ALGARABÍA (2009)
Afuera los pájaros están haciendo algarabía en el árbol de aguacate,
afuera el viento está moviendo las cortinas de mi patio de infancia,
y yo soy una niña que pelea contra la improductiva mañana,
y la estupefacción de las lombrices en la tierra húmeda.
Estoy aquí,
intentando hacer un texto que no suene a panfleto
que no enarbole la bandera de un color.
Por eso, prefiero hablar de las personas y lo hago:
mi abuelo sobrevivió a la persecución política varios metros bajo tierra,
gracias a mi abuela que le llevaba de comer a su refugio,
de mi padre y mi hermano; solo puedo decir
que mis ojos les marcan el horizonte admirado de mi corazón
y que mi madre fue el temple de la casa
que se descascaraba en aquellos años tristes.
Varios de mis amigos crecieron lejos, tuvieron miedo
y durmieron solos en noches de pesadillas,
yo le encendí una vela a toda tu vida,
cuando te diste la vuelta aquel noviembre de 1989.
Siempre dije que aquí en estas líneas no cabrían consignas,
pero hoy solo quiero hablar de las personas que están sostenidas por el regocijo
de los pájaros que mastican júbilo en la copa del árbol de aguacate,
del patio de infancia donde jugábamos a encaramarnos
en las naves de esa época lejana.
Un día, en la ventana del carro, con el viento golpeando mi cara,
pensé que sería capaz de luchar hasta donde mis fuerzas me lo permitiesen,
si no tuviera once años
y si pudiese comprender más cosas de la vida.
Estoy aquí, años después, recogiendo palabras, haciendo papelitos
y como los pájaros, también estoy llena de algarabía.
LIMÓN NEGRO (2013)
Una niña ha dejado ir la primera flecha negra en un recuerdo sin murciélagos
con el vestido azul marino sin mangas
y la boca en resuello sin sonido.
La infancia es esta madeja de hilo desanudada
este silencio atravesado por un zumbido eléctrico
oraciones que si se separan
se destruyen.
Las espinas
los alfileres
el exilio.
Fui una niña exiliada.
De mis tres años recuerdo el pastel de chocolate y orilla de cajeta
y todo lo que me dicen las tías que fui y ya no soy.
Recuerdo a Julio
el muchacho que jugaba conmigo a la pelota
quizás el primer hombre al que amé sin recordar su cara.
Un patio de vapor.
La infancia también es un patio de vapor
confuso e imaginario.
La terrible conspiración del tiempo que insiste
en revolver las imágenes
una bola de fuego que no me pertenece
porque es de otro,
un patio anegado por el moho y,
en el centro,
un limonero negro,
como negra es la mente cuando dejamos de ser niños.
Sin embargo,
las flechas que lanza la niña son de luz.
Los limones son pequeños. Huelen.
El vestido azul marino gira y la boca obtura palabras ininteligibles para los humanos.
14 de mayo de 2013
***
Lauri Cristina García Dueñas (San Salvador, 1980). Escritora y periodista salvadoreña quien vivió durante 15 años en México y hoy está de vuelta en su país natal. Maestra en Comunicación y Cultura por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus trabajos más recientes son el poemario Átavica memoria: Virginia (DPI, 2017) y las obras de teatro Mamífera (2018) y Del otro lado del cielo (2020), escritas para la compañía Matrioska de Acapulco. Tiene diez años de experiencia como docente y tallerista.
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