El poeta William Alfaro nos explica qué ha significado la poesía de Alfonso Kijadurías para sí mismo y para su generación. «Kijadurías perfectamente podría ser un poeta de cualquier tiempo, y sin serlo ha sido el abanderado de la mía» nos dice Alfaro en este especial
William Alfaro / Poeta
Un hombre nace en las cenizas de su muerte
II, Obscuro, 1995
Alfonso Kijadurías
Nacer y crecer a la sombra de la guerra marcó a muchos poetas que pertenecen a la generación de los noventa. Lo sé por testimonios de amigos y el mío propio, y cómo durante esa época buscamos alejarnos, en la sana medida de lo posible, de la profecía panfletaria que arrebató a lo mejor de un tiempo proscrito en la memoria de aquellos que continúan la tradición de los traidores: reescribir la historia sobre la cenizas de sus muertos y el silencio de los desaparecidos.
Alejarnos del ensordecedor ruido de los cementerios y el llanto de la metralla nos costó a muchos. En nuestro ADN está descrito el gen de la rebeldía y la tragedia como un misterio inexorable. Purificar nuestras manos para escribir un poema se volvió leitmotiv, y en ese descomunal desierto de inseguridades, una voz se vuelve eco para quedarse entre nosotros.
En el camino nos encontramos y reconocimos a otros -y en sus poemas-, otras reminiscencias, y una rigurosa sed por conocer el universo y el origen.
Alcanzar la certidumbre poética nos ha llevado décadas, años en los que hemos tropezado contra nosotros mismos, leído y releído nuestros propios versos, y en los que hemos asaltado con precipitación denodada, en los libros de nuestros hermanos mayores, con furia insalvable encontrar entre sus poemas un atisbo de luz para entender este destino que enfrentamos.
En esa insondable búsqueda nos encontró la palabra de Alfonso Kijadurías, y nos llegó a enseñar certidumbres, otras maneras de llamar a la poesía aún en el enigma de lo impronunciable. Una ruta aún visible.
Ya en la misma época de Roque Dalton, Kijadurías se había colocado a la vanguardia de la poesía de su generación, por su visión del mundo -y del universo- y que podía desplazarse entre los sueños y la realidad sin renunciar a la justicia y a la ternura.
Kijadurías perfectamente podría ser un poeta de cualquier tiempo, y sin serlo ha sido el abanderado de la mía, que celebra su obra como la del poeta vivo más importante de este país, y quizá el más importante de todos sus tiempos, ya que se atrevió a llevar a la inspiración más allá de tradición poética del panfleto, la retórica y la locura.
Y porque sabemos que es inútil cada esfuerzo por definirnos, dejamos al hombre ser el joven y el anciano que inventó hace varias décadas, cuando se descubrió poeta en los brazos del infinito, y que ahora es capaz de escribir un mito en la cenizas.
La Libertad, 7 de diciembre de 2021
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