- Del libro Épica de Raíles (Premio Internacional de Poesía «Miguel Hernández-Comunidad Valenciana», 2016)
IX
Selva: explosión de luz,
ardillas grises en los merenderos.
En el acontecer desordenado
de los días de Delhi
conocí a una mujer que tocaba el harmonium
y componía canciones del nordeste.
Su voz sonaba a lluvia
cayendo sobre árboles de nim.
Cruzaba, ausente, los mercados.
En las tardes de abril
traspasaba descalza el umbral de su casa.
X
Por qué nos cuestionarnos
el sentido del caos
si todo el universo se sustenta
sobre el caparazón de la tortuga.
Si somos vulnerables
y, a la vez, resistimos.
Si la contemplación
nos devuelve a las márgenes de un río
donde las lavanderas poseen el mediodía
y la tregua del tiempo
es un sari secándose en las rocas.
Chennai Express
Qué lejos quedan los volatineros
cuando la noche prometía circos.
Dejo escrito en los trenes
todo lo que limita
con el desasosiego y con las lonjas.
En un hotel de Goa
bebía, solitaria, alcohol mal destilado,
extraviada ebriedad. Exploré Panjim
cuando la predicción del eremita
nos dejó a la intemperie,
y subí al primer tren
que cruzara la India de oeste a este.
Ahora mis mañanas son pequeños destellos.
Ulula el viento en los cristales
del vagón de tercera.
Pasan las segadoras,
las ferias de ganado,
los vendedores de burbujas.
Y pasan poblaciones con nombres como Tumkur,
Guntakal, Shravanur, Tirupati;
y una estación fugaz donde se oye
la tos tuberculosa
de la mujer que limpia las letrinas.
- Del libro Dibujar una isla (XX Premio de Poesía de Ciudad de Salamanca, 2017)
Santorini
¿DÓNDE empieza la piel
y dónde acaba el agua?
Acaso la existencia
es esta forma lenta
de bajar los peldaños
y divisar volcanes;
la multiplicidad del amarillo.
Te acercas
y el furor es una herida
que sangra en el azufre.
Ítaca desde el aire
SOBREVOLAMOS Ítaca.
Penélope se arropa con dos sábanas.
Un viejo mapamundi
reposa sobre el lado
vacío de su lecho.
Toda isla es un enigma
TODA ISLA es un enigma
cuando lava y espuma
se entrelazan.
Cuando recolectamos en silencio
piedras turquesa
y emociones últimas.
Cuando declina abril
y hay cinturas esquivas,
cartas sin responder,
y unas salinas de un extraño rojo.
Toda isla es un enigma cuando pasan,
antes de medianoche, los proscritos.
- Del ibro Humo de té (XXXIX Premio «Leonor» de Poesía, 2020)
Elegía en agosto
(Estudio de escultor)
Los amigos nos dejan en verano,
súbitamente, sin ningún indicio,
con muchos manuscritos inconclusos
e historias trascendentes
por contar.
Hablo en voz alta,
ya no hay plañideras
ni rutas hacia el norte
para velar difuntos.
He amanecido dentro de la luz de alabastro,
muy dentro de sus láminas,
y busco esa otredad
en este estudio de escultor
donde cuelga resina
de los cuernos de un ciervo.
En el silencio encalado,
Dios no convoca
vendaval o vértigo,
circos bajo el diluvio
de donde escapan osos.
Dios no es más grande en manos
del escultor maldito,
no sabe apaciguar
plagas de loros verdes,
pasajeros insomnes.
¿Recolecta curvado hojas de té?
¿Cejará en las reliquias incorruptas?
¿En las costuras de las zapatillas
de un bailarín esquizofrénico?
¿O jugará a los dados
con los cinceladores de poemas?
Amanecer con un amigo menos
me ha reducido a fiebre.
Desbandada
Queda tu nombre por el bambudal
y en la desbandada de pájaros de junio.
En aquel perfumero que guardé por codicia
y en las hendiduras de un verso alejandrino
detenido en la tarde de verano,
cuando llegan las madres sigilosas
con ramos de astromelias.
No he vuelto a entrar a los establos
donde te vislumbraba.
Hay un desplazamiento
en hilandera y mito.
Algo se ramifica
en cerezo y placenta.
Miro a las barqueras a los ojos.
Una aldea flotante del Mekong,
amores a distancia.
Miro a las barqueras
remar
hacia el abismo imaginario.
- Del libro Cobalto oscuro (XIV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Pamplona)
El juego de ajedrez
(Sofonisba Anguissola), 1555
Desafían las reglas:
jugar al ajedrez.
Toda estrategia y lógica
era exclusiva
de los hombres.
Pero las tres muchachas,
con trajes de brocado,
mueven piezas
y posan relajadas
cerca del roble verde.
La criada es testigo.
La más joven sonríe
al burlar restricciones.
En cada jaque mate
se empoderan,
y hablan de alquimia
y de mitología.
De repente,
el tablero echa raíces.
El paisaje humanista
y una colina al fondo
completan la partida.
Moscú calle
(Natalia Goncharova), 1911
La mujer se detiene pensativa,
el caballo también.
Natalia Goncharova se recrea
en las escalas de amarillos.
Es verano en Moscú, y la protagonista
podría haber salido de un relato de Tólstoi.
¿Le atormenta la idea de saltar al vacío?
¿Las yemas de los dedos de un amante?
¿O vuelve a la ciudad donde fue joven
y le pide al cochero
unos minutos para la nostalgia?
Tampoco adivinamos
si alguien la espía desde una ventana
de la casa en penumbra.
La súbita quietud impregna el cuadro.
Se acerca al mirador;
todo cobra sentido.
El tramo de la calle
le da alguna respuesta.
Chica joven con gato
(Berthe Morisot), 1892
Aparente quietud de ciudad de provincias.
El mediodía ocioso solo invita
a las ensoñaciones.
¿Quién es esa muchacha?
¿Qué gesto absorto esconde
la pincelada rápida
y qué melancolía?
Aunque no pase nada,
hay palabras que afloran,
divanes que trascienden la desidia
y ese tiempo antiheroico,
el tiempo en tonos perla
de la desconocida que comulga
con ojos de gato.
VERÓNICA ARANDA (España, 1982). Es Máster en Filología Hispánica, poeta y traductora. Ha recibido los premios de poesía Antonio Oliver Belmás, Miguel Hernández, Ciudad de Salamanca, Luis Feria, Leonor y Ciudad de Pamplona, entre otros. Entre la docena de poemarios que ha publicado, destacan: Tatuaje (Hiperión, 2005); Cortes de luz (Rialp, 2010); Café Hafa (El sastre de Apollinaire, 2015); Épica de raíles (Devenir, 2016); Dibujar una isla (Reino de Cordelia, 2017) y Cobalto oscuro (Cénlit, 2020). También cultiva el haikú, el microrrelato y la literatura de viajes. En la actualidad dirige una colección de poesía latinoamericana actual («Toda la noche se oyeron») en la editorial Polibea.
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