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Ángela Álvarez Sáez (España)

Ángela Álvarez Sáez poesía
  • Del libro Palabra vegetal (Premio «Blas de Otero» de poesía-Villa de Bilbao, 2018)

XVIII

La soledad es un cuchillo abriendo la tierra en canal. Los años han sembrado malvas a las orillas del Bósforo. Las promesas que nos hicimos como monedas relucientes. Duelen los hijos que tuvimos. Duelen los hijos que no llegaron a nacer. La vida es un zumbido de esporas en el pecho lactante del universo.

X

No dijimos, amor, que el tiempo no tiraría de nosotros como bueyes del desamparo. No prometimos un corazón común golpeando la tierra. Sembrando bolas de naftalina en el porche, junto a la ventana abierta en agosto. No mudamos nuestra voz llena de geranios rebosantes. No dijimos, amor, que el cuerpo no se acomodaría al fondo del barro.

Palabra de fuego

Madre dijo que no demoraría.
César Vallejo


Tienes entre las manos un fragmento dúctil. Lo moldeas a tu imagen y semejanza. Creas un verso mientras preparas el café. Pero no es suficiente. Lo dejas reposar. Le das forma de pájaro. Vuela llevándote en su interior. Vuelas sobre arrecifes y montañas. Escribes el poema y en su búsqueda el amor te da a conocer el fuego.

***

El fuego ha devastado casas y campos. Lenguas crepitantes suben a la montaña. Todo lo que fuimos ha sido devorado por el dios de los cangrejos. Vuelvo al lugar donde nacen las cenizas para depositar junto al poema mi esquela.

***

En todo poema hay un centro incandescente. Las palabras gravitan a su alrededor y se depositan en sus ojos como nieve tardía. Las manos se adentran en el barro para hallar un latido de raíces y frutos. Escribir es nombrar la distancia que precede al incendio.

  • Del libro La casa salvaje (Premio de Poesía «León Felipe», 2018)

Génesis

I did not expect to survive, earth suppressing me.
Louise Glück


(Fragmento)

No sé de dónde vengo. Qué soy.
Todavía no tengo materia, ni conciencia.
Soy un cúmulo de genes floreciendo
al final de los cristales. Una oruga
de ADN esperando la llegada
del poema. Soy un óvulo
que crece sobre los geranios
de marzo. Que nada en una oscuridad
sedienta de violines. Soy algo
que no ha llegado a ser. Me pregunto
qué vientre o forma espera
mi nacimiento. Aquí, en el útero,
no puedo respirar el mar, ni oler
los jazmines de la noche, ni ver la luz
abierta sobre los lagos de agosto.
Aquí he conocido el movimiento
inicial adornando mi cuerpo con espasmos.
El sonido de las palabras nacidas de un lirio
que estalla en mi lengua. Nado en líquido
amniótico. Doy vueltas alrededor de las lilas5
arqueadas por la lluvia. Ahora
soy una columna vertebral
imitando el recorrido de las migraciones.
No tengo ojos. Pero sé lo que es ver.
No tengo oídos. Pero sueño con notas
difusas. Madre, tu canto ha inundado
la placenta de miel y ortigas. Padre,
he sentido tu voz cosiendo la aridez
de mis huellas. No sé qué lugar
me aguarda. Porque el mar ha inundado
la matriz y las olas me llevan
en un vaivén que adormece
mis músculos recién creados.

Amor y violencia

que es rosa y delicado y hecho al aire, y era un golpe de piedra cada vez…
Francisco Brines


(Fragmento)

Somos aborígenes olisqueando árboles
frutales. Somos los primeros moradores
de la tierra. Salvajes en busca de insectos
y zarzas y liebres y moscas sin ojos.
Hemos andado millones de años.
Nos hemos erguido. Hemos discurrido
por la senda de los elefantes. Hemos
construido casas, planificado ciudades,
alzado fronteras. Hemos emigrado.
Nos hemos exiliado. Hemos naufragado
en embarcaciones amarillas. Hemos
descubierto el nuevo mundo. Hemos
recorrido la ruta de la seda. Saqueado
ciudades e inventado cuentos terroríficos.
Y aquí estamos, tú y yo, combatiendo
a los soldados del hambre. Luchando
contra la las vértebras de la luna. Con peces
en la carne dando vueltas
en un abismo de sensaciones que nos ahoga.
Con los dedos
rasgando el camino hacia la cicatriz.
Con la boca hablando el idioma
de las flores. Tú, yo, y el poema
dando forma a nuestros hijos.
Cuando los cerezos amanezcan blancos.
Cuando las abejas nos ofrezcan la miel
que desechamos. Cuando el mar
entre en la casa de aire y la sal
recorra tus raíces. Tú y yo
aleteando, con branquias en un corazón
que nos lleva hacia la deriva más clara.
Pero el día se ha vuelto sangriento.
La televisión nos muestra un ejército
bombardeando ciudades. Casas como la tuya.
Como la de todos. Como los fuegos
artificiales que veías de pequeña agarrada
a la mano de tu padre. Niños desplazados.
Polvorientos. Padres que llevan sus cuerpos
de junco segado en la vendimia. Abriendo
sus bocas en una mueca trágica.
Fotos en sepia entre la tinta
del periódico. Todo el horror desgranado
en el silencio. Mujeres muertas. Asesinadas.
Fosas comunes en Méjico. Me recuerda
un libro de Bolaño. Mujeres asesinadas
en tu ciudad. Hijos asesinados. Mamá
no me dejes. Abrázame. Papá vuelve
a llevarme donde los fuegos artificiales,
donde los osos panda abrazaron mi niñez.

