#DíaMundialDeLaPoesía Compartimos poemas de Vania Vargas, poeta guatemalteca, una de las voces más representativas de su país y Centroamérica
Yo también quería una cruz en Sad Hill
Esta es una fotografía mental en la que aparezco recostada sobre una cruz de madera que casi me llega al pecho En ella está pintado mi nombre con trazos descuidados y amarillos Vania Vargas / es todo lo que dice Y yo sonrío mientras miro hacia el Este por donde también se extiende el campo lleno de cruces de similares desconocidos Sonrío como nunca lo haría un vaquero mientras mira al horizonte donde sabe que solo hay peligro / polvo y sed Pero estoy imaginando / y uno puede asegurar que es rudo y sonreír al lado de una tumba hipotética en medio del páramo ubicado a varios metros del centro empedrado para el duelo que Leone soñó en el cementerio de Sad Hill El fotógrafo / otro amable desconocido empieza a tomar su distancia mide con un ojo casi cerrado / como el de los jinetes italianos la fuerza de la luz y se desplaza un poco más / caminando lentamente hacia atrás Un pájaro solitario grazna desde la copa de un árbol cercano Yo miro hacia el Este y sonrío mientras tarareo a Morricone La cámara está lista Yo también Dispara
Los créditos de un Western italiano se deslizan pantalla arriba mientras los pasos de mi padre se alejan despacio escaleras abajo Detrás de la cortina hay un lluvioso domingo en la tarde muy parecido a los de mi infancia de no ser porque esta vez no tuve que levantarme temprano ponerme vestido / ir a la iglesia Hoy soy la hija pródiga que celebra su regreso momentáneo recostada sobre el mismo sillón a la diestra de su padre tratando de convencerlo de que no siempre ganan los buenos mientras jugamos a sostenerle la mirada a Klaus Kinski y me enseña sin decirlo que la fuerza consiste en no turbarse en lo más espeso de las balas porque existen en la vida cosas aún peores como una mosca caminando por la cara de un cowboy un hombre comiendo y hablando al mismo tiempo o un bandido sucumbiendo ante los encantos de una puta En domingos como este descubrí que la frialdad es mi ficción favorita aprendí a ser fuerte Afuera llueve la pantalla se queda en negro el cuarto en silencio Stop
El sueño del acusador
Conozco a una persona que podría llegar a matar sin arrepentimiento. Dice mi nombre
cuando, en sueños, le pregunto el suyo.
My baby shot me down
–Epílogo para una canción de Nancy Sinatra–
Uno aprieta los dientes y se desespera
se deja anestesiar con güisqui por los amigos
y con la fuerza que da el dolor y la rabia
se ajusta el torniquete
muerde lo que tenga a mano
ahoga su grito
y con un corte limpio se da a la tarea
de hundirse en su herida / sacarse la bala
Después de la fiebre y el delirio
uno sale de nuevo a las estepas
cabalga con una historia que va contando
esa mancha de sangre que se asoma
tímidamente bajo la venda sucia
Eso es lo que hacen los jinetes heridos
cuando quieren sobrevivir
Luego / siguen avanzando sin voltear
Hay cosas que no se comparten
La muerte
por ejemplo
Se suponía que él debía irse al infierno
solo
Los que huyen saben de caminar sin prisa
por pueblos fantasmas
escuchar que la madera se queja
sentir que cede bajo los pies
Conocen el sonido que tiene la expectativa en los pasos
la resonancia del miedo / de la emboscada
Ellos saben que en un momento cualquiera
debajo del zapato se puede encontrar
una pieza de ropa / la mano de un enemigo
una pistola / un cigarro encendido
un escupitajo o solo polvo
el polvo que fue hecho para hacer llorar a los hombres
sin que les duela el pecho
el polvo que tarde o temprano están destinados a morder
Hoy lo sé yo
que voy conociendo el ritmo de la curiosidad y la cautela
