Alteridad en Los elementos terrestres. La cuestión del otro en la poesía de Eunice Odio

Desde las teorías de la alteridad o la otredad, Alberto Quiñonez Castro examina el libro Los elementos terrestres, de Eunice Odio, libro con el cual la poeta costarricense ganó el Premio 15 de Septiembre, en Guatemala

Alberto Quiñonez Castro / Investigador social, poeta y ensayista

El poemario Los elementos terrestres fue la ópera prima de Eunice Odio, poeta costarricense que alcanzó el cenit de su trabajo literario en la segunda mitad del siglo XX. Dueña de una voz poética muy particular, en sus textos hay una búsqueda sistemática de representar la experiencia femenina en su complejidad sentiente. El presente artículo se pregunta sobre cómo en el poemario se aborda la cuestión de la presencia del otro y cómo ese sujeto otro es constituyente de la propia subjetividad.

Las filosofías de la alteridad -desde Lévinas hasta Dussel- se han esforzado en comprender las formas en que el aparecimiento del otro, la otredad o alteridad, es crucial para la formación de la propia subjetividad en el plano de una realidad que es, por principio, histórica. Ello supone, también, un conjunto de consecuencias epistemológicas, éticas, y políticas que se derivan de esa re-vuelta en el plano de la metafísica: todo adquiere un carácter social cifrado en la respectividad interpersonal de los sujetos históricos.

Vale previamente recordar que Los elementos terrestres es una colección de 8 poemas cuyo eje central es el amor erótico desde el punto de vista femenino. Algunas de las principales temáticas abordadas son el deseo, la melancolía, la ausencia y la búsqueda del ser amado, el reconocimiento del propio cuerpo y el erotismo femenino. Es significativa la intertextualidad bíblica que subyace a todo el texto, con referencias al Génesis, al libro de Job, al Cantar de los Cantares y a los Salmos[1].

Es evidente que la sensualidad y la sexualidad son partes consustanciales del poemario, por lo que la corporalidad se coinvierte en objeto de la consciencia a través de una dialéctica del gozo. Para García Rey (2024) “es evidente la toma de conciencia de un cuerpo sensitivo, anhelante del gozo del amado […] Aunado a esto el cuerpo sensitivo y sexualizado es de ambos” (p. 150). El sujeto femenino toma consciencia de su propio cuerpo por el goce erótico que se da en la relación con el amado, pero también por la ausencia de ese gozo. Esa autoconsciencia que se genera a través del conocimiento del cuerpo permite transformar la subjetividad en una instancia abierta hacia la realidad; pasar de un sujeto en sí (consciente de sí misma), a un sujeto para sí (consciente y transformadora de la realidad).

En ese sentido, Pleitez (2012a) ha señalado cómo en Los elementos terrestres “se suceden movimientos sublimes y fecundos a partir de la experiencia amorosa; de esta forma, se vincula al proceso creativo” (p. 395). En otras palabras, el amor en un amplio sentido, pero particularmente el amor erótico, la experiencia sensorial con el otro, es el detonante de una experiencia mística y del poder creador de la palabra que da vida al poema.

Para García Rey (2024) la experiencia mística aúna la identidad siempre omnipresente de Dios con la contingencia del sujeto humano creador a través del lenguaje, siendo éste un mecanismo del poder de creación que nace de la convergencia entre lo humano y lo divino. Por ello, “el poder mayor, el dios judeocristiano en el universo odiano, está constituido por el entramado de lenguaje. Es así, que hay un desplazamiento de dios como metáfora creadora de la totalidad. En el poemario quien construye también puede recrear la destrucción y proclamar la creación – fecundación” (p.148).

En tal sentido, tiene lugar “la creación y recreación del mundo, no a través de un mandato [de] la Ley del Padre, sino a través de un periplo de descubrimientos del propio cuerpo y del cuerpo del otro” (García Rey, 2024, p. 149). De tal forma, es a través del cuerpo del otro que se da un autorreconocimiento, una autoconsciencia, que da pie a la configuración de una subjetividad creadora. Pleitez (2012b) también intuye esa relación al sostener que “en Los elementos terrestres sobresale el lirismo erótico y místico, conectado al gozo, a la fusión amorosa, a los ciclos de la naturaleza y a la creación del poeta” (p. 239).

Vale destacar que, en el contexto en que Eunice Odio desarrolla su obra, la temática del amor erótico, abordado desde el punto de vista femenino, era aún un asunto polémico y considerado de relevancia secundaria a la luz de los mandatos patriarcales en el ámbito de la sexualidad y de la literatura. A eso habría que añadir lo polémico de sostener que el gozo erótico es uno de los elementos que coadyuva al autorreconocimiento, a la asunción de un poder creador históricamente situado.

Relevar a la mujer como creadora en el plano de lo humano, supone hacerla trascender del papel que tradicionalmente había ocupado en la literatura: el papel de musa, de fuente de inspiración de la potencialidad creadora reservada a los hombres. En Los elementos terrestres, Eunice Odio hace de la mujer un ser práxico, con la posibilidad de crear y de participar en la creación de la realidad mundana.

En varios de los textos que componen el poemario hay una apelación a la realización de la subjetividad que sólo se logra por, y a través de, la concurrencia de la otredad. Esto quiere decir que la protagonista sólo logra plenificarse en la medida en que solidifica la relación con el amado. La realización de la subjetividad se da en el encuentro con un “otro”, un “otro” que se reconoce en su particular otredad, pero precisamente porque esa otredad está más allá de la definición de la propia identidad logra complementar la subjetividad de la protagonista. Esto se puede observar, por ejemplo, en los siguientes pasajes:

Y de pronto llegaste,

huésped de mi alegría,

y me poblé de islas

con tu brillante dádiva.

