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La ciudad es un poema

El poeta puertorriqueño José Ernesto nos comparte una selección de poesía cuya temática es la ciudad

La ciudad es un poema I 

Detrás de las luces de la ciudad 
existe una aflicción que pesa 
más que las monedas del vaticano 
sus pecados y sus mentiras. 
Detrás de las luces de la ciudad 
hay sombras y abismos hay llagas y dolor.
Un dolor irreconocible como de vida rota. 
Nadie ve detrás de las luces, 
nadie conoce el frío y la peste 
nadie mira la desesperanza del hombre y su hambre 
ni lo que esconde la ciudad tras 
el destello enceguecido de su podrida luz 
porque es sorda la caída de la humanidad 
y mudo su estruendo.
Porque nos hemos envenenado de egoísmo y placeres 
y ya no sabemos contemplar que 
también hay pechos vacíos y estómagos huecos
deambulando por la metrópolis. 
Que las calles de la ciudad no son lo único roto
que también hay almas fragmentadas 
que piden una esperanza como quien pide perdón. 
La ciudad es un poema y un viacrucis 
y su basura adorna la boca de alguien más 
mientras mitiga su triste hambre. 

La ciudad es un poema II

La ciudad es un cordel dónde 
se han colgado los recuerdos 
de los habitantes de la vida 
que por ella han pasado. 
Un cordel largo como una lágrima enlutada 
dónde se dejan al sol del tiempo 
los recuerdos, la memoria, aquella infancia estancada en la ciudad que 
se hace poema en nosotros, 
en la ciudad que se hace embudo
en la ciudad que a veces se desdobla 
ciudad cementerio, ciudad sala de parto. 

Todo tiene memoria en la ciudad,
las calles que nos llevan por caminos 
de ida y vuelta destellando reminiscencias 
que nos devuelven a otras épocas. 
Algo así como una esquina que 
guarda un beso y un abrazo, 
una esquina donde murió el pana de la high 
que se vivió la película del “Call of Duty” 
y yo sé que la vida está dura en la calle, 
pero ahora es más dura para doña María  
porque ya el “junior” no estará en la casa 
y todo huele a él…

En las calles de la ciudad están las voces 
de los panas que no janguearon en la esquina 
y están las voces de los que si janguearon 
y hoy son ecos en la parada’e guagua 
o en la cancha’e basket. 
Esos amigos que tomaron la primera vuelta 
al jardín de los huesos. 
Porque está cabrón tener 16 años 
y aprender que la muerte no escatima en edades. 

Paso por la ciudad, soy otro habitante, 
otro amigo, otro jevo que aprieta la jeva 
y se la pega a la costilla.
Soy otra calle, otra esquina, 
otro cordel henchido de poemas y recuerdos. 
Soy la ciudad y la ciudad es un poema en mí. 

La ciudad es un poema III 

Camino por las calles de la ciudad 
me encuentro en los espejos rotos, 
y soy otro fragmento de la ciudad
que se levanta y cae que cae y se levanta. 
La ciudad que es vitrina y teatro. 
The City cómo dirían los de Guaynabo 
con su flow de influencers 
pero, con sus calles agrietadas también 
porque el boquete que crece 
en el medio de la carretera 
nos toca a todos como a todos nos toca 
tener que vivir en la ciudad de la inercia 
la ciudad que está en venta 
la ciudad que quieren comprar, pero 
no se deja vender. 
Aquí voy queriendo ser un poeta 
en la ciudad que es un vertedero
donde las ideas se quedan en las cunetas
bañándose con el agua sucia 
que hemos heredado.
Aquí vivo… 
En la ciudad que es una nave a la deriva 
para los perros abandonados
para los hombres abandonados
para las abuelas abandonadas 
para la infancia abandonada 
para la sociedad abandonada 
por los gerenciales de la ciudad fantasma. 
La ciudad que tiene un grito 
en sus entrañas se ahoga en silencio. 
La ciudad que tose, se seca los mocos 
la ciudad que está enferma. 
La ciudad quiere respirar, ser feliz,
pero, está asfixiada por el smoke 
que se concentra en Avenida Kennedy. 
Pero aquí vivo, 
entre las palabras y la basura 
de la ciudad que es un poema. 


