Mayo Sibrián: una aproximación psicopatológica 

Mayo Sibrián, comandante guerrillero del Frente Paracentral en la guerra civil salvadoreña, fue acusado de masacrar sin sentido a sus subordinados en los años ochenta, una herida abierta e impune para los familiares de las víctimas. Jesús Martínez, escritor y psiquiatra, analiza la mente de Sibrián por medio del libro de José Manuel García, publicación sobre este personaje al que algunos se refieren como el «monstruo»


Jesús Martínez | Poeta y psiquiatra


Recientemente me enteré del libro escrito por el documentalista José Manuel García: Mayo Sibrián: el monstruo del frente paracentral, con el subtítulo La masacre que ocultó la guerrilla salvadoreña. El libro trata sobre este personaje quien tuvo a su cargo el Frente Paracentral en la guerra civil, y quien padecía de una desconfianza tal que acusaba a sus propios compañeros de traición por cualquier cosa que calificara como sospechosa y quien asesinaba a los acusados dentro de sus propias filas con lujo de barbarie, reduciendo una tropa de más de 600 hombres a solo una docena de combatientes.  

Cuando nos enteramos de sujetos que cometen actos atroces rápidamente los catalogamos de locura, pero ¿a que nos referimos cuando hablamos de locura? ¿Es la locura similar al termino clínico actual de psicosis? ¿Tiene la locura relación con la maldad? Trataremos de responder estas preguntas a la vez que nos aproximaremos a responder qué padecía Mayo Sibrián. No contamos con un historial clínico completo y las observaciones que realizaremos están basadas en libro de José Manuel García por lo que, únicamente es posible realizar una aproximación y no un estudio exhaustivo que nos permita sacar una conclusión diagnóstica definitiva o incluso una explicación de la formación sintomática como se ha realizado en otros casos como en el del famoso Ernest Wagner1 , o en  el análisis que Erich Fromm hace sobre Hitler en Anatomía de la destructividad humana y en las conferencias de El amor a la vida.

¿Estaba loco Mayo Sibrián?

Primero tendremos que responder qué entendemos por locura. La locura pertenece al lenguaje popular y desde ahí se ha trasladado al lenguaje médico, suele entenderse en oposición a la razón, lo contrario de ella y también como lo otro de la razón. La compresión más propia será la siguiente: aquellas manifestaciones psíquicas (afectos, pensamientos y actos) que son contrarios a la razón. En ese sentido se pueden cometer actos de locura sin estar loco de ahí las expresiones comunes «¿qué locura has hecho?», «¿te has vuelto loco, cómo has podido hacer eso?», también parece ser que la mayoría de seres humanos tenemos una locura personal, algo en lo que creemos que es contrario a la razón aunque sepamos que no es verdad, del estilo «me gusta creer que es así», como por ejemplo: los horóscopos. Se puede estar loco sin ser psicótico y al mismo tiempo se puede ser un psicótico sin cometer actos de locura.

Ahora bien, que un comandante guerrillero acuse a sus propios compañeros de traición por cualquier cosa que calificara como sospechosa y que los asesine con lujo de barbarie, ¿es un acto de locura?, ¡sin lugar a dudas!, pero ¿se trataba de un cuadro psicótico?

El termino psicosis se utiliza en el área de la salud mental para definir un grupo de cuadros clínicos que tienen que ver con la pérdida del contacto con la realidad, sin embargo hay otras enfermedades que no corresponden a cuadros psicóticos donde se pierde el contacto con la realidad como cuadros disociactivos, síndromes confusionales, etc. Por lo que lo que caracteriza a la psicosis clínicamente es una dimensión de la experiencia que atañe sobre todo a la relación del sujeto con el saber y la verdad, que puede manifestarse, por ejemplo, en la relación con los otros como en la paranoia donde se presenta la autorreferencia y el perjuicio con un completo convencimiento que hay otro que me quiere hacer daño. Esto es lo esencial en la psicosis una certeza absoluta pero, no es lo único, además hay alteraciones en otras dimensiones: en el cuerpo (extrañeza, intrusión xenopática, desposesión); en el lenguaje (lenguaje de órgano, literalidad, neologismo, paralogismos de von Domarus); la satisfacción, el placer y le goce (desregulación y deslocalización, plenitud e intensidad insoportable); con el deseo y la vida (desvitalización, vacuidad, desapego). En palabras de Lacan: «Un desorden […] en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto».

