Otoniel Guevara nos comparte un artículo de opinión sobre la celebración o conmemoración de los Acuerdos de Paz, a 32 años de ser firmada
LA REPISA
Otoniel Guevara
16 01 24
La amarga medicina contra la paz
Cuando era pequeño, estando con mi padre, comencé a jugar con un perro simulando tirarle un pedazo de pan. Me parecía divertido engañarlo. Al tercer intento, mi padre me detuvo con su mirada serena y estás palabras: “No haga eso, el animalito tiene hambre, no se burle de él”. Cada vez que lo recuerdo vuelvo a sentir la vergüenza de ese momento, en que, con la franqueza cruel de la niñez, cometí ese grave error por única vez en mi vida.
Cuando el ciudadano presidente tomó posesión de su cargo, previno a la nación de que lo que recibiría bajo su gobierno sería “medicina amarga”. Y ha cumplido. Miles de personas ilegalmente despedidas, injustamente encarceladas, miserablemente olvidadas en el exterior cuando la pandemia, terriblemente intimidadas en todas las oficinas de gobierno. Me detengo acá porque no quiero ni puedo con el calvario de la amargura. Este gobierno institucionalizó la injusticia, su política principal fue la mentira divulgada de manera obscena y descarada por todo el mundo.
Porque hasta cuando cumplió, mintió. Dijo que con los juegos deportivos regionales mejoraría la infraestructura de la Universidad de El Salvador y lo que hizo fue destruir aulas y levantar sobre estas una estructura hotelera, que después abandonó, no sin llevarse antes todo el mobiliario comprado, dejando espacios poco útiles para el estudio, todo frente al entreguismo de las vergonzosas autoridades universitarias.
Dijo que nos daría una mega biblioteca de primer mundo y entregó, con dinero del pueblo chino, un centro de diversiones.
¿Qué más? Ah, la megacárcel, el miss universo, el bitcoin… eso no lo prometió, pero es parte fundamental de su marketing publicitario y de “captación de fondos”. Circo sin macarrones.
Casi finalizando su periodo -el legal, el legítimo-, lo que tenemos es una mega deuda y un país quebrado moral y económicamente. La calidad de vida de los salvadoreños se ha deteriorado y todo indica que, inspirado o no por la experiencia argentina, en el segundo mandato –ilegal, ilegítimo-, podría cerrar ministerios como Educación, Salud, Trabajo, lanzando al trabajador a un universo de puertas cerradas para sus necesidades más básicas, condenándolo a terminar en los caminos más usuales bajo estas circunstancias: el destierro, el encierro o el entierro.
En este contexto nos encuentra el 33 aniversario de los Acuerdos de Paz, oficialmente cancelados y esencialmente destruidos. El estado, que hoy es una sola persona, posee todas las armas del país: ejército, policía y las otras. Los derechos humanos dependen del capricho de un uniformado o un fiscal, todos empleados del Estado. La justicia es impartida por un dedo sin conciencia. Los partidos políticos han sido aborregados sistemáticamente, orientados, en su brutal mayoría, a cumplir los caprichos que emanan de casa presidencial. Es deprimente. Y no hay manera de lanzar tomates y huevos al paso del rey desnudo porque están demasiado caros.
Básicamente no tenemos nada que conmemorar. Sería perder el tiempo. Cada día se cierran más las opciones: luchar o huir. Es casi seguro que los afectados por esta situación son el 97 % de salvadoreños que van a votar, según los cálculos oficiales, por la continuidad.
Claro, en estos cuatro años y medio las enfermedades se han agudizado, se necesita más medicina. Y por supuesto que será más amarga.
OTONIEL GUEVARA (El Salvador, 1967). Poeta. Ha ejercido como editor, periodista y gestor cultural.
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