Enhebradas: una tradición que lucha por sobrevivir

Enhebradas, una tradición salvadoreña en extinción

Sensuntepeque, Cabañas, se encuentra a 86 km de San Salvador. Está dividido por 22 cantones, uno de ellos es donde, en mayo de cada año, se celebran las enhebradas de flores, una tradición que lucha por mantenerse viva


Inés Ramírez | periodista y docente universitaria


SAN SALVADOR.- El cantón Nombre de Dios es el más grande de Sensuntepeque, posee 19 caseríos y un poco más de 500 casas. Uno de estos caseríos es Providencia, uno de los más pequeños —posee una docena de casas— pero de los más importantes para la feligresía católica. Aquí está la iglesia más grande y antigua del cantón que data de casi 115 años. Este templo se construyó en honor a la Divina Providencia y se inauguró un 11 de febrero de 1907, por eso las fiestas patronales se celebran esa fecha cada año.

Los pobladores de los caseríos: El Jicarillo, Güiligüiste, Ventanas, Salamar, Laderas, La Joya, entre otros, asisten a misa los domingos en esta iglesia. Hoy es un domingo como cualquier otro, pero hay una diferencia notable en el altar: cientos de flores lo adornan; son de color blanco y fucsia, estas son las flores de mayo que han sido enhebradas en honor a la Virgen.

Sobre la tradición

¿Qué son las enhebradas? Consiste en reunir la mayor cantidad de flores y enhebrarlas una a una, generalmente con hilo de coser, para elaborar cordones o rosarios, según el largo y estilo que cada «enhebrador» quiera darle. Alrededor de las mesas, donde están las flores, se sientan las personas invitadas y comparten anécdotas; por supuesto, no pueden faltar la música y la comida para compartir el momento. Nadie se duerme hasta haber enhebrado hasta la última flor.

Mayo se conoce como el mes de las flores y también, en la religión católica, es el mes de la Virgen María. Don Santiago Orellana, originario de Providencia, tiene más de 80 años y recuerda que, de niño, su mamá ya celebrara enhebradas en su casa. Ella tenía un día asignado, como todas las familias del cantón, para enhebrar flores y al día siguiente presentarlas como ofrenda en la iglesia.

Ramiro Velasco, profesor universitario, en su artículo «Mayo: mes de las flores y de los recuerdos», menciona que para los años 1950–1960 en Cabañas ya se celebraban las enhebradas. «La flor de mayo. Se denominaba así al reparto de los días del mes a cada una de las familias para celebrar a María. A mi familia, los Barrera, le tocaba el día 22 de mayo; una fecha difícil de olvidar que se fue heredando de los abuelos a los padres y de los padres a los hijos».

Pero esta singular celebración parece no tener presencia solo en El Salvador. Armando José Ramos, escritor hondureño, en su artículo: «Las enhebradas, recuerdo de las flores de mayo», menciona: «Era costumbre religiosa en la frontera sur del departamento de Lempira, y en todos los pueblos y aldeas de la tierra caliente, que en mayo se celebraban las flores. Cuando empezaban a florecer los árboles y llegaban las lluvias torrenciales, la gente de la comunidad se agrupaba en una casa de la vecindad para enhebrar los ramos».

En el sur México se le conoce como «la ensarta de flor de mayo». La ensarta de flor de mayo es una de las tradiciones más arraigadas de la cultura zoque, especialmente de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. La celebración allí es bastante parecida a la de El Salvador y Honduras; se ameniza con platillos típicos y música en vivo.

Pero hay algo más en común. En los tres países es una tradición en vías de extinción. Es recordada solo por los adultos mayores, los jóvenes desconocen su existencia. Otra característica en común es que los árboles que dan las flores para las enhebradas se están agotando, ya no los hay tantos como antes y esto dificulta la continuidad de la costumbre.

Según el sitio «Biodersidad mexicana», el nombre de este árbol es cacaloxóchitl, del náhuatl cacalote, cuervo, y xóchitl, flor, que significa: «flor de cuervo». Su nombre científico es Plumeria rubra. Es originario de Mesoamérica, pero su presencia se extiende hasta Brasil. Puede medir hasta 20 metros de alto, con un tronco delgado y bifurcado. Copa globosa y follaje durante algunos meses. Su flor puede ser blanca, rosa, roja, naranja, fucsia o amarilla.

Este árbol también tiene otros nombres comunes como: flor blanca, flor de ensarta, flor de la cruz, flor de la cruz tinta, flor de mayo, flor de señora, entre otros. Este árbol es considerado una obra maestra de la naturaleza. De acuerdo con la nota «Bondades de la plumería» de El Diario de Hoy, se desarrolla perfectamente hasta en la lava en las zonas de El Jabalí, también decora las costas de San Diego o las montañas de Corinto, en Morazán. No exige condiciones especiales para existir; incluso, sobrevive a las quemas o incendios que se producen cada verano. Si se riega, brinda flores todo el año.

Pero lo sorprendente de este árbol no llega hasta allí. Es la flor nacional de Hawái, donde se conoce como frangipani y se usa para hacer los collares de bienvenida. También es la flor nacional de Nicaragua, donde se conoce como sacuanjoche. En Guatemala es la nicte de monte, en Costa Rica cacalojoche y en Panamá es la caracucha.

En El Salvador se conoce como flor de mayo y su uso más popular es en la feria de las Flores y las Palmas en Panchimalco, una tradición que se celebra desde hace 40 años. Poco se conoce sobre las enhebradas que se realizan en lugares como Nombre de Dios.