a medida que avanzo por un lugar que solo recuerdo
cuando en sueños me sueño
Empujo la puerta
mi sombra entra primero
cae de bruces
o acaso ha estado allí
viendo hacia el techo todo el tiempo
y de su sueño haya surgido mi principio
Sus pies salen de mis pies
y de la punta de uno de ellos
se asoma la esquina de una carta
una de la baraja esparcida por el suelo
Me agacho para recogerlas
y quien yacía en el suelo desaparece
Me adentro un poco más
la encuentro de frente
su mirada me está esperando
Ella revuelve la baraja y lanza contra mí
una primera carta que me golpea en el pecho
La inocencia
dice / mirándome a los ojos
mientras me obliga a ver mentalmente la frialdad
del momento en que la puse sobre la mesa
como todo lo que tenía
sabiendo que en esa partida me tocaba perder
La segunda carta cae a mi lado
La calma
dice ella mirándome a los ojos
mientras volvía a sentir
la sangre cabalgándome en el pecho
como esa primera vez
La tercera carta salió volando hacia mi rostro
desde la punta de sus dedos
La fe
dice ella mirándome a los ojos
mientras mis manos recordaban el dolor
del que estaban hechos los altares derribados
La cuarta carta me rozó un brazo
El corazón
dice ella mirándome a los ojos
entonces me toqué el pecho
y sentí el vacío
La quinta carta cayó a mis pies
¿Y ahora? preguntó
mirándome con mis ojos
El miedo
respondo
y salgo del cuarto
de espaldas al espejo
con la certeza de que esta es
la última vez que voy a perder
The ballad of Bonnie Parker
No
esta que ves no es ni la sombra de mi lado salvaje
yo bien pude haber sido Bonnie Parker
con estas ganas que me dan de asomarme a las ventanas
de marcharme todo el tiempo
de ver el pasado destruirse
como las ciudades nocturnas
cuando tiembla el retrovisor
Yo también soñé con una vida peligrosa
con acumular historias
de las veces que he escapado de la muerte
con mostrar las cicatrices que dejó
el impacto de los días
La veo y me veo
con mi metro y medio de estatura
escribiendo malos poemas
extrañando a mi madre
cuando salgo de caminos peligrosos
apuntándole al futuro en la cabeza
sin dejar de sonreír
Yo pude haber sido Bonnie Parker
de no ser porque me aferro
a la espalda de quienes
nunca
me acompañarán por los caminos
Afuera sigue la vida
y no la alcanzo
Y estas que ves aquí
no son cicatrices aún
Dame tiempo
y te hablaré de sobrevivir
sin que se me quiebren las palabras
Acercáte
poné tu oído aquí sobre mi pecho
escuchá cómo corren los caballos salvajes
Cerrá los ojos
imaginá las dimensiones de este desierto
VANIA VARGAS (Guatemala). Poeta, narradora, editora y periodista cultural independiente. Autora de los libros de poesía Cuentos infantiles, Quizá ese día tampoco sea hoy, Los habitantes del aire, y Señas particulares y cicatrices. Libros de los cuales han salido algunas selecciones publicadas en Chiapas, México; Puerto Rico y Montevideo, Uruguay, así como la reunión de poemarios bajo el título Relatos verticales. En narrativa ha publicado Después del fin y Cuarenta noches. Es, además, coordinadora de los libros de ensayo Nuevo Signo: siete poetas para nombrar un país; y Luz: trayecto y estruendo -una aproximación colectiva al legado literario de Luz Méndez de la Vega. Ha sido invitada a las ferias del libro del Zócalo, Panamá y Guadalajara, así como a los departamentos de Español de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California, y la Universidad de Copenhague, donde compartió su trabajo. Fue parte de los Festivales Internacionales de Poesía de Granada, Nicaragua; Quetzaltenango, el latinoamericano de poesía, Ciudad de Nueva York; Medellín, y Leiria, Portugal.
Siempre son increiblemente fuertes los poemas de Vania