  • Del Libro de la Nieve (Certamen de Poesía «María del Villar», 2018)

Nieve

(…) cuando mi hijo está enfermo me siento en el borde de / la nada y me cuelgan las piernas / y a veces dejo
caer un zapato / para entregarle algo…
Sharon Olds


No huyas. Quédate. Que tu memoria me guarde sin pulso. Quédate. No huyas. Trae en tu vientre la arena que ha de sepultarnos. Quédate un poco más. No dejes que mi cuerpo se llene de bordes afilados y oscuros. Quédate, dame la sed que te pido.

Hoy, el día se ha borrado líquido por el muro. Algo dentro ha quebrado mi memoria. Oigo ecos que lloran infancia. Una dola, tela, catola

Un desvarío de cuerdas ha venido y me ha dado alcance. Qué es esto que atraviesa mi pulso, debajo de la piel de los caballos. Un golpe de ortigas ha amoratado su carne. Qué es esto que hace mi cuerpo líquido.

A veces veo un rostro aparecer como una roca que creciera hacia dentro pero sin hallar el matiz adecuado, sin la textura que le diera un nombre. La muerte brota de un estado sólido que nos desfigura.

Útero

(…) y sale un río de mamá por debajo de la puerta / un río rojizo y triste que no se mueve.
María Auxiliadora Álvarez


Un pozo surge para darnos cobijo. Padre limpia el musgo que nace de la sed. Yo me adentro en los límites del bosque. Esperando encontrar el estanque que colme mi muerte. Madre ha venido a mostrarme la tierra más árida.

Tal vez si tuviera un asidero, la espuma no quebraría mis huesos acostumbrados al dolor. Pierdo mi nombre entre tus libros, tan blancos. Pierdo mis recuerdos. La canción que madre cantaba sobre los cuchillos. Pero el barro ha llegado hasta nuestras piernas. No podemos escapar de la grieta que se forma en la leche recién ordeñada.

Otra vez una habitación blanca. Veo un tiovivo. Padre quiero montar. Todavía no hemos roto el reloj ilimitado. Doy vueltas. El blanco de la nieve recorre el útero materno y nos desdibuja.

Barro

(…) alguien entra en la muerte / con los ojos abiertos / como Alicia en el país de lo ya visto.
Alejandra Pizarnik

Recibo un nombre en el vacío de las lianas. Veo la inclemente luz de la tarde meciendo la cuna de mi hija. Este es el hueco que me habita y desconcierta.

Pero ¿dónde estoy yo? El reloj de cuco da la hora en el cuarto de la abuela. El cuchillo ha deslizado su acero en la estancia más alejada de Dios. Mis pasos son borrados por la nieve de un muro de espinos.

¿Qué es esto que nos empuja a seguir? Este impulso que nos abre los ojos hacia el abismo más irracional. El espanto gira en el poema. Yo pierdo en su espacio circular lo que de los otros ha nacido en mí.

Entre estas cuatro paredes construidas con palabras, en esta oscura estancia rodeada por bosques de conceptos inimaginables, yacen mis vértebras y los días se reducen al barro.

ÁNGELA ÁLVAREZ SÁEZ (España, 1981). Licenciada en Derecho (ICADE) y abogada. Obtuvo una beca de creación literaria en la Fundación «Antonio Gala» durante el curso 2005-2006. Ha publicado los poemarios: La torre de las tortugas (Premio «Antonio Carvajal», Hiperión, 2006); Metales en la voz (Premio «Gran Hotel Canarias», Vitruvio, 2006); Las versiones del tigre (Vitruvio, 2007); De conjuros y ofrendas (Polibea, 2015); La columna rota (Huerga y Fierro, 2016); La estación de las Moras (Premio «Carmen Conde», Torremozas, 2017); Libro de la nieve (Certamen de Poesía «María del Villar», 2018); La tierra más frágil (Catorce bis, 2018); La casa salvaje (Premio de Poesía «León Felipe», 2018); Palabra vegetal (Premio «Blas de Otero» de poesía-Villa de Bilbao, 2018); El hijo culebra (Inlimbo ediciones, 2020); y Cabeza de ciervo sobre papel de flores (Premio «José Luis Núñez», Diputación de Sevilla, 2020). Ha obtenido, entre otros, los premios Luis Rosales, Café de Oriente «Gerardo Diego», Jóvenes creadores del Ayuntamiento de Madrid (2007) y «La voz más joven 2011» (obra social Caja Madrid). Asimismo, ha sido finalista en cuatro ocasiones del Premio Adonáis y accésit en Los Premios «Antonio Machado» del Tren 2008 (RENFE). Poemas suyos han aparecido en varias revistas literarias y antologías.

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