Blanqueando a Roque Dalton

El escritor salvadoreño radicado en México, Allan Barrera, nos propone una interpretación de la obra de Roque Dalton, donde lo político y lo literario se vuelven un solo concepto 


Allan Barrera | Académico y escritor


A muchos sorprendió la portada de El Diario de Hoy (EDH) del 14 de septiembre de 2025. En ella aparecía, en grande, el rostro de Roque Dalton. El periódico decía que celebraba la Independencia con su poesía, particularmente con el «Poema de amor». Algunos lo celebraron como un giro progresista de un medio históricamente de derecha que, desde sus editoriales, reprodujo durante décadas un furibundo discurso anticomunista hasta los gobiernos del FMLN. Otros aprovecharon a decir que a Dalton no le interesaba lo ideológico porque, en su etapa de juventud, publicó en dicho medio, al igual que otros escritores de su generación. 

Hay quienes afirman que este es un giro de timón frente a la crisis financiera que enfrentan medios tradicionales como EDH, así como una búsqueda de un nuevo público lector, a falta de beneficios del gobierno actual. Percibo, además, un descolocamiento que se relaciona con el cambio de discurso de posguerra, donde el discurso anticomunista que tanto enarbolaba dicho medio fue suplantado progresivamente por el discurso despolitizador de gran parte de los sectores liberales que «izquierda y derecha son lo mismo», mismo sobre el cual, por cierto, se montó Bukele, luego de salir del FMLN, ganando de este modo las elecciones constitucionales de 2019.

Por el papel desempeñado por EDH en la historia salvadoreña, todo indica que, si el actual gobierno les hubiera beneficiado con la misma pauta que les proveía ARENA, o les hubiera dado el mismo porcentaje que le otorga actualmente al Grupo Megavisión o a Telecorporación Salvadoreña, no tendría problemas en acomodar su línea editorial en apoyo al fascismo actual como lo hizo en las décadas de los 60 y 70. No olvidemos que las diferencias que tienen sus dueños con la familia Bukele son de forma, no de contenido. 

Es por eso que no me compro su portada. Me parece que en el fondo abona a la deliberada despolitización y blanqueamiento de su figura que se ha venido dando en diferentes frentes desde los 90 junto con los discursos celebratorios del fin de la historia. Si uno lee en serio la poesía de Dalton, rastreando la construcción del ideologema alternativo que él elaboró constantemente de la patria y del alma nacional, se dará cuenta de que está en las antípodas de la patria oficial que este medio, como vocero de un pensamiento conservador, ha ayudado a consolidar históricamente. A diferencia de Monseñor Romero, que se podría prestar a ambigüedades, Dalton dejó muy clara su ideología y su causa de lucha: era un poeta marxistaleninista a quien le daba dolor de cabeza el capitalismo, que imaginaba al comunismo como una aspirina del tamaño del sol; alguien que acusaba a la propiedad privada de habernos privado de todo, y dedicaba incendiarios poemas a la oligarquía y al imperialismo estadounidense. Muchos quisieran a un Dalton liberado de la política, pero ese, para ser honestos, es un Dalton que nunca existió. 

Dalton García no fue bueno ni genial a pesar de su contexto, sino con y gracias a él. El contexto no es solo un trasfondo: es el coautor de su obra. Ningún escritor ni ninguna obra flota por derecho propio pues está anclada en una base material. Ningún artista está fuera del mundo. Miguel Ángel Asturias no hubiera podido escribir El señor presidente sin su contexto. Para Dalton, además, buena parte de su obra no se hubiera escrito sin el apoyo brindado por Cuba y Casa de las Américas, que le proporcionó las condiciones materiales necesarias que El Salvador no le podía dar para que se dedicara a la escritura y se despreocupara de satisfacer lo primario y sustancial. 

Luis Melgar Brizuela, escritor, investigador y estudioso de la obra de Roque, solía enseñarnos a quienes fuimos sus alumnos en la Universidad de El Salvador, que había una involución en términos de calidad literaria en la obra de Dalton a medida que ésta se hacía más «panfletaria». Sugería que las ideas de izquierda per se estaban en contradicción con la calidad estética de su obra literaria. No sé si pensaba lo mismo con las ideas de derecha o del liberalismo presentes en cualquier obra, pero se me ocurre que detrás de estas palabras había un sesgo antizquierdista y quizás la misma intención por despolitizar a Dalton. 

Brizuela también nos enseñó a un escritor susceptible a ser reificado. Había un Dalton indigenista, un Dalton panfletario, otro lírico, uno que era ideólogo de la revolución, otro guerrillero, etc. Esto, en lugar de verlo como diferentes registros y lenguajes artísticos sobre los cuales se movió el poeta con versatilidad, habla más bien de su enorme genio y talentoartístico. Nos puede gustar más un registro que otro, pero si consideramos que solo el Dalton lírico es el que tiene calidad literaria, nos podría llevar problemáticamente a la jaula del canon, y descalificar, desde ahí, otras propuestas estéticas como las de Nicanor Parra o la de la Generación Beat. Dicha premisa abre la puerta a una comprensión de los lenguajes artísticos como estables y ahistóricos y de una autonomía literaria que flota pura y por derecho propio. 

La obra de Dalton solo puede entenderse en su totalidad tomando en cuenta que, nos guste o no, el propósito de este autor era hacer de su obra un arma al servicio de la revolución de los pobres. Política y literatura eran un solo concepto dentro de su propuesta estética. Ahora bien, dejando de lado esto que da para una larga discusión sobre lo literario y lo no literario, me parece más importante reivindicar la radicalidad de este gran autor, su lucidez intelectual y perspectiva clasista en tiempos de una dictadura de derecha de rasgos fascistas que continúa beneficiando a los grupos oligárquicos, una dictadura que ha despojado a más de 11,000 familias de sus territorios en beneficio de manos privadas; que criminaliza y castiga con el régimen de excepción a vendedores informales; que ha dejado como saldo más de 400 muertes confirmadas bajo custodia del Estado (muchas con signos de tortura) y docenas de personas presas y perseguidas políticas. 

En un escenario como este, me parece que su voz representa un faro de esperanza y rebeldía más allá del blanqueamiento que quiere hacer El Diario de Hoy de su figura. Pese a que muchos, incluso su misma sangre lo han olvidado, es apropiado su consejo: 

No olvides nunca
que los menos fascistas
de entre los fascistas
también son
fascistas.

Coyoacán, septiembre 2025.



ALLAN BARRERA (El Salvador, 1985). Escritor y académico salvadoreño residente en la Ciudad de México. En 2019 ganó el VII Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve por su cuento 2 de noviembre.

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