Con los datos que tenemos podemos afirmar que efectivamente se trata de un caso de psicosis.

¿De qué trata el caso de Mayo Sibrián?

«Francisco Edmundo Argueta Hernández era un ordenanza de la facultad de Medicina en enero de 1970, luego laboratorista, auxiliar de primera clase y por último auxiliar de docencia e investigación en 1974, donde se le pierde la pista, decidió cambiarse el nombre a Mayo Sibrián para homenajear al comandante Celso quien murió en combate y cuyo verdadero nombre era José Roberto Ramírez Sibrián». (García)

Es cierto que era una práctica común que los combatientes guerrilleros adoptaran un pseudónimo por motivos operativos y de seguridad, en esta elección podemos pensar que en el pseudónimo se encuentra cifrado un ideal «ser un guerrillero que defiende la causa a toda costa y a cualquier precio», ideal que se asume a lo mejor, para reforzar la identidad precaria del ordenanza que era Francisco Argueta.  

Y que lo llevaría a ser: «Un tipo intransigente que abrazó con fuerza la figura del guerrillero sufrido y entregado». (García)

«Las pocas personas que cuentan cosas acerca de Mayo, las que se atreven, lo recuerdan como un tipo hosco y extremadamente retraído. Un hombre que despreciaba cosas triviales como los desodorantes, los cortes de cabello y la limpieza de las uñas. Cualquier comportamiento que no comulgara con su ideal de esforzado combatiente era una ‘mariconada de la oligarquía pequeño burguesa’». (García)

En los cuadros psicóticos existen varios grupos de síntomas, los llamados síntomas negativos corresponden a una disminución o ausencia de funciones y emociones habituales es decir hacen referencia a aquello que antes se tenía y que ahora se ha perdido, por lo que este descuido en el aspecto personal, esta hostilidad y este retraimiento pudieran corresponder a este tipo de síntomas de un cuadro de psicosis y que pueden presentarse incluso diez años antes del aparecimiento de los llamados síntomas positivos que son aquellos que aparecen y no estaban presentes antes en la persona, como las alucinaciones, los delirios o la desorganización del pensamiento y comportamiento. Son síntomas que añaden algo a la experiencia de la persona que no estaba ahí antes. 

Vemos que ya existían fuertes indicios de una gran enfermedad psíquica en Mayo Sibrián y el caso es que fue capturado y torturado por 1 año y tres meses. El jurista romano Ulpiano define la questio (como se llamaba la tortura en la Antigua Roma) «el tormento del cuerpo para obtener la verdad», y La Asamblea Médica Mundial de Tokio celebrada en 1975 como: «El sufrimiento físico o mental infligido en forma deliberada, sistemática o caprichosa, por una o más personas, actuando sola o bajo las órdenes de cualquier autoridad, con el fin de forzar a otra persona a dar información o hacerla confesar por cualquier otra razón.»

Es imposible salir bien mentalmente después de un evento traumático tan terrible como es la tortura y lo habitual es que se presenten trastornos de estrés post-traumático, cuadros de ansiedad y depresión, transformaciones de la personalidad e incluso psicosis, el cuadro que se presente dependerá de múltiples factores como la intensidad, el tiempo de exposición, los recursos de los que dispone la persona, la respuesta del ambiente, la salud mental previa, etc. 

Si previamente ya existían síntomas prodrómicos es previsible que al ser sometido a un gran estrés se dé un franco desencadenamiento del cuadro psicótico. 

