Ernesto Cardenal, el poeta que se enamoró de Dios

El escritor nicaragüense William Grigsby Vergara, quien escribió su tesis de maestría sobre la relación entre la poesía y la obra plástica de Ernesto Cardenal, nos descubre algunas de las pistas de su obra, y su relación de amistad con el poeta

William Grigsby Vergara | Narrador, poeta y artista plástico nicaragüense.

La última vez que vi a Cardenal fue en 2019. En esa ocasión le dejé un libro de poemas que venía trabajando desde mi llegada a México, en 2015. Aquella mañana el poeta estaba de buen humor y me recibió con un estrechón de manos, sentado en un sillón café. Si bien es cierto que sus ojos grises estaban cada vez más canosos, y su pelo blanco se le derramaba encima de la cotona como un río de espuma, había en él una plenitud que no había visto en años anteriores.

Estoy seguro de que esa alegría venía del gesto que había tenido el Papa Francisco con él hacía pocos meses, cuando le notificó la suspensión de la sanción canónica que pesaba sobre Cardenal desde 1983. Todos recordamos aquella foto histórica donde aparece un rígido Juan Pablo II señalando a Cardenal con el dedo, en un gesto de amonestación lamentable que terminó por humillar más al Papa que al propio poeta. La suspensión a divinis que le impedía administrar sacramentos fue un gran desaire para Cardenal en los años revolucionarios. Más adelante llegaría el colapso del proyecto sandinista que involucró a todo un pueblo esperanzado, y que no se pudo sostener en el tiempo, lo cual terminaría por influir en el título que eligió Cardenal para el último tomo de sus Memorias: La revolución perdida. Sin embargo, el carisma trapense del sacerdote de Solentiname iba por encima de aquellos fracasos. La obra poética de Cardenal, mundialmente celebrada, sostenía cualquier revés. Su íntima relación con Dios le daba una frescura que lo acompañó incluso en el último tramo de su vida.

Ese día que nos vimos en Managua Cardenal me comentó que estaba leyendo un libro sobre el origen del cosmos, algo que se repetía cada vez que lo visitaba: el poeta estaba siempre pendiente de los avances en astrofísica, leía mucha divulgación científica y le fascinaba la biología. Estas lecturas lo mantenían con vida puesto que su curiosidad era infinita. A menudo pienso que una de las grandes virtudes de Cardenal fue mantener vivo a su niño interior hasta el final. De él aprendí que hay viejos bellos; ancianos que, como él, se mantienen cristalinos y brillantes incluso cuando ya no pueden caminar.

Cardenal era capaz de imprimir aquella vitalidad en casi todo lo que hacía, y una muestra de ese don eran sus esculturas, las cuales me sorprendieron desde la primera vez que las vi en el Centro Nicaragüense de Escritores, antiguamente ubicado en el Reparto Los Robles. Cardenal se mantenía escribiendo en aquella oficina, y estaba disponible para cualquier visita siempre que Luz Marina Acosta, su asistente personal, también estuviera presente en las instalaciones. Años más tarde, cuando viajé a México para llevar a cabo mi Maestría en Estudios de Arte, le dije a Cardenal que yo miraba a Dios en sus esculturas y quería hacer mi tesis sobre la relación entre su poesía y su obra plástica. Cardenal aceptó y me concedió dos entrevistas, en las cuales tuve la oportunidad de profundizar en su proceso creativo.

A partir de este acercamiento me fue posible realizar mi tesis de maestría en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, entre los años 2015 y 2017, con un proyecto de investigación titulado “Poesía visual en la escultura de Ernesto Cardenal”. El estudio me llevó a la conclusión de que, en la mayoría de sus obras, Cardenal manifestaba una preocupación por llevar la forma a su más pura esencia, eliminando elementos accesorios que constituyeran obstáculos para alcanzar la pureza de la obra artística. Su propuesta fue vanguardista por los temas que abordó a lo largo de más de 50 años de trabajo sostenido: la evolución de las especies, el origen del cosmos, la introversión filosófica, la maternidad, la mitología griega, la figura femenina, la Teología de la Liberación, entre otros.

Pese a que Cardenal era parco en sus respuestas, yo siempre me sentí cómodo con él. En una de las entrevistas que tuvimos me confesó que ya no esculpía directamente las piezas, sino que le pedía a un carpintero que le ayudara. Cardenal hacía el dibujo y el carpintero se encargaba de darle una forma tridimensional al pato aguja, la garza o el chocoyo que tuviera en mente. Siempre tuve la impresión de que Cardenal estaba atravesado por un eje común, la sencillez. El poeta, el escultor y el sacerdote eran un solo hombre sencillo. Cardenal hablaba poco, pensaba mucho y escribía más. No se me olvidan los lanzamientos de sus dos últimos libros de poemas, escritos con más de 90 años. Y el interés que siguió despertando su obra en todo el mundo a esa edad.

En enero de 2019 el Instituto Teresa Lozano Long de Estudios Latinoamericanos (LLILAS) anunció la creación de la Cátedra Ernesto Cardenal, noticia que le dio mucha alegría al poeta. Los reconocimientos siguieron llegando. El viernes 6 de diciembre Cardenal fue declarado Huésped Distinguido de la Ciudad de México, reconocimiento que se empalmó con la publicación de su Poesía completa en España, bajo el sello de la editorial madrileña Trotta.

Todo esto llenaba de vida al poeta que alguna vez escribió, inspirado en su relación con Dios: “Aunque no existas, yo te amo”.

El domingo 1 de marzo de 2020, a las 3:06 de la tarde, Ernesto Cardenal dio el espíritu en el Hospital Vivian Pellas de Managua tras un infarto provocado por complicaciones respiratorias que lo tenían postrado desde hacía cuatro días. De la breve conversación que tuvimos aquella mañana de 2019 en su casa de Managua me quedo con el cariño con el que Cardenal me recibió, y con los comentarios que luego me hizo llegar a través de Salvadora Navas, su editora en anamá, con respecto a “Instalaciones y otros poemas”, una colección en la que yo venía trabajando desde hace cuatro años:

Me gusta esta poesía clara y profunda, fresca y juvenil, que hace mucho bien al país. Los que han nacido poetas deben continuarla.

Ernesto Cardenal
Managua, 2019

William Grigsby Vergara. (Managua, 1985). Narrador, poeta y artista plástico. Doctor en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Ha escrito un poemario, un libro de cuentos y una novela: Poemas que amanecen (2025), El silencio canta en mí (2023) y El genio espiritual (2020). Es Mención de Honor en el Concurso Internacional de Poesía Joven Ernesto Cardenal 2005, Premio Nacional del Centro Nicaragüense de Escritores 2010, Finalista del Premio Internacional de Narrativa “Ignacio Manuel Altamirano”, 2020 y colaborador de la Revista Centroamericana Carátula. Actualmente se desempeña como docente de asignatura en el departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.

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