/

Dientes, cuento de Manuel Vicente Henríquez B.

Dientes, un cuento de Nahuel Vicente Henríquez B.

De todo eso se acordaba el hombre ahora que estaba en la cirugía. No sabía si lo recordaba o lo soñaba, pero en ese momento él no estaba ahí. Sus pensamientos estaban diecisiete años atrás, cuando era joven y vigoroso. Cuando se creía indestructible y nunca imaginó que un problema de salud le cambiaría su existencia


Manuel Vicente Henríquez B. | Comunicador y escritor 


El hombre conducía su carro, pensativo, rumbo al hospital. No dejaba de sentir cierto temor. Una cirugía siempre es una cuestión delicada. A su lado iba su esposa, quien estaría pendiente luego de la operación de darle todos los cuidados que precisara. Seguía serio, ensimismado; ella no decía nada tampoco, sabía de su preocupación y por eso guardaba silencio. 

Llegaron al hospital. Luego de hacer todo el papeleo administrativo, se dirigieron a una habitación donde se cambiaría y se dispondría a pasar al quirófano. La esposa tomó sus pertenencias y las guardó en un maletín. Llegó el doctor. «¿Ya estamos listos?». Él no dijo nada. Ella contestó. «Listos, doctor». Volteó hacia el hombre, le dio un beso en la mejilla y lo despidió: «Todo saldrá bien, te amo».

Estaba tumbado en la silla odontológica. Veía la luz blanca, potente, que iluminaba la sala. El doctor se acercó y dijo: «Quédese tranquilo, todo está controlado, usted estará bien». Él seguía absorto en sus pensamientos, lo asaltaban muchas preguntas: ¿Aguantaría su corazón la operación? ¿Cómo sería el proceso? ¿Se complicaría? Y si todo salía bien, ¿cómo sería la recuperación? ¿Sería lenta? ¿Dolorosa? Sus sesentaidós años lo hacían dudar. El doctor le dijo que lo sedaría para poder trabajar mejor.

No respondió. Mientras miraba el fanal que alumbraba intensamente sobre su rostro cerró sus ojos y recordó la primera vez que le sacaron un diente. 

***


Fue muy frustrante pues no tenerlo más era el símbolo de que el envejecimiento había llegado a su vida. Contaba con 45 años, en los cuales había vivido como siempre había querido, sin preocuparse nunca por nada que tuviera que ver con su salud.

Todo comenzó con un dolor de muela que no le puso mucha atención. Pero el dolor no desapareció, pasó por limpiezas dentales, un raspado de encías, más revisiones odontológicas y el dolor se mantuvo. Duró un año todo ese suplicio hasta que finalmente, luego de que se le fracturara el diente, lograra concertar una cita con el dentista para extraerlo.

«En la foto que usted me mandó se ve que, efectivamente, la pieza está completamente fracturada», dijo el doctor. «Por eso los dolores. Tenemos que extraerla», sentenció. Todo ese procedimiento hubiera sido antes, pero debido a la pandemia que asoló al mundo en esos años la operación se atrasó, lo que alargó su sufrimiento. Cuando finalmente llegó el día se sentía nervioso, era la primera extracción que sufría. 

Una vez acostado en la silla, el doctor procedió a darle dos pinchazos de anestesia, uno en cada lado de la encía, para insensibilizar la zona. Luego de corroborar que efectivamente la anestesia había hecho efecto, procedió a la extracción. Cogió la pinza y tomó el diente. Comenzó a presionar. «¿Siente algún dolor?», preguntó. Negó moviendo la cabeza de lado a lado. «Perfecto, continuemos». La presión se incrementó y él oía el crujido del diente al ser retirado, pero sin sentir dolor en absoluto. «Estamos de suerte, la pieza no está profundamente enraizada, eso facilitará las cosas», dijo el doctor. «Ok» alcanzó responder aliviado. El cirujano siguió con los movimientos y finalmente la pieza cedió. Salió completa. «Sí», dijo mientras veía el diente ensangrentado. «Estaba totalmente quebrada».

***


De todo eso se acordaba el hombre ahora que estaba en la cirugía. No sabía si lo recordaba o lo soñaba, pero en ese momento él no estaba ahí. Sus pensamientos estaban diecisiete años atrás, cuando era joven y vigoroso. Cuando se creía indestructible y nunca imaginó que un problema de salud le cambiaría su existencia.

La cirugía había terminado. Poco a poco volvió en sí, pero aún se sentía desorientado. Un mareo intenso no lo dejaba incorporarse. «No se levante aún», ordenó el dentista. «Debe permanecer un poco más de tiempo acostado, hasta que pase el efecto de la sedación». Se quedó inmóvil, viendo el fanal y sí, seguía mareado, pero no sentía dolor alguno. Le dio un gran alivio saber que había pasado la operación. Instintivamente pasó su lengua por su boca y no sintió nada. «No haga eso por favor, la zona está muy sensible», dijo el doctor. «Yo sé que va a quererse pasar la lengua por la zona oral, pero le recomiendo que no lo haga». Él asintió. «Debe seguir todas mis indicaciones», dijo. «Vamos a tener que esperar que se recupere toda la zona, para iniciar las quimios». Él no decía nada. «Por favor, necesito que siga al pie de la letra todas mis órdenes, para que el procedimiento sea un éxito», dijo. El hombre movió la cabeza de forma afirmativa. «Un cáncer de mandíbula con metástasis no es algo sencillo», sentenció el cirujano. «¿Quiere ver las piezas?», preguntó. Por saber qué extraña razón, volvió a recordar aquel primer diente que le quitaron años atrás. Suspiró y negó con la cabeza. «Está bien», dijo el doctor, mientras botaba en el basurero los treintaidós dientes de aquel hombre que luchaba por su vida.



MANUEL VICENTE HENRÍQUEZ B. (El Salvador, 1972). Comunicador de profesión. Escribe narrativa, crónica y ensayo. Es articulista en diversos medios impresos y electrónicos de El Salvador y latinoamericanos. Recibió mención honorífica en el Segundo Certamen Nacional de Ensayo «Agustín Espinoza, S.J.» (2000), convocado por la Universidad Iberoamericana Torreón (UIA), México, con el ensayo «Posmodernidad y nuevas tecnologías». Obtuvo mención honorífica en el Primer Concurso Nacional de Reseñas Literarias (2002), organizado por el periódico mexicano La Jornada y editorial Alfaguara, con una reseña sobre la novela La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo. Ha sido catedrático de literatura y redacción. Es autor de Una pequeña dosis de ternura (Índole Editores, cuentos, 2017). 

Deja una respuesta

Your email address will not be published.