Recordemos el ideal de Mayo Sibrián: «Un guerrillero que defiende la causa a toda costa y a cualquier precio», por lo que no debió de confesar ni ceder a pesar de ser torturado, pero para mantenerse en silencio y afrontar tal nivel de angustia provocado por el dolor físico y emocional tendría que echar mano de un mecanismo de defensa psíquico poderoso como es el delirio, a veces la única forma de tolerar lo insoportable.

«Cada sesión de tortura a la que era sometido hacía que la idea de una red de infiltrados dentro de los campamentos guerrilleros se enquistara cada vez con más profundidad en su mente». (García)

Llegado a este punto conviene preguntarnos ¿Qué es el delirio? 

Siguiendo a J.M. Álvarez podemos decir que: «Se pueden dar dos tipos de definiciones, una desde fuera y otra desde dentro. Desde fuera se subraya la distancia, la irracionalidad, la falsedad, la irrealidad e inflexibilidad. Y de ese modo se concibe como un disparate que el enfermo considera verdadero y sobre el que no se puede influir mediante la razón ni la evidencia». (Álvarez)

Ahora bien, no es un disparate que en una organización guerrillera exista una red de infiltrados, es totalmente plausible, entonces ¿cómo podemos justificar que esta idea que llevó al asesinato de cientos en las propias filas guerrilleras sea psicopatológica?, entendiendo el delirio desde dentro: «Un poco más cerca del núcleo, se habla de certeza, incorregibilidad, disconformidad con la realidad y cosas de este tipo. Visto desde dentro se nos antoja distinto. El corazón del delirio muestra imperiosa necesidad de engañarse sobre algo inadmisible mediante la triquiñuela de la verdad absoluta. La mayoría de las veces esa ceguera se manifiesta a través de desatinaos, pero en algunas otras, las menos, puede llegar a coincidir con la realidad común, las evidencias de las ciencias y los dogmas de las religiones». (Álvarez)

Es por eso que consideramos la ideas de la existencia de una red de infiltrados como delirante aunque existe la posibilidad que fuera real, incluso un reloj que está parado da la hora exacta dos veces al día, pero la completa convicción de que es la hora correcta todo el tiempo lleva a mal interpretar la realidad en este caso con consecuencias atroces. 

«Como experiencia, el delirio tiene la densidad de la certeza y la determinación de la pasión más desbocada y temeraria. Aunque contiene un granito de verdad, el delirio es esencialmente ocultación y ceguera necesarias». (Álvarez)

Mayo Sibrián. Foto de origen desconocido.

El delirio tiene dos elementos compositivos: la revelación y el razonamiento. En Mayo Sibrián es posible suponer que el momento de la revelación del delirio fue mientras era torturado pero ¿cuándo apareció el elemento segundo del razonamiento para dar forma coherente y lógica a esas verdades reveladas?

«Durante su recuperación, Mayo se hizo de dos libros que leía y releía con devoción absoluta. El primero, un teto llamado El documento filipino, que narraba cómo la CIA logró infiltrarse en parte de la guerrilla filipina y ayudó a desarticularla desde adentro. Y el segundo, La clave está en Rebeca, una novela de espionaje, ficción total, del escritor Ken Follet. En todas sus páginas, Mayo encontró los evangelios de su cruzada. 

»Desde las primeras charlas e interrogatorios con sus superiores, Mayo soltó a bocajarro su teoría de la infiltración masiva del enemigo en los campamentos de la guerrilla.

»Su principal argumento eran los incontables detalles secretos que sus torturadores, entre trompada y garrote, pretendían que él admitiera y corroborara. Esa duda fue la que él vendió muy bien a sus superiores.

»En la cabeza tenía la certeza absoluta de que él era el elegido para acabar con la red de espionaje que el enemigo había tendido. Su credo era simple: nadie escaparía de sus manos. 

