Pronto concluí que el encanto de los personajes ―no solo de estos, sino de todos los que despiertan nuestra fascinación en las ficciones― está en nuestra capacidad de mantener la distancia, escribe Vania Vargas sobre el libro Fuera de la carretera, veinte años con Cassady, Kerouac y Ginsberg, uno de los retratos esenciales de la Generación Beat, escrito por Carolyn Cassady.
Vania Vargas / Escritora guatemalteca
La Generación Beat norteamericana nació en mi imaginario luego de leer a Jack Kerouac. Los viajes de ida y vuelta de Sal Paradise por el territorio estadounidense, pidiendo jalón o con un tal Dean Moriarty al volante. Pronto supe que el protagonista de esa novela, que fue En el camino, era él mismo, y que Dean era Neal Cassady, el espíritu de fuego tras el que se movían con anhelo vital esos escritores que se conocieron en los alrededores de la Universidad de Columbia y se frecuentaron mientras cruzaban Estados Unidos, viajaban hacia México, transitaban por los bares de Jazz, la espiritualidad y los centros contraculturales de Nueva York, Denver y San Francisco en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Fue así como luego llegué al Aullido de Ginsberg, a Burroughs y el homicidio que lo convirtió en escritor, a Ferlinghetti y su mítica librería. Y, quizá, por ese origen novelesco, todos ellos se convirtieron ante mí en una especie de personajes literarios, inventados por Kerouac, que luego vivieron, amaron y escribieron y nos dejaron libros e historias delirantes que marcaron a músicos, escritores y artistas que vendrían después.
Así fue como llegué a Fuera de la carretera, el testimonio autobiográfico de Carolyn Cassady, la esposa ―una de ellas― de Neal Cassady. O valdría más decir, la mujer que resistió como testigo cercano durante los 20 años que gravitó alrededor de los escritores, mientras luchaba por mantener a flote a una familia que, contrario a su anhelo, nunca logró parecerse a lo tradicional.
El día que empecé a leerla sentí la emoción de ver la historia conocida, ahora desde otros ojos, y también la incomodidad de quien está a dos pasos de mirar detrás de una cortina que sirve de fondo para el encanto vital de una generación. Algo así como aquel que mientras avanza una película que nos llena de fascinación se empeña en saber cómo han hecho los efectos especiales.

Cassady, Carolyn. Fuera de la carretera. Veinte años con Cassady, Kerouac y Ginsberg. Anagrama, 2025.
Pronto concluí que el encanto de los personajes ―no solo de estos, sino de todos los que despiertan nuestra fascinación en las ficciones― está en nuestra capacidad de mantener la distancia. Que una vez rota esa primera frontera, desaparece el personaje y aparece la persona, y es entonces cuando todo se empieza a desmoronar. Quizá, porque un buen personaje siempre estará muy lejos de ser “una buena persona”. Porque un personaje, cualquiera que sea, no será capaz de soportar el roce de la realidad. Y como en el mito de Psique y Cupido, basta con alejarse un poco de la penumbra de la ficción para que, a la luz de la realidad, la ilusión se desvanezca como el humo.
Aun así, cuando terminé de leerla, no pude evitar sentir una especie de agradecimiento hacia la mujer que fue capaz de resistir, sobria, lúcida, y desde una imparcialidad que solo puede surgir del amor. Una mujer que asumió ser el canal a través del cual ese testimonio de vida y literatura llegara hasta aquí, sin las bengalas de la admiración y sin las sombras del despecho o la frustración por no haber encontrado en Cassady la vida que esperaba, sino desde la cercanía atenta que tienen los protagonistas y testigos, los que saben ver de frente a la vida, y, luego de sobrevivir a ella, nos confirman que la aman tal y como es.

VANIA VARGAS (Guatemala). Poeta, narradora, editora y periodista cultural independiente. Autora de los libros de poesía Cuentos infantiles, Quizá ese día tampoco sea hoy, Los habitantes del aire, y Señas particulares y cicatrices. Libros de los cuales han salido algunas selecciones publicadas en Chiapas, México; Puerto Rico y Montevideo, Uruguay, así como la reunión de poemarios bajo el título Relatos verticales. En narrativa ha publicado Después del fin y Cuarenta noches. Es, además, coordinadora de los libros de ensayo Nuevo Signo: siete poetas para nombrar un país; y Luz: trayecto y estruendo -una aproximación colectiva al legado literario de Luz Méndez de la Vega. Ha sido invitada a las ferias del libro del Zócalo, Panamá y Guadalajara, así como a los departamentos de Español de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California, y la Universidad de Copenhague, donde compartió su trabajo. Fue parte de los Festivales Internacionales de Poesía de Granada, Nicaragua; Quetzaltenango, el latinoamericano de poesía, Ciudad de Nueva York; Medellín, y Leiria, Portugal.