Empezar a caminar

Con la firma de los Acuerdos de Paz, tuvimos la oportunidad, por primera vez, de ponernos de acuerdo, de disfrutar de un tipo de paz social, democrática, de esa que se jactan los países del primer mundo

Luis Angulo Violantes | Gestor cultural, egresado de Antropología y poeta

He actualizado el inventario de cosas que me importan. A todos nos ha tocado  levantarnos de nuestra incómoda o cómoda silla. Nos hemos levantado, caído o nos han botado de ella. Según algunos, a nadie le importa el tiempo. Llueve, afuera llueve, pero a muchos otros, como a mí, sí que nos importa el tiempo.

Pareciera que estamos viviendo en un presente continuo donde nos siguen encerrando cinco tipos de enemigos: un virus que amenaza, un país visible sin planes, el otro que contagia, la incertidumbre y el olvido, el olvido terrible de las cosas que realmente importan. Y ya está pesando demasiado, comienza a oler mal, hace que no podamos levantarnos, que perdamos el rumbo, y lo que es peor: que nos neguemos a nosotros mismos frente al espejo.

Se hace necesario reflexionar sobre cada hecho relevante de la historia común, de esa historia que nos pertenece a todos ─hayamos participado en ella directa o indirectamente, nos guste o no, eso no importa.

Nuestra existencia está ligada al recuerdo, a la memoria, a partir del cual construimos nuestro entorno y nos relacionamos como sociedad, planificamos, construimos la idea del futuro y seguimos caminando, sin el recuerdo no sucede el arraigo de la identidad cultural; y esto se logra apropiándose del patrimonio cultural, pues en su interior sucede el encuentro del pasado con el presente y se logra construir el yo y su entramado de relaciones con la realidad.

Por eso se hace necesario reflexionar sobre cada hecho relevante de la historia común, de esa historia que nos pertenece a todos ─hayamos participado en ella directa o indirectamente, nos guste o no, eso no importa─. A manera de ejemplo: este año estamos celebrando los veintinueve años del hecho histórico del fin del conflicto armado, el cese de estar de acuerdo en matarnos. ¿Que si funcionó?, ¿que si fue el mejor acuerdo?, pues creo que no.

Para ponerlo en perspectiva, los acuerdos de paz de Colombia han sido denominados por algunos como los mejores de la historia reciente, y aun así, a casi cinco años de haberse firmado, siguen en un duro proceso de implementación.

En mi opinión, fue lo mejor que nos sucedió como sociedad en ese momento. Con la firma de los Acuerdos de Paz, tuvimos la oportunidad, por primera vez, de ponernos de acuerdo, de disfrutar de un tipo de paz social, democrática, de esa que se jactan los países del primer mundo. Y, al ser la sociedad dinámica, los acuerdos permitieron que el sistema se mantuviera estable y evolucionara creando dispositivos para mantener una vida social ordenada, con la intención de resolver paulatina y diferenciadamente los problemas derivados de la adaptación, de la capacidad para alcanzar metas, de integrarnos a un nuevo sistema y poder coordinarnos entre las partes, manteniendo en el tiempo ciertos patrones culturales que conservan y renuevan la motivación de los individuos (Parsons, 1966)*, creando mecanismos por medio de los cuales adquirir hábitos y características mentales que nos capacitaron para regresar a la participación en la vida social. ¿Funcionaron o no? Para poder responder a esa pregunta, debemos seguir reflexionando y volver a poner en la agenda nacional la necesidad de un nuevo pacto social que esté a la altura de las actuales circunstancias. De ahí radica la importancia de su discusión nacional, no de su silencio.

Parece que responsabilizarnos de nosotros mismos, de nuestra vida y de la repercusión de nuestras propias decisiones nos paraliza, pero el miedo se combate con el conocimiento.

Esta idea de acuerdos no logró cumplir con todos sus objetivos, sí lo hizo con el más importante: permitió el que estemos, aquí y ahora.

Partamos de algo que parece obvio: el concepto de paz. Siguiendo la idea de Bautista** (2003), podemos encontrar tres premisas: la ausencia de violencia directa (se denomina paz negativa); la ausencia de violencia estructural o indirecta (la paz positiva); y la ausencia de violencia cultural-simbólica (la paz neutra). Además debemos tener claro que el concepto de paz está ligado con el de guerra, y que la paz obedece a la naturaleza de detener la guerra. Por eso es tan importante su permanente discusión y su actualización epistemológica para continuar con su construcción social. Y si bien es cierto que esta idea de acuerdos no logró cumplir con todos sus objetivos, sí lo hizo con el más importante: permitió el que estemos, aquí y ahora, discutiendo si nuestra paz social goza de buena salud, por lo cual me niego a pensar que no aprenderemos de esta dura lección, de ahí radica la importancia de celebrar sus aniversarios de vida institucional.

He actualizado el inventario de las cosas que me importan. Tenemos mucho que aprender, pero no podemos hacerlo desde el olvido. Saldré a caminar.

* Talcott Parsons. Sociólogo estadounidense. Modelo AGIL (Adaptación, metas u objetivos (Goal), integración y latencia).

** Francisco Jiménez Bautista. Instituto de la Paz y los Conflictos, Universidad de Granada. «Propuesta de una Epistemología Antropológica para la paz».

Leer el especial POESÍA PARA LA PAZ

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