»Un grupo de muchachos, casi niños,  de 12 y 17 años, fueron llevados al campamento de Mayo para la conformación de un nuevo pelotón. Todos procedían de los campamentos de refugiados salvadoreños asentados en Honduras. Mayo los alineó uno junto a otro. Los cipotes estaban emocionados y orgullosos. Ahora si iban a ser combatientes de verdad.

»Mayo tomó su fusil y sin mediar palabra les disparó hasta que ninguno se movió. Cayeron fulminados al instante por el fuego de metralla. Cuando Mayo se quedó sin balas, ante el estupor de todos, solamente dijo: ‘¡Todos estos monos son enemigos y por eso les mostré cómo se debe de actuar! ¡Hay que ser revolucionarios hasta las últimas consecuencias!’» (García)

¿Qué tiene que ver el ser revolucionario con asesinar a un grupo de muchachos? Nada, hay una clara falla en la lógica influida por la percepción delirante que genera esta incapacidad específica para el razonamiento silogístico.  Lo que conocemos como principio de Von Damarus: esto significa que los sujetos con delirios tienen dificultad para distinguir la identidad de los sujetos de la identidad de los predicados en proposiciones lógicas, en un ejemplo menos violento: «Dios es amor y el amor es ciego, Stevie Wonder es ciego por tanto Stevie Wonder es Dios». 

Más aún, encontramos descrito lo que parece una clara conducta alucinatoria: 

«Le gustaba sentarse debajo de un árbol a hablar solo. Mantenía largos monólogos consigo mismo, al tiempo en que se contaba los dedos de las manos una y otra vez de forma compulsiva». (García)

Podemos sostener la hipótesis de que lo observado fenomenológicamente puede corresponder a la interacción del sujeto con los propia psicopatología es decir que en lugar de un monólogo en el sentido más literario, el del diálogo interior, estuviera interactuando con las alucinaciones que presentaba. 
Está claro que Mayo Sibrián tenía una enfermedad mental, una psicosis de tipo paranoide (no es posible afinar más el diagnóstico con los datos que tenemos), pero nos queda el problema de la maldad reflejado en el método utilizado para asesinar a sus víctimas: 

«Tenía que comenzar a socavar la moral de los infiltrados. Había que iniciar entonces por los jefes. Si uno de ellos era culpable, seguramente terminaría confesando. Si no lo era, los demás verían que bajo su mando no habría garantías de rango para nadie. Eso sí, instauró una regla que mantendría vigente siempre y debería ser respetada por todos: Un traidor no era merecedor de una bala. Por lo que sus métodos de tortura y ejecución, consistían en romper huesos, lapidaciones, muerte a golpes o ahorcamiento. Mayo fue brutal. Después de días de tortura, dejó que las fracturas expuestas se infectaran y los gusanos comenzaran a devorar vivos a los supuestos traidores. Cuando finalmente hizo desfilar a todo el campamento frente a ellos, el olor pútrido y la miserable agonía de esos desgraciados, fue la mejor declaración de poder absoluto que el comandante Mayo pudo haber hecho. 

»Quienes recuerdan este suceso cuentan que simplemente los dejó ahí, tirados en el suelo de barro, con medio cuerpo deshecho, Agonizando en silencio y abandono». (García)

No todos las personas que padecen este tipo de cuadros son peligrosas, es más son la excepción, y más aún no todas las personas que padecen de psicosis son asesinos despiadados.

¿Tiene que ver entonces la maldad con la locura?

No está claro de existir un vínculo esta relación es cuando menos controvertida. Sí resulta evidente, en cambio, el papel que el mal y el crimen desempeñan la historia de psiquiatría y la psicopatología. Por mucho tiempo la psiquiatría forense se ha dedicado a la determinar el grado de locura de los criminales para que luego se pueda determinar o no la imputabilidad del sujeto que ha cometido atrocidades morales.