La ciudad es un poema IV

Durante la noche la ciudad no duerme 
porque el insomnio que janguea en el punto 
le roba los sueños como el gobierno 
me roba el pan viejo y rancio de la mesa. 
Transito por la ciudad y la palpo, agrietada, 
la siento con miedo, intranquila, 
en estado de alerta.
En sus noches hipsters la ciudad tiene 
un sollozo a mares de sangre, lamento 
y rabia que se desborda por sus calles. 
La ciudad vive intranquila, en estado de alerta,
la siento agrietada, la palpo con miedo. 
La ciudad se paniquea 
y un ataque de ansiedad agónica revienta 
en sus postes, sus calles, en sus esquinas 
y no hay ambien o xánax que la tranquilice 
y en sus ojos aconcretados 
se observan las ojeras largas e hinchadas 
que el desvelo promete y cumple. 
La ciudad quiere dormir 
no quiere pesadillas de pólvora. 
La ciudad quiere soñar alegre 
cómo un recién nacido.
La ciudad no quiere más alfombras 
de sangre para la marcha fúnebre 
de otro feminicidio que colecciona la estadística. 
Esta ciudad, tú ciudad es 
un poema salvaje, indomable 
donde la paz, es un animal 
en peligro de extinción. 


La ciudad es un poema V

Transito la ciudad como 
otra bolsa de papel con la 
que juega el aire metropolitano
y, veo una mujer en la ventana.
La mujer mira la calle, la ciudad que 
se abre como un mapa para sus ojos enlagunados.
La mujer fuma, sonríe con miedo, 
la mujer llora, la mujer toca con sus alas 
la mancha negra que crece en su cara…
la mujer canta el tango de la muerte 

”No tengo amigos, no tengo amores No tengo patria, ni religión Solo amargura tengo en el alma Juna malaya mi corazón”

La observo desde mi privilegio, 
desde las bondades que la ciudad me regala 
porque la ciudad fue construida por los hombres 
para los hombres que no lloran 
para los hombres que no sufren 
para los hombres que no padecen.
Miro la ventana, y percibo a una mujer 
que disfraza sus heridas con maquillaje. 
Observo… miro… contemplo
que una paloma ha saltado por la ventana 
porque a veces la única libertad es 
volar o morir en el intento. 

  • Tango de la muerte 
    Carlos Gardel


La ciudad es un poema VI

Sentado en la parada 
de un tren fantasma que sale 
de ningún lado hacia ninguna parte 
y qué transita las arterias secas 
de una ciudad enferma, una ciudad 
esqueletada. 
Observo la gente caminar sumergidas 
en un profundísimo silencio.
Un silencio de país desmantelado 
un silencio de país sentenciado 
un silencio de país en estado vegetal. 
Advierto que no tienen ojos… 
solamente unos huecos oscuros, 
largos como el túnel hacia el inframundo. 
Percibo que carecen de bocas… 
solamente tienen una mueca de dolor 
que parece una sonrisa espectral 
garabateada, desdibujada por el tedio. 
Acuso su ausencia de oídos… 
solamente cargan unos AirPods 
podridos comiéndose sus tímpanos. 
Entonces… me palpo el rostro, 
hundo los dedos en las raíces 
de mi barba, 
me percato la sonrisa desencajada 
las cuencas de los ojos hondas 
y pus supurando desde mis orejas 
producido por la voz de Pierluisi.
Aprieto el modo avión 
y se activa el silencio en mi 
de una ciudad asolada por aguaceros 
de angustia colectiva. 
De una ciudad a la que le apagaron 
el switch de la luz y la dejaron ciega
desangrada, esquelética, a su suerte…
Me levanto, recojo la poca fe 
la minúscula esperanza 
la diminuta ilusión de sobrevivencia 
y hago de la ciudad un poema 
para sobrevivir un día más 
a la desesperanza y su hardcore mode. 


José Ernesto (Puerto Rico, 1981) Poeta, ha publicado los libros Bajo la sombra de las palabras (2011), Tatuajes del amor a la piel (2013), La brújula de los pájaros (2016), 1.9.2.3 (2019) y Rajuma una historia Rohingya (2019). A participado en varios festivales internacionales de poesía y Ferias del Libro, como The Americas Poetry Festival of New York (2019), Festival Internacional de Poesía de Aguacatán, Guatemala (2019), Festival Internacional de Poesía de Los Confines (2022), y la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo (2022). Actualmente trabaja en el proyecto Serie poesía en el carro (video-lecturas) y en el libro Bitácora del nómada (Editorial Pulpo), entre otros proyectos.   

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