Ilich Rauda nos comparte un cuento breve muy acorde al especial 2024 sobre los Acuerdos de Paz
En dos semanas ella cumpliría cincuenta y dos años de edad, era también año de elecciones. Nunca en su vida había tenido suerte decía con frecuencia. En realidad, nunca participaba en nada, pero a toda persona que le comentaba algún hecho de suerte, le decía: a mi cuando me toque ganarme algo, no será nada bueno. Era muy religiosa, se congregaba en su colonia. Era un templo como muchos de los improvisados y dispersos por toda la ciudad: ocupando desde viejos cines, hasta casas comunales o bodegas. Se integraba como todos a la manufactura de la fe.
Usaba siempre un velo blanco sobre su cabeza, apenas se lo quitaba para bañarse y dormir. No terminó la primaria igual que muchas de las mujeres que nacieron bajo circunstancias similares el mismo año que ella. Tenía para su subsistencia una pequeña tienda y todas las tardes, una vez por semana, hacía antojitos: Si uno no trabaja no come era su frase pétrea, su muro insoslayable cuando la visitaban y le ofertaban opciones políticas. Nunca había votado, aunque en muchas ocasiones le habían ofrecido dinero por su voto y también le habían dicho que fuera como vigilante de más de un partido político de esos que dan sobrepago, pero tampoco había aceptado. Era su segunda idea más férrea, no quiero tener nada que ver con eso de las elecciones.
La noticia le llegó una mañana con siete días de retraso, porque el principal uso del periódico —que compraba por ocasiones su marido— era para encender el fuego en la hornilla que sacaba a la calle los viernes. En letras grandes el titular que la espantó, decía: SORTEO PARA INTEGRAR MESAS ELECTORALES. De inmediato interrumpió su labor y tan rápido como pudo, leyó en una especie de jerigonza interior: Gracias a las nuevas reformas de participación ciudadana, este año nuevas personas serán elegidas por sorteo electrónico para integrar las mesas electorales, el sorteo se realizará dentro de dos semanas y las personas podrán saber si han resultado seleccionadas consultando en la página web del Tribunal Electoral Nacional. La participación es obligatoria para toda persona que sea seleccionada, sólo podrán abstenerse de participar quiénes demuestren impedimentos por motivos de salud u otras excepciones contempladas dentro del código electoral. La noticia fue una nube gris en su cabeza. Cosas mundanas, el presidente será el que elija dios con o sin ella, y en dos semanas exactas calculó erróneamente, ella podría ser obligada a participar de una junta electoral, era una pesadilla, un hecho inimaginable en su pequeño mundo. Ella que apenas escribía su nombre y que sólo daba vueltos de billetes de cinco, sino mejor no vendía, salvo que estuviera su hijo que ya estudiaba primer año de bachillerato. Él si sabe dar bien los vueltos de billetes grandes. Ella que vivía el día sin más ni más, dando simplemente gracias que sus ojos se abrieran de nuevo cada mañana, y jamás se detenía en cosas temporales, fechas de calendario, la historia de la patria y todas esas babosadas, recapacitó ese único día, sobre el tiempo ¿De cuándo es esta noticia?, inquirió. Faltan siete días para esto, dios me libre, qué hago. Y mientras encendía el fuego con otra hoja de ese periódico, añoró que así de fácil fuera borrar esa noticia, papel quemado que se llevara el viento por el soplo de dios desde el desierto más lejano. La hoja con la noticia la guardó enseguida debajo de la biblia para no extraviarla, como quién guarda una espina que se le ha incrustado en una mano, y pretende enseñarla, pues no está segura de haberla extraído por completo.
El primero que llegó, fue su hijo. Este la observó apesadumbrada frente al humo de la hornilla y las frituras en cocción. ¿Qué le pasa mamá? La veo mal. Entonces encontró la primera pared humana en que desahogar sus penas. Le mudó el color de susto a rabia. Sin decir una palabra, entró por la noticia del periódico y le dijo mientras le golpeaba el hombro con el cucharón: ¿Desde cuándo vos sabes de esto? El hijo sobándose el hombro, le dijo que se calmara, que leería enseguida. Pero esto es viejo mamá, y que tiene que ver con usted para que se desquite así, conmigo. ¡Qué no ves que esa noticia me puede afectar, yo no quiero ser parte de eso, por ninguna razón, dios me libre, que voy andar haciendo, yo, en esas mesas! Pero eso ni siquiera ha pasado, falta una semana todavía, mamá. Si, pero ya va a ser, y yo sin enterarme por ustedes. Dios no la pondrá en esa aflicción, mamá. Cálmese. Ya le estuve pidiendo, pero me ha quedado la espinita, ese es el problema.