En tanto inclinación a menudo reprobable o manifestación supuestamente contraria a la naturaleza humana, la ciencia psicológica ha vinculado la maldad al error, la anormalidad y la enfermedad. Al mismo tiempo que se engrandecía la ideología de las enfermedades mentales, las relaciones entre la locura y la maldad comenzaron a concebirse como causa y consecuencia. No podría ser que alguien que mata despiadadamente o que delinque sin el menor miramiento esté en su sano juicio. Algún poder oculto, ya no demoniaco sino enfermizo, obrará en él a modo de «impulso irresistible».

Es importante esforzarse por conservar la frontera que separa el campo de la patología del territorio ético y moral, frontera que en la historia tiende a desdibujarse. No por tener una enfermedad mental se es esencialmente malo, la gran mayoría que padecen una gran enfermedad mental (entiéndase cuadros crónico degenerativos que afectan todas las esferas de la vida) son buenas personas que intentan afrontar su propio sufrimiento sin dañar a otros.

Ahora bien, ¿los líderes mundiales que ordenan matanzas están todos psicóticos?, locos probablemente sí pero psicóticos no. ¿No está loco Benjamín Netanyahu por ordenar la despiadada ofensiva en la Franja de Gaza? Sí, pero por el momento no se han colado informes de que padezca una enfermedad psiquiátrica. 

En el caso de Mayo Sibrián podemos decir que desafortunadamente coincidió la psicosis con un hombre que fue devorado por la maldad. 


  1. El 4 de septiembre de 1913, Ernest Wagner después de matar a su mujer y a sus cuatro hijos, con golpes de cuchillo en el cuello, en el pecho y en el corazón, llevó a cabo 14 crímenes por disparo. Incendió cuatro diferentes lugares del pueblo de Mülhausen (Alemania) donde anteriormente había residido. Fue finalmente detenido por algunos habitantes del lugar y llevado a un hospital psiquiátrico donde permaneció hasta el año 1938 cuando murió. El diagnóstico emitido por su psiquiatra, el Dr. Gaupp, fue de paranoia. Doce años antes, en 1901 aproximadamente, tuvo (según él dice) actos sexuales con animales, a partir de los cuales inicia un delirio de persecución en el que siente que todos los habitantes del pueblo lo saben y se ríen y burlan de él. Se calificará de sodomita, significante que no lo soltará nunca.

BIBLIOGRAFÍA

  • Álvarez. J.M. (Compilador). Vocabulario de Psicopatología. España. Xoroi Ediciones. 2024. 
  • García José Manuel. Mayo Sibrián, el monstruo del frente paracentral. La masacre que ocultó la guerrilla salvadoreña. El Salvador. Índole Editores. 2024.
  • Kaplan, Sadocks. Sinopsis de Psiquiatría, 12ª Edición. España. Ovid Technologies. 2022
  • Lacan, J., «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis» (1957–1958), en Escritos 2, Siglo XXI editores, Bs. As. 1989.

JESÚS MARTÍNEZ (13-8-1985). Doctor en Medicina por la Universidad de El Salvador, especialista en Psiquiatría y Salud Mental por el ISSS y la Universidad de El Salvador; Máster en Clínica Psicoanalítica por la Universidad de León, España; formación en Psicoanálisis en el Centro Psicoanalítico de Madrid, España. Pertenece a la Asociación Salvadoreña de Psiquiatría filial de la Asociación Mundial de Psiquiatría y al Centro Psicoanalítico de Madrid. A nivel literario, escribe cuento y poesía, ha aparecido en varias antologías poéticas y revistas, formó parte de varios círculos y talleres como el Círculo de la Rosa Negra y Delira Cigarra. Obtuvo el premio Letras Nuevas en 2009 promovido por La Prensa Gráfica y CONCULTURA; y el I Concurso Literario de cuento «Puesisesque» 2015, promovido por la Secretaria de Cultura de la Presidencia. Es miembro de la Asociación Salvadoreña de Médicos Escritores «Dr. Alberto Rivas Bonilla» filial del Colegio Médico de El Salvador.

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