La gran enhebrada en Providencia

Daniel Orellana es un joven originario de Providencia, su abuelo es don Santiago. Dany, como cariñosamente le llaman en el cantón, vive desde hace once años en Estados Unidos y en este mes quiso hacer una gran enhebrada en su casa de Providencia. A diferencia de la época de niñez de su abuelo, hoy las familias no tienen una fecha asignada para realizar las enhebradas, se hacen a voluntad de cada una.

«Principalmente, deseo que no desaparezca la tradición. También porque es un convivio para todas las personas y ayudará para que los niños se alejen de los malos caminos», así describe Daniel su motivación para realizar esta actividad. Su objetivo es que lleguen personas de todo el cantón Nombre de Dios y hasta el alcalde del municipio está invitado.

Las diligencias comienzan de madrugada. Las mujeres se encargan de los preparativos para hacer los tradicionales tamales y pan que no pueden faltar en las enhebradas. Los hombres toman canastos, varas y machetes para irse a los montes a buscar las flores de mayo.

Comentan que este año ha sido más difícil encontrarlas. Las lluvias las han hecho caer o ya han sido cortadas para otras enhebradas. Los árboles son cada vez más escasos; no obstante, se adentran en los valles, barrancos y montañas para conseguirlas, es una mega enhebrada y se necesitan muchas. La mayoría de las que se encuentran son blancas con un degradé de color amarillo en el centro. Gracias a amistades en otros caseríos, se lograron conseguir rosa y fucsia.

Es mediodía y los primeros canastos con flores comienzan a llegar. Se preparan mesas con hojas de huerta para colocarlas cuidadosamente. Cada tanto se rocían con agua para que no se marchiten. El almuerzo ya está servido para los «cortadores»: una sopa de gallina india acompañada de tortillas recién salidas del comal de barro. El calor arrecia, pero los cortadores toman nuevamente sus canastos y regresan a la búsqueda; están acostumbrados, así es la vida en el campo.

Cae la tarde y ya hay varias mesas llenas de flores. La idea es que los invitados se sienten alrededor de ellas para enhebrar. Los tamales y el pan también están listos. Daniel ha pensado en cada detalle. Ha contratado a un grupo musical para que deleite a los asistentes, también ha mandado a poner canopies por si llueve. Aprovechando que es el mes de las madres, ha querido dar un regalo a cada una. Más de 80 se repartieron esa noche.

Los invitados comienzan a llegar. Uno de los primeros es el alcalde del municipio, José Alfaro, conocido popularmente como Chepito y que hace unos días ha tomado posesión de la alcaldía que, desde hacía 15 años, había estado en manos de un mismo alcalde. El edil se acerca con curiosidad a la mesa de las flores y pregunta: «¿En qué consiste esta tradición? No la conocía». Luego de explicarle de qué se trata, se apunta para ser un enhebrador.

El aroma de las flores invade todos los pasillos de la casa. Se dan las palabras de bienvenida y el conjunto musical comienza a amenizar la velada. Mujeres, hombres y niños se acercan a las mesas para comenzar a enhebrar flores. Ya se tienen listas las agujas con hilo para cada uno. Hay tantas personas que el espacio no alcanza; toman flores en tarros y enhebran, sentados, parados, todos quieren ayudar.

Son las nueve de la noche y no hay señales de lluvia. El cielo está despejado. Hace calor para una noche normal en Providencia que, según los lugareños, es de clima fresco. Muchas personas han caminado largas distancias para llegar y deben regresar en la oscuridad de la noche por veredas que solo conocedores del terreno pueden cruzar. Pero hoy no hay prisa por volver. Quedan muchas flores esperando por ser enhebradas.

Alrededor de las once de la noche la actividad está por terminar. Son pocas las flores que quedan en las mesas; algunas ya marchitas, pero la idea es que ninguna se quede sin llegar al altar. Dos varas repletas de cordones de flores están ya listas. La iglesia está a solo unos pasos de la casa. Se llevan y comienza uno de los procesos más importantes: adornar la iglesia con todas ellas para la misa del día siguiente.

Una docena de cohetes de vara anuncian el fin de la enhebrada. Todos, especialmente los que están despiertos desde la madrugada, lucen exhaustos; sin embargo, no abandonan la faena y se disponen a los quehaceres que hacen falta. Los niños, alegres porque los han dejado estar despiertos hasta tarde, juegan en los alrededores de la iglesia.

Todos los domingos hay misa en Providencia. Esta es especial porque se ofrecerá a la enhebrada y a sus bienhechores. Daniel, desde la distancia, comenta que siente nostalgia y felicidad porque se están dando a conocer su cantón y esta tradición que no quiere que se pierda, por lo que no descarta continuar apoyándola.

La noche del sábado 15 de mayo, se calcula que unas 300 a 400 personas asistieron a la gran enhebrada. Las flores adornarán la iglesia por unos días; cuando se sequen, según la costumbre, serán puestas en bolsas de nylon y guardadas en la casa. Cuando haya tempestad por lluvias, estas flores benditas serán quemadas para espantar los vientos.

7 Comments

  1. Mi madrecita doña Licida Zavala-Bonilla (QDDG), nació en el Cantón Nombre de Dios, y siempre nos llevaba año con año a su pueblo, una tradicción que mantuvó hasta que emigramos a US, logre ver una enhebrada bajando del caserío Los Aposentos, y me pareció algo muy bonito, el ofrendar a la Virgen, de esa forma. Que lindo que hay personas, como Daniel, que quieren mantener viva una de las mas bonitas de nuestras tradiciones.
    Muy buen artículo, gracias.

  2. No se si es la misma tradición , pero hace muchos años…fines de las 60 presencié una procesión donde se llevaban hojas de cocoteros llenas de flores, le pelaban la hoja que quedara solo la vena, y ahí era donde enhebraban las flores…

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