene muy vigente y puede leerse desde diversas aristas en el contexto actual que se vive en el país. El complejo mesiánico, esta vuelta a una suerte de providencialismo, la matonería política, la consolidación del poder mediante la vulneración de la separación de los tres poderes del Estado son ingredientes de una receta que nuestro país conoce de sobra.
Dalton, Roque. No pronuncies mi nombre. Poesía completa II. Rafael Lara Martínez, compilador. DPI, 2008.
—. No pronuncies mi nombre. Poesía completa III. Rafael Lara Martínez, compilador. DPI, 2008.
Informa TVX (3 de mayo de 2021). Encuentro TVX: Consultora en políticas públicas, Nayda Medrano, hablará sobre la coyuntura política nacional. https://m.facebook.com/InformaTVX23/videos/524899875555492/
I Mi querida amiga.
Más claro ya no se puede.Dios nos ayude a despertar ,a tener memoria y a tener criterios!! Aún hay mucha gente dormida …gracias por tus letras que son de movimiento, que son de verdad.
Mesianismos hemos tenido de todos los colores, y los otros ni son poderes ni han estado separados nunca, por eso Dalton se lo tomaba todo en clave de humor…