La tribu incorregible

Reseña sobre el libro de Irene Vallejo

¿Crees que los libros salvan? Si tu respuesta es positiva, sin duda alguna, eres parte de «la tribu incorregible y reincidente de los lectores», como llama Irene Vallejo a quienes creen en el poder de ese producto cultural. Irene es autora de El infinito en un junco, y Manuel Henríquez dice sobre este libro de ensayos: «Es verdaderamente una joya de la divulgación cultural. Su autora nos hipnotiza con su prosa trabajada con precisión de orfebre y nos sorprende con un derroche de ilustración infinito»


Manuel Vicente Henríquez B. | Comunicador y escritor


La imagen por sí sola es apabullante: Vemos un edificio en Ucrania y la ventana del apartamento del escritor Lev Shevchenko está atiborrada de libros apiñados unos con otros, formando una especie de «trinchera» que lo resguarda de los ataques que están por suceder. De todas las imágenes horribles que he visto sobre la invasión rusa a Ucrania ésta es de las que más me ha impactado, porque encierra un enorme mensaje: Los libros nos salvan. Ese artefacto que tiene siglos de antigüedad y gracias al cual hemos aprendido a leer, a descubrir otros mundos y a trascender, también nos salva.

Y eso quedó demostrado durante la pandemia de la Covid-19, cuando estaba recién publicado El infinito en un junco, ensayo de la escritora española Irene Vallejo. Éste era un libro al cual no se le auguraba mucho éxito (por el género en que estaba escrito), y sin embargo se convirtió en un súper ventas, gracias en parte al encierro que vivimos en esos meses. Este libro —y los libros en general—, se volvió un refugio durante esos días aciagos, demostrando que éstos pueden ofrecernos alivio en tiempos difíciles.

Con esta obra, la autora ha logrado poner al género ensayístico en la mira de la opinión pública. ¡Quién dice que el ensayo es aburrido! El infinito en un junco demuestra que no: Se han vendido más de 150 mil ejemplares, se ha traducido a 30 idiomas y lleva 26 ediciones. No se ven muchos libros de este género en las listas de los best sellers. Y mientras escribo esta reseña, en redes sociales hay cada vez más lectores agradecidos, luego de leerlo. Forman parte ya de lo que la autora llamara «la tribu incorregible y reincidente de los lectores». Y es que luego de leer El infinito en un junco, uno no puede más que sentirse afortunado de pertenecer a ese grupo de personas que han contribuido a que el libro sea lo que es, entrado ya el siglo XXI. Y ella lo agradece: «Admiro a esos cientos de miles de personas que aún confían en el futuro de los libros o, mejor dicho, en su capacidad de abolir el tiempo».

La obra se divide en dos grandes capítulos: «Grecia imagina el futuro» y «Los caminos de Roma». Y en cada uno de ellos, la autora consigna el origen de los libros, desde las tablas sumerias, pasando por el papiro egipcio, las tablillas enceradas, hasta los códices romanos. Nos brinda amenas lecciones históricas y nos presenta bellas anécdotas alrededor del libro.

Por sus páginas desfilan Homero, Alejandro Magno, los Ptolomeos, Calímaco, Safo, Herodoto, Hipatia, Horacio, Hölderlin, Marcial y Marcia entre otras decenas de personajes históricos. Nos habla de la invención de nuestro alfabeto: «…una constelación de letras errantes que los fenicios embarcaron en sus naves. Surcaron el mar rumbo a Grecia, luego navegaron hacia Sicilia, buscaron las colinas y los olivares de la actual Toscana, merodearon por el Lacio y, de mano en mano, fueron cambiando hasta alcanzar el trazo que hoy acarician mis dedos». Y nos hace sumergirnos en el profundo mar de la historia de los libros y la lectura, a través de un constante diálogo entre la antigüedad y el mundo de hoy.

Este libro es verdaderamente una joya de la divulgación cultural. Su autora nos hipnotiza con su prosa trabajada con precisión de orfebre y nos sorprende con un derroche de ilustración infinito.

Existen libros que son una invitación a amar a los libros. El infinito en un junco es uno de ellos. Con una prosa que mezcla historia novelada y anécdotas entrañables, Irene Vallejo rinde un homenaje a este dispositivo que ha cambiado (y sigue cambiando) la vida de millones de personas.

Por eso, ¿cómo no amar los libros? ¿Cómo no caer seducidos ante su encanto, su poder y la magia que encontramos en sus palabras? Sobre eso y más nos habla Irene Vallejo en su maravillosa obra, un ensayo que es una verdadera y sentida declaración de amor a los libros. En sus casi 500 páginas encontramos de parte de su autora una gran erudición, un prolijo manejo de datos y una impresionante capacidad para transportarnos al mundo antiguo.

Hoy que la sombra ominosa de la guerra se cierne, otra vez, por el mundo, «la tribu incorregible» de lectores empedernidos volvemos a buscar consuelo en los libros, en la literatura. Y aunque el ser humano se empeñe en matarse con otros seres humanos, siempre queda la esperanza de que los libros puedan salvarnos de la locura, ya que como dijera el escritor John Cheever, citado por Irene Vallejo: «No poseemos más conciencia que la literatura… La literatura ha sido la salvación de los condenados, ha inspirado y guiado a los amantes, vencido la desesperación, y tal vez en este caso pueda salvar al mundo».



MANUEL VICENTE HENRÍQUEZ B. (El Salvador, 1972). Comunicador de profesión. Escribe narrativa, crónica y ensayo. Es articulista en diversos medios impresos y electrónicos de El Salvador y latinoamericanos. Recibió mención honorífica en el Segundo Certamen Nacional de Ensayo