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María Gómez Lara (Colombia)

Poemas de María Gómez Lara

Especial «La hora más alta», muestra de poetas colombianas


Emily Dickinson

Nací el mismo día que Emily Dickinson
casi dos siglos después
y las cosas han cambiado un poco
desde entonces

no tuve
su entereza ante el dolor
ni su oído sutil para las revelaciones

vivo en un edificio alto
donde no llegan los pájaros
sólo un ruido de sirenas
que no canta

es una ciudad inmensa
aquí todos somos Nadie
pero no hemos aprendido
a guardar el secreto:

al caminar regamos
nuestra nada en las esquinas

Nací con la piel oscura
en un país del trópico
y vine a buscarla a este estruendo
tan lejano de su voz
que se enredaba en las praderas
la imagino callando en los ladrillos
veo sus manuscritos de letras apretadas

como ramas de tinta negra
que se quiebran
en cualquier envoltura
en la lista de mercado
y se enlazan otra vez
para inventar el mundo

Nací un diez de diciembre como ella
y no traje ese silencio

sin embargo

gracias al conjuro
de repetir sus versos
mientras cambian los semáforos

estoy a flote

todavía


Palabras piel

palabras número palabras tiempo
palabras piel

Rose Ausländer

si pudiera escoger otra piel

sería oscura como la mía
y estaría hecha de palabras

si pudiera decir palabras-piel

y así tener un cuerpo
como el mío

pero

elocuente
al quebrarse

si tuviera un cuerpo que dijera
por ejemplo aquí estoy no me he ido por ejemplo sobrevivo

un cuerpo que diera razones y porqués
y no este aturdimiento este cansancio estos huesos casi polvo de tantas veces rotos

cuánto entendería           entonces:

si tuviera palabras
en vez de cicatrices


Frida Kahlo

i.

si pudiera pintar como Frida Kahlo
tendría muchos bocetos para los huesos rotos

primero a lápiz
luego iría agregando
los colores

ensayaría siluetas
volvería a empezar
cruzaría líneas y contornos

hasta dar
con la forma exacta de la herida

entonces
                  probaría

todas las distintas
tonalidades del rojo
para el cuerpo ensangrentado

hasta encontrar
ese matiz justo de lo frágil

ii.

la expresión de su dolor
está en la imagen:

los ojos entrecerrados
la boca resignada que no grita
apenas se abre
tal vez murmura un gemido

las palabras
en el título del cuadro
inscritas en el letrero sostenido por palomas

¡UNOS CUANTOS PIQUETITOS!

así en mayúscula
exclamando

contienen
                    la ironía

porque ella
en la imagen

desnuda
herida

todavía con un zapato puesto
el de su pierna izquierda rota
todavía con el tacón
que disimulaba
su pierna más corta que la otra

(uno de sus tantos desbalances)

ella no puede decir

¡UNOS CUANTOS PIQUETITOS!

iii.

a las palabras
en cambio
les cabe la ironía

de un cuerpo quebrado
que aún sabe nombrarse

de un dolor ciego
que es clarividente

para ver
lo absurdo y lo pequeño

iv.

esa voz está en el cuerpo
y fuera de él

esa voz es y no es las heridas

es la perspectiva
imposible

a la vez desde arriba
y desde muy adentro

alguien que observa desde el techo el cuerpo roto y piensa pobrecita
alguien que está también muy al fondo de ese cuerpo unos cuantos piquetitos

v.

pero yo no puedo pintar como Frida

no tengo su paleta de colores
no tengo la precisión
de cada corte en la piel

no tengo una cama sencilla en medio de un cuarto
en donde una mujer adolorida

se retuerce
serena
sopesando su dolor

vi.

sólo me queda la voz

me queda la voz frágil quebrada
que no puede pintar de rojo sus heridas

me queda la voz sin forma sin imágenes
que no puede dibujar las grietas que se abren
en sus huesos al romperse

me queda la voz sola                desprovista

sin distancia

sin más remedio
que ser al tiempo

su dolor
y su ironía


No sabemos dónde van a caer los rayos. Puede ser que uno vaya a atravesar una vaca en un potrero remoto o un gato en un tejado cercano. Nunca he visto un animal electrocutado, aunque mi hermana sí habló del esposo de una amiga suya que murió cuando lo tumbó un rayo en un campo de golf. Imaginé el rayo partiéndolo en dos y tumbándolo doblemente. En un campo de golf y en un potrero no hay dónde esconderse. Para nosotros, que no sabemos dónde van a caer los rayos, sería mejor hacer de perro callejero, refugiarnos en los basureros. Siempre nos hicieron salir de la piscina y del mar cuando llovía porque nos podían rastrear los rayos. Yo no sé. El día en que enterramos a mi abuela hubo una tormenta de rayos y es lo más hermoso que he visto en un cementerio, de lejos. Puede ser que un rayo atraviese un ataúd, electrocute al muerto y lo reviva. A los cadáveres sin ataúd también los encuentran los rayos; nosotros no sabemos dónde buscarlos.


MARÍA GÓMEZ LARA (Bogotá, Colombia). Ha publicado los poemarios Después del horizonte (2012), Contratono (Visor, 2015) y El lugar de las palabras (Pre-Textos, 2020). Contratono mereció el XXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven y además fue traducido al portugués por el poeta Nuno Júdice bajo el título Nó de sombras (2015). Algunos de sus poemas también han sido traducidos al italiano, al inglés y al árabe y han aparecido, tanto en español como en ediciones bilingües, en distintos medios de Latinoamérica y España y en numerosas antologías de poesía colombiana y latinoamericana. Estudió literatura en la Universidad de los Andes en Bogotá. Tiene una maestría en escritura creativa en español de la Universidad de Nueva York y otra en literaturas y lenguas romances de la Universidad de Harvard. Actualmente es candidata a doctorado en poesía latinoamericana en Harvard.

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