En este libro, La cola del dragón, encontramos semblanzas, reportajes, crónicas y pequeñas piezas ensayísticas, que Rodrigo Rey Rosa ha escrito y publicado en diversos medios, tanto guatemaltecos como extranjeros
Manuel Vicente Henríquez B. | Comunicador y escritor
Hay escritores que tienen tal dominio del oficio que cualquier género lo desarrollan con soltura, sea este novela, cuento o ensayo. Y uno de esos escritores es, sin duda alguna, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, de quien acabo de terminar de leer el que es su primer libro de no ficción: La cola del dragón.
A lo largo de 250 páginas descubrimos el lado periodístico de uno de los novelistas más importantes que hay actualmente en lengua española. En La cola del dragón conocemos al Rey Rosa reportero, cronista y articulista. La fina pluma que hemos conocido en sus novelas la encontramos también aquí, solo que con el rigor del periodista que presenta los hechos de manera cruda, sin concesiones, maneja los datos y llega a conclusiones que invitan al lector a querer investigar más sobre los temas expuestos.
En este libro encontramos semblanzas, reportajes, crónicas y pequeñas piezas ensayísticas, que Rey Rosa ha escrito y publicado en diversos medios, tanto guatemaltecos como extranjeros.
Con La cola del dragón, texto que da nombre al libro, asistimos al desarrollo del juicio que se llevó a cabo en Guatemala, en contra del dictador, general Efraín Ríos Montt, por genocidio y crímenes de lesa humanidad.
Nos describe el proceso, a la vez que visita las zonas del conflicto entre el Estado y la guerrilla, en los años ochenta, para entrevistar a sobrevivientes o familiares de los indígenas asesinados. El exterminio contra los pueblos mayas en esos aciagos años le generó al dictador una condena de ochenta años de cárcel, misma que, días después ‒bajo la presión de sectores poderosos de Guatemala‒ fue anulada por la Corte Constitucional de aquel país.
En el artículo periodístico «La palabra “kaibil”», Rey Rosa nos da una breve, pero detallada explicación de los Kaibiles, el cuerpo élite de los militares guatemaltecos, famosos por su brutalidad y por ser reconocidos violadores de derechos humanos. En un pasaje del texto leemos: «El curso Kaibil constituye un verdadero lavado de cerebro, cuyo fin parece ser la deshumanización de los reclutas, máquinas para matar, les llaman». Las descripciones de las matanzas que perpetraron estos asesinos son difíciles de digerir. Tanta barbarie puede desmoralizar al lector.
Si bien el libro tiene muchos textos en los que aborda el tema político, también encontramos hermosas semblanzas, como la dedicada al narrador estadounidense Paul Bowles, entrañable amigo del autor. En «Bowles y yo», descubrimos cómo nació la amistad entre ambos escritores, amistad que duró hasta la muerte del norteamericano; recorremos las calles de Tánger, Marruecos y leemos certeras reflexiones sobre el oficio de escribir.
En esta semblanza, como en otros textos del libro, disfrutamos de la capacidad descriptiva de Rey Rosa; gracias a su prosa delicada y elegante nos internamos en los desiertos marroquíes, en las comunidades indígenas guatemaltecas o en las montañas perdidas de Honduras, y sentimos que realmente estamos en esos lugares, conociéndolos de la mano del autor.
Finalmente, el libro cierra con «La caja de los truenos», una especie de reportaje-ensayo en donde Rey Rosa consigna todos los hechos acaecidos en torno al asesinato del abogado guatemalteco, Rodrigo Rosemberg, en el año 2009.
Con magistral sutileza, el escritor nos desvela una trama (o varias) en torno a este asesinato y nos revela hechos que, al final, dejarán al lector perplejo. Es una historia de la cual, con toda la información recabada, el autor bien podría escribir una novela, ya que tiene todos los ingredientes para ser una más que interesante obra de ficción.
Luego de leer La cola del dragón, podríamos decir que este es un libro con un tono pesado y con el cual el autor denuncia la violencia, la impunidad y la injusticia que se vive en nuestros países y, para el caso, en su natal Guatemala. Si bien es un libro de denuncia, no es el libro de un activista; es más bien el testimonio privilegiado de quien ha sido testigo de acontecimientos que marcaron profundamente la historia reciente de Guatemala, los cuales quedan expuestos, a través de estas páginas, con su particular visión y pericia como escritor; un escritor comprometido con la verdad.
MANUEL VICENTE HENRÍQUEZ B. (El Salvador, 1972). Comunicador de profesión. Escribe narrativa, crónica y ensayo. Es articulista en diversos medios impresos y electrónicos de El Salvador y latinoamericanos. Recibió mención honorífica en el Segundo Certamen Nacional de Ensayo «Agustín Espinoza, S.J.» (2000), convocado por la Universidad Iberoamericana Torreón (UIA), México, con el ensayo «Posmodernidad y nuevas tecnologías». Obtuvo mención honorífica en el Primer Concurso Nacional de Reseñas Literarias (2002), organizado por el periódico mexicano La Jornada y editorial Alfaguara, con una reseña sobre la novela La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo. Ha sido catedrático de literatura y redacción. Es autor de Una pequeña dosis de ternura (Índole Editores, cuentos, 2017).