Especial «La hora más alta», muestra de poetas colombianas
El compromiso de las rocas en el mar:
ser grandes y silenciosas,
albergar, en su centro, el pasado de las olas,
en la superficie, el presente.
Las rocas saben que las olas no tienen futuro,
eso las hace fuertes.
El mundo va a acabarse antes que la poesía
y habrá nombres
para diferenciar el olvido de la fauna
del olvido de la flora.
La palabra esqueleto solo se referirá a los restos humanos
porque habrá una forma particular
de describir el conjunto de huesos
de cada especie extinta.
Habrá un nombre para designar la última chispa de fuego,
un nombre primitivo como el del maíz,
y otro para la transparencia del río
que muchos se habrán lanzado a atrapar
al confundirla con sus almas.
Las crías nacidas ese día no se tendrán en cuenta,
pero la palabra parto sustituirá la palabra ironía que ya habrá sustituido la palabra tristeza.
Y habrá un léxico de adioses,
porque se dirán de tantas formas
que llenarán un libro entero, que es lo que quedará del amor,
de la literatura.
El mundo va a acabarse antes que la poesía
y la poesía continuará afirmando su devoción
a lo perdido.
Dejo de existir en el planeta Tierra.
En este, que no es
el mejor posible
sino uno menos efectivo,
menos desarrollado
y más embrujado,
estamos acompañados.
Todo viene descompuesto
a excepción de la ternura
de los drogados
que se quieren y cuidan en una rave.
Medea, la adaptación de Lars von Trier
Soñó con un caballo que agonizaba
en la orilla del mar mientras pájaros caían a su lado.
Soñó con una mujer que apuñalaba el corazón abierto
de un animal herido.
Al despertar, vio esas imágenes repetirse en los ojos de su madre.
Sus caricias lo familiarizaron
con la muerte.
Comprendió que la amaba.
Imaginó el paisaje, lo dibujó, escogió el árbol,
se aseguró de que hubiera cuerda suficiente para él y su hermano menor.
Caminaron.
Durante el trayecto permaneció en silencio
para que ella tuviera tiempo
de arrepentirse o justificarse.
Tiempo para recordar la traición de Jasón.
Bajo el árbol, el pequeño trató de fugarse,
pero él lo atrapó con la convicción de su madre entre las manos.
Lo colgaron juntos de la rama más alta.
Medea volvió a este lado del miedo y del remordimiento.
Pero él, inmerso en el ritual, tomó la iniciativa
y ató la cuerda a otra rama.
Su madre lo alzó de la cintura
e introdujo la cabeza en el aro.
TANIA GANITSKY (Bogotá, Colombia). Doctora en Filosofía y Literatura. En 2009 ganó el Concurso Nacional de Poesía de la Universidad Externado de Colombia y en 2014 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Obra Inédita con su primer libro: Dos cuerpos menos (2015). Publicó Cráter, en coautoría con el artista José Sarmiento, en 2017. Desastre lento (2018 y 2019) estuvo entre los 5 finalistas nominados al Premio Nacional de Poesía otorgado por el Ministerio de Cultura en 2019. La suspensión de los objetos flotantes (2020), con ilustraciones de Ana María Lozano y publicado por la editorial Cardumen, es su poemario más reciente. Es coeditora de La trenza, un fanzine de ilustración, ensayo y poesía escrita por mujeres colombianas y dicta cursos y talleres de poesía en algunas universidades de Bogotá.
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