Apuntes sobre el patriarcado y la emancipación

La abogada y docente universitaria especialista en teoría de género y derechos de la mujer, Cindy Rivera, nos comparte un artículo de opinión sobre el patriarcado y cómo logar la emancipación, a propósito del pasado Día Internacional de la Mujer

Hace poco tiempo entendí que la primera batalla contra el patriarcado, es la interna.  Y como patriarcado, hablo de esas creencias tan arraigadas en la mente y, por tanto, en nuestras decisiones. Como soy profesora universitaria, me corresponde impartir el origen socio histórico del Estado, decidí escribir esta nota, usando los apuntes para mis clases, basada en el Origen de la Familia y la Propiedad Privada de Freiderich Engels y la obra de Paul Lafargue.

Mucho antes de conocer la familia como la conocemos hoy, fue, en realidad, matriarcal: la línea sanguínea era contada a partir de la madre, pues tanto hombres como mujeres podían tener múltiples parejas, y sería imposible para la época, determinar la paternidad; en cambio, determinar la maternidad era evidente.

En este periodo, los hombres cazaban y defendían el territorio, mientras las mujeres se encargaban de la comunidad y sus necesidades, como la salud, el cuidado de la prole, pero también la agricultura, la educación por tradición oral, entre muchas otras, estaba a cargo de las mujeres, y acá se puede concluir que en el periodo tal, las comunidades matriarcas, fueron fundadas y desarrolladas por las mujeres.

 Lo anterior, en ningún momento deja a los hombres sometidos a las mujeres. Nada tiene que ver el matriarcado con una lucha de sexos, pues cada uno trabajaba correspondientemente en el sustento de la comunidad. En el matriarcado, además de la política dirigida por mujeres, en la religión, era reconocida y venerada la madre tierra, como la parte femenina de la creación, esto a través de distintas divinidades femeninas, según la cultura.

Como parte de la misma evolución de la comunidad, los hombres comenzaron a salir menos, pues algunas ciudades comenzaron a amurallarse de alguna manera, y, además, con la introducción de la ganadería, las comunidades necesitaban cada vez menos caza. Así, los hombres fueron necesitando tomar un lugar dentro de la estructura de la ciudad, y esto creó, evidentemente, una crisis política.

Como lo menciona Lafargue en su obra “El Matriarcado”, los hombres, se valieron de su superioridad física para someter a las mujeres, haciéndolas perder todos los derechos y reduciéndolas a su propiedad.

 La fuerza bruta hizo creer a los hombres que podían ser superiores, entonces, impusieron un sistema patriarcal: además de tomar el liderazgo, crearon una nueva estructura familiar. Esta nueva familia, era liderada por un hombre;  además, la línea sanguínea sería contada a través del padre, y para asegurar que las mujeres solo parieran a su prole y no la de otros hombres, se inventaron instituciones como: la exaltación de la virginidad como una virtud para la mujer, la monogamia y la fidelidad. La mujer se volvió dependiente de la provisión y protección del hombre. La vida de la mujer le pertenecía a un hombre: sea padre, hermano o marido, sin poder decidir por ella misma nada, sin derechos, como una esclava.

Esa esclavitud patriarcal pueda ser que siga dirigiendo la vida de las mujeres, desde el inconsciente. Sería importante revisar si hemos alcanzado la emancipación desde nuestra mente, o si seguimos atadas a algunas creencias patriarcales, que nos hagan sentir todavía incompletas en nuestra vida.

Hoy creo que la lucha del patriarcado empieza desde dentro, desde la plena convicción de que, como mujer, merezco la libertad, la igualdad y el respeto.

Por siglos hemos sido dependientes emocionales de un hombre, pendientes de la validación y aprobación de alguien más para dirigir nuestra vida. Por eso creo que, la verdadera emancipación inicia con crear nuestra propia felicidad. En ser y creernos mujeres completas y suficientes.

Ya lo escribió Virginia Woolf: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia, si quiere escribir ficción”. Si queremos dedicarnos a una vida que nos haga plenas y felices, debemos buscar primero la emancipación: alcanzar una independencia económica; tener una habitación propia, es decir, sentirnos bien a solas y en nuestra propia piel.  Una vez alcanzada la libertad financiera y emocional, podremos entonces vivir plenamente, escribiendo ficción, como dijo Woolf o haciendo lo que deseemos.

 Este 8 de marzo, para mi representa un recordatorio de continuar mi camino de emancipación, para redimir mi propia mente de cualquier resto de imposición patriarcal, para vivir una vida coherente con mi corazón.

Cindy Rivera, abogada y docente universitaria.

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