(Ausencia de amor)

Tú me conduces a mi cuerpo,

y llego,

extiendo el vientre

y su humedad vastísima

(Consumación)

La apelación a la otredad es característica de la filosofía hebrea (Levinas, 2003), para la cual sólo en el encuentro con el otro es que la identidad logra realizarse, siempre que esa otredad no sea supeditada. En Los elementos terrestres, el encuentro erótico es afirmación de la alteridad y reafirmación de la subjetividad femenina. A contracorriente de la tradición cristiana de occidente que ha negado el erotismo como parte de la subjetividad –especialmente para las mujeres- Eunice Odio afirma que la vivencia erótica es fuente de afirmación del sujeto humano en el mundo, incluido el sujeto femenino que reconoce en el otro su fuente de realización.

No es menor que el reconocimiento de la otredad se presente en relación con el género, siendo que tradicionalmente los estereotipos de género han nublado el reconocimiento de la otredad. Ya sea porque se ha negado el carácter de sujetos a las mujeres, o porque se considera que los hombres poseen una subjetividad lesiva de la convivencia armónica, el reconocimiento del otro como una subjetividad significativa siempre ha sido una cuestión en claro vínculo con la condición de género[2].

En muchos sentidos, los textos que conforman Los elementos terrestres son piezas disruptivas in crescendo. Ese carácter incluye al menos los siguientes cinco momentos: reivindican la voz femenina situada históricamente, posicionan esa voz para hacer visible la experiencia femenina en particular, abordan sobre dicha experiencia la vivencia femenina del erotismo, hace del erotismo una instancia de reconocimiento del otro, y, finalmente, ese reconocimiento de la alteridad es punto de partida de un auto reconocimiento subjetivo.

Las premisas que en Eunice Odio aparecen difuminadas en una obra literaria de alta calidad, encuentran su correlato en las filosofías de la alteridad, en las éticas intersubjetivas y en las praxis políticas emancipatorias que parten del reconocimiento de la colectividad como sujeto de la historia. Es claro que, de la literatura a la ética, de la ética a la praxis política, y de la praxis política a la construcción de sociedades emancipadas, hay un trecho importante. Y, sin embargo, en esa ecuación compleja la obra de Odio permite cuestionar los esquemas de las ideologías dominantes cuyas derivaciones sociales y políticas se prolongan tristemente hasta hoy. En el resurgimiento actual de las ideologías, las prácticas y los valores conservadores, apuntalados por el cuño de un autoritarismo anacrónico, volver a la lectura de Los elementos terrestres a lo mejor mantenga despierta la llama de la esperanza.

Referencias

Aristóteles. (1988). Política. San Salvador: UCA Editores.

García Rey, M. (2024). Eunice Odio: la enunciación del cuerpo en Los elementos terrestres. Revista Observatorio Latinoamericano y Caribeño. IEALC. Vol. 8. Núm. 1. Enero – junio. 2024. Disponible en: https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/observatoriolatinoamericano/article/viewFile/9698/8481. [Recuperado 04/12/2024]

Levinas, E. (2003). De otro modo que ser. Salamanca: Ediciones Sígueme.

Odio, E. (2017). Obra completa (Ed. Peggy von Mayer). Costa Rica: UCR.

Pleitez Vela, T. (2012a). Eunice Odio: vibración de luz en el abismo. En: Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. No. 1 y 2. Volumen 1. Disponible en: https://www.ranle.us/numeros/volumen-1/numero-1-2/eunice-odio-vibracio-n-de-luz-en-el-abismo/.  [Recuperado 01/12/2024].

Pleitez Vela, T. (2012b). Arraigo onírico. Tras la pista de la joven Eunice Odio. Cuadernos Intercambio sobre Centroamérica y el Caribe, núm. 10. Universidad de Costa Rica. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/4769/476948772011.pdf. [Recuperado 05/12/2024].

Quesada Soto, A. (2012). Breve historia de la literatura costarricense. San José: Editorial Costa Rica.

Robb, A. (2006). El ser sexual en la poesía de Eunice Odio. Letras. Costa Rica: Universidad Nacional.

Vallbona, R. (1998). Corona fúnebre para Eunice Odio a los veinte años de su muerte. En Volver a Imaginarlas, compilado por Janet Gold. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras.


[1] Junto a la teóloga Brenda García hemos estudiado la intertextualidad entre Los elementos terrestres y el Cantar de los cantares. La investigación, aún inédita, formó parte del posgrado en estudios de cultura centroamericana de la Universidad de El Salvador.

[2] Ya en Aristóteles este vínculo resulta evidente: “… tratándose de la relación entre macho y hembra, el primero es superior y la segunda inferior por naturaleza, el primero rige, la segunda es regida” (Aristóteles, 1988: 88); “El libre rige al esclavo de otro modo que el varón a la hembra y el hombre al niño […] Es evidente, pues, que todos los que hemos dicho poseen la virtud moral, pero no es la misma templanza la de la mujer que la del hombre, ni la misma fortaleza, como creía Sócrates, sino que la del hombre es una fortaleza para mandar, la de la mujer para servir, y lo mismo las demás virtudes” (Aristóteles, 1988: 103).

Alberto Quiñónez Castro. Investigador social. Economista por la Universidad de El Salvador (UES), maestro en derechos humanos por la Universidad de San Martín (UNSAM) y doctor en filosofía por la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA). Poeta y ensayista. Ha publicado: Hierro y abril (Editorial Equizzero, 2014), Del imposible retorno (DPI, 2018), Poemas del hombre incompleto (DPI, 2019).

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