Presentamos poesía de Florencia del Campo, destacada escritora originaria de Buenos Aires, y radicada en Madrid
Identidad
Inesperadamente encuentras lo extraviado.
Es una campana antigua
la rueda de carro
la fragua y los metales
óxido en todo, las manos calientes
te toco la cara, rojo, jugamos.
Hay fiesta porque encontraste objetos perdidos.
Me los muestras, me los vas dando
un pase, ceremonia, una herencia acaso
mencionas mi casa pero los tomas de nuevo
de mis manos,
los ubicas allí en cualquier mueble.
No entiendo dónde quieres guardarlos,
tampoco sé cuál es mi casa, la tuya, la nuestra
quién se ha mudado
pienso en preguntártelo pero me da mucha vergüenza:
ante los objetos estamos en la primera cita
el día que todavía tenemos algo.
Quisiera taparme la cara o preguntarte bajo una manta
y luego jugar con la cremallera de mi bolso
y que me preguntes en la terraza de ese bar mexicano
si estoy nerviosa
por conocerte. La cita es a ciegas.
Luego la discapacidad será la palabra.
De pronto se me antoja
que preguntarte para quién es la campana o la fragua
o el óxido, rojos de vergüenza
la cita, el sexo por primera vez, pudor,
de pronto, decía, se me antoja
que sería preguntarte quién es la que está contigo
cuando gozas
de quién es la casa de las cosas recuperadas
dónde vives o con quién
qué imágenes necesitas para llevarme a la cama.
No pregunto, me lavo las manos
el agua roja
y se me ocurre que la respuesta es
dejar de ser sujeto para darle lugar
al hueco de tu campana,
a tu fragua vacía de metales
al centro mismo de la rueda.
El encuentro que hemos forjado.
•••
Si no existieras, padre,
¿acaso temería a los hombres?
Quizá haría el amor de otra manera
¿con más ropa?
¿con menos luz?
¿sería más puta?
Padre, con tu cuerpo que he matado
en los sueños que no se confiesan.
Pero si no existieras, claro,
tendría un marido
hablaría de plata
sabría qué se desayuna
dónde se guardan los cuchillos,
claro,
conocería la norma:
de qué se charla en las cenas
cómo se cocina el pescado
o sabría desatornillar un mueble.
Padre, cualquier cosa,
solo si no existieras.
Yo sabría
tener hijos.
Comprar una casa que acoge
no una que funda
la razón de la caída.
Tendría trabajo
¿no sería poeta?
Tendría cocina
y familia.
Si tú no, eso quiero decir,
entonces
yo una mujer, eso que querrían.
¿Qué hacen las mujeres
normales? Ya
no
me
lo preguntaría.
Padre.
Si no existieras,
¿acaso me desearías?
•
El deseo de matarte
me recuerda a aquel hombre rubio
que nunca me habló
excepto para decirme: deseo
atarte.
Padre, que eres mudo.
•
¿Cuál es el objeto que perdimos
cuando murió tu padre?
Tengo que encontrarlo.
No querría llegar a la conclusión
de que perdimos al padre.
Si perdimos al padre
el objeto era la norma.
No hago duelo en mi caos femenino;
no hago nada femenino.
Perdimos uno y somos uno,
paradoja: no saber
amar es la fusión
en vez de la suma.
El amor resta
cuando resta decir
¡ay, padre!
•
Ay padre
no es
hay padre.
•
Mi padre envejece en una oruga con alas.
Mi padre
el hombre del pelo rubio
pelo blanco
hombre sin pelo.
Envejece en una cascada.
Se nos moja todo
la historia el silencio
sus hermanos, su madre
padre.
Sus esposas.
Mi padre solitario pero nunca solo.
Una arruga. Con alas.
FLORENCIA DEL CAMPO (Buenos Aires, 1982). Vive en Madrid desde 2013. Es editora por la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), donde también se formó en la carrera de Letras. Publicó las novelas La huésped (Base Editorial, 2016), Madre mía (Caballo de Troya, 2017) y La versión extranjera (Pretextos, 2019), que fue ganadora del L Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro. En poesía publicó los libros Mis hijas ajenas, ganador del Premio La Bolsa de Pipas de Editorial Sloper, y Las casas se caen en verano (Graviola, 2022). En el año de la pandemia salió su primera novela juvenil: Soy(Editorial Barrett, 2020). Tiene, además, algunos libros infantiles publicados en España. Imparte talleres y cursos de escritura creativa en diversas instituciones públicas y privadas.