El poeta que nunca bajó la guardia

Alfonso Fajardo escribe sobre Kijadurías

Alfonso Fajardo nos invita a reflexionar sobre los libros de poesía de Alfonso Kijadurías y cómo estos, según su versión, siempre han mantenido una alta calidad literaria


Alfonso Fajardo | Abogado y poeta | @AlfonsoFajardoC

En términos deportivos, sobre todo en la esgrima y en el boxeo, bajar la guardia significa no estar atento a la defensa, pudiendo recibir un ataque del contrincante en cualquier momento. He escogido esta frase para hacer una analogía a un fenómeno literario de un poeta salvadoreño: los libros de poesía de Alfonso Kijadurías. Quizá también pudiéramos usar el término knock out  para describir el impacto y la importancia de algunos de sus libros, pero para efectos del presente artículo prefiero el primer término al segundo, y es que los libros de poesía de Kijadurías tienen una característica singular con respecto al resto de la obra de otros poetas salvadoreños, ya sean estos consagrados o no. No estoy refiriéndome a una característica específica como pudiera ser el lenguaje, el estilo, la escuela literaria, las temáticas frecuentemente usadas, la profundidad del mensaje o las influencias, todos estos tópicos también pudieran constituir un denominador común si analizamos la obra poética de Alfonso. Pero más allá del análisis de estos aspectos, existe una sensación o una percepción mucho más general si se leen uno a uno todos los libros publicados de Kijadurías, y es la sensación que la poesía contenida en ellos nunca ha bajado de calidad literaria, manteniéndose constante a lo largo de las décadas.

Desde los primeros libros publicados (Las Sagradas Escrituras, El Otro Infierno y Los Estados Sobrenaturales) se puede observar un lenguaje singular que se aleja al común denominador de la época, caracterizado por un discurso directo, coloquial y combativo en términos de luchas sociales. Un lenguaje o registro onírico, subterráneo, un tanto oscuro y visceral, pero no por ello revestido de adornos barrocos huecos; un lenguaje pletórico de filosofía, de silencios y de una visión de mundo más cercano al ostracismo del chamán que a la fama del poeta diletante.  Estas características del lenguaje poético de Alfonso Kijadurías se ven acompañadas de una profundidad en el mensaje que ha provocado que algunos de sus libros sean verdaderos referentes para varias generaciones de poetas, me atrevería a afirmar que desde la generación de poetas jóvenes de los ochenta hasta las actuales. Libros como “Los Estados Sobrenaturales”, “Es Cara Musa” y más recientemente “Todos los Rumores del Mundo” son libros indispensables en la historiografía literaria de El Salvador de los últimos cuarenta años, y en todos ellos, así como en toda la obra poética publicada de Kijadurías, se percibe esa característica general que quizá sea subjetiva, pero que se siente y se percibe como una verdad ineludible: que esa calidad literaria siempre se ha mantenido en todos y cada uno de sus libros publicados. ¿Y por qué la importancia de una afirmación que pudiera ser temeraria y obvia, dependiendo de quién la interprete? La importancia de esta teoría es que -como es sabido- prácticamente todos los poetas de todos los tiempos han tenido sus cúspides y sus desaciertos en términos de calidad literaria.

Ningún poeta, ni los inauguradores de corrientes o escuelas literarias, ni los que han llevado la palabra a límites imaginados, están exentos a publicar libros de poesía que no corresponden a sus “cúspides poéticas”. Son pocos los poetas que mantienen esa constante, libro por libro, libra por libra, constituyéndose verdaderos fenómenos, verdaderos “pugilistas” fajadores de la palabra, de ahí la importancia de una afirmación que parecería fútil, inoperante e impertinente desde la perspectiva literaria, pero que adquiere su relevancia al momento de examinar el por qué de la influencia de Kijadurías en las nuevas generaciones.

Pudiera mencionar ejemplos de grandes poetas que han publicado malos libros de poesía, pero no es ese mi objetivo, así como tampoco lo es comparar a Kijadurías con otros poetas salvadoreños igual de importantes, eso sería tan ridículo como inútil, habida cuenta que todo poeta es diferente y tiene sus propios infiernos, sus propios impulsos creadores y sus propios fantasmas. En todo caso, esta constante en toda la bibliografía poética de Kijadurías siempre me resultó interesante de comentar. Queda como pequeña semilla para analizar uno a uno los libros de Alfonso en un futuro cercano, pero por el momento quería dejar plasmada esa percepción quizá subjetiva de que Alfonso Kijadurías es ese esgrimista, ese pugilista que nunca bajó la guardia de su alta poesía. 





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