Todas las noches desde ese día, oraba antes de acostarse, pero no lograba conseguir la calma. Desde la primera noche la acompañó el desvelo, y la espina crecía en su interior. Su congoja era una piedra en su pecho. Recordaba la voz popular: Una espina que no se saca puede terminar en el corazón. Soñaba con la transmisión en directo del sorteo por cadena nacional, igual que una lotería con aplausos pre grabados. Otras noches era la sombra de su esposo que le traía el periódico con la noticia del sorteo y se lo entregaba sin decir ninguna palabra. El insomnio rindió sus frutos y se instaló como alas de papalota bajo sus párpados, su humor se volvió áspero, perdió el apetito hasta llegar a la anorexia. La gente le preguntaba que le pasaba, pero ella no respondía. Su hijo y su marido desistieron de tranquilizarla después de cuatro días. Era la personificación de un alma en pena. Cuando llego el día de su cumpleaños y de saber igualmente quiénes asistirían a las mesas electorales, había perdido la cuenta de las noches y los días. Ni siquiera se inmutó cuando su hijo completamente incrédulo, después de corroborarlo cinco veces, le dijo que su nombre aparecía en el listado. Ella era la única que aparecía de la familia, ni siquiera sus tíos o hermanas. Esa noche durmió un par de horas y vio en sueños como la espina por fin se le incrustaba. Se despertó en la madrugada con un tremendo dolor quemante en el estómago, tuvo una arcada con estrías sanguinolentas que asustó a los dos hombres de la casa. Su marido se alistó enseguida y acudieron juntos a la clínica más cercana.
Llegaron puntuales. Fue la primera en ser atendida.
— ¡Buenos días! ¿Dígame cuál es su consulta?
Ella no respondió, sólo se quedó viendo el rostro joven del médico que la atendía. Estaba abstraída, tratando de recordar algo de la noticia del periódico.
—Contéstale al doctor, nana —le dijo el marido—. Va a disculpar, pero ha estado mal desde hace días, sin dormir nada. Vinimos porque hoy si me asustó, cuando la vi vomitar sangre.
El médico anotó enseguida el motivo de consulta. Luego preguntó hace cuánto había sucedido, si eran coágulos, estrías, o sangre plena, si padecía de algo más, si la habían operado, y otras preguntas para completar diligente la nota de esa primera consulta en un expediente inmaculado (tenía más de diez años de no pasar una consulta médica).
Cuando el médico terminó de escribir, ella había recordado que por motivos de salud podía no ser parte de aquella infamia. Entonces como despertando de un mal sueño, preguntó:
—¿Y qué tengo doctor, es grave, me dará alguna incapacidad?
—No es grave, por lo referido por su esposo, corresponde a una irritación aguda de la mucosa gástrica. Su estómago ha estado en un ayuno prolongado. Será suficiente con la toma del medicamento indicado y el retorno a sus hábitos alimenticios para sentirse mejor en unos cuantos días. ¿Desea incapacidad, no trabaja usted por cuenta propia?
—Si, trabajo en mi tiendita. Pero lo que me ha trastornado los nervios es haber salido escogida para participar en las juntas de votos. Siempre le he huido a eso.
—Comprendo dijo el médico, esa es la causa de su angustia, pero la incapacidad que podría otorgarle, es de tres días máximo por este padecimiento, no representaría ninguna salvedad para cumplir con su deber ciudadano, le dijo. Faltan además tres meses para las elecciones, y entiendo que tendrá que asistir a capacitaciones por esta iniciativa del parlamento —todo se lo dijo con un tono de ciudadano orgulloso, una especie de extensión corpórea e inmaculada del Estado.
Se levantó enseguida y apenas dijo: Muchas gracias como si tuviera agujas entre los dientes. Las palabras del médico se quedaron fragmentadas en su mente. Iniciativa del Parlamento, Deber Ciudadano, Tres meses, Capacitaciones. Llevaba las pastillas, pero llevaba sobre todo un abandono y unas palabras indigeribles. Estaba desahuciada incluso por su cuerpo.
No volvió a vomitar sangre, pero el insomnio permaneció. Después de un mes de mal sueño regresó al consultorio siempre acompañada de su marido, esta vez por un dolor que le imposibilitaba respirar, una punzada, fue vista por un médico de planta. Tampoco esta vez obtuvo la constancia médica que buscaba. Le diagnosticaron «Ansiedad», le prescribieron un medicamento para dormir y quedó citada para un control subsecuente. Su principal esperanza seguía centraba en lo más mundano que tenía, pero su cuerpo la traicionaba día con día, negándole su deseo de inercia política. Buscaba a toda costa cualquier dolencia que le impidiera participar. Nadie de su casa, ni los vecinos que la consolaban diciéndole que pagaban por estar ese día sin hacer mayor cosa, ni las palabras del pastor que le había dicho que dios siempre la perdonaría, habían podido sacarla de la negativa rotunda que le había transformado por completo el rostro. Lo que antes solo era la insinuación de unas alas grises bajo sus párpados se había convertido en una mariposa desplegada, una máscara adherida a su rostro ceniciento. El tiempo, ese ser también mundano la perseguía, se había personificado en su vida, y transcurría agitadamente.
LISTA TODA LA MAQUINARIA ELECTORAL, había leído. Este mes inician las capacitaciones de las mesas integradas por ciudadanos seleccionados mediante el sorteo electrónico. Quedan sólo diez días para presentar excusas válidas para no participar. El insomnio volvió con mayor fuerza a pesar de la medicación. Dejó de bañarse y comer con la intención de un daño premeditado: vomitar un girón de vida de ser posible. Iba con su marido todas las mañanas en una especie de cuenta regresiva de clínica en clínica, de médico en médico, para librarse del vórtice de su aflicción. Frente a los médicos, sin mediar otra cosa que su rostro descompuesto, pedía que le extendieran una incapacidad para no presentarse ese día. Pero la respuesta era la misma en todas las clínicas, un despeñadero más inclinado para su piedra. En la última consulta le doblaron la dosis de sedantes y le indicaron protectores gástricos para el dolor quemante que no cesaba, pero no hubo ningún sangrado que la incapacitara de velar por el reino de los hombres.
Cuando faltaban sólo tres días para presentar la justificación, completamente histérica se presentó a otra clínica, la más lejana de su domicilio, con el rostro arañado, con auto laceraciones en sus brazos y piernas. Sólo así consiguió lo anhelado: una constancia médica de largo plazo y una referencia con un diagnóstico psiquiátrico para ser confirmado por el especialista. Salieron de inmediato, ella todavía lloraba, leía y releía el papel y la referencia, se le esbozaba el remedo de una sonrisa, se arañaba la cara, pellizcaba sus brazos para saber que estaba despierta, que su cuerpo tenía alma.
Una vez en la calle, con todo y su júbilo, no pudieron terminar de cruzar, un camión les cegó la vida al rebasar un autobús, los gritos de las personas que esperaban, fueron los primeros en cubrir la escena. Triste espectáculo de papeles estrujados que el viento arrebató de unas manos pálidas. Dos números de identidad que continuaron apareciendo varios años después en el padrón de ciudadanos aptos para votar.
ILICH RAUDA. San Salvador,1982. Escribe poesía y narrativa. Secretario de la Asociación Salvadoreña de Médicos Escritores Salvadoreños Alberto Rivas Bonilla. Miembro fundador de los grupos literarios: Círculo de la Rosa Negra en 2003 y de Delira Cigarra en 2006. Especialista en Medicina Familiar por la Universidad de El Salvador. Premio único de Cuento Infantil en los XXV Juegos Florales de Usulután (2017). Publicaciones: Maíz del corazón (Publicaciones Papalotquetzal, 2016); Aventuras en los antiguos reinos del misterio (Dirección de Publicaciones e Impresos, 2018); Círculos del sueño (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2022), Poemas urgentes (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2023). Textos poéticos suyos se encuentran en las antologías poéticas: Dictadura Vintage (Proyecto La Editorial La Chifurnia, 2021), y en La paz no se logra con el deseo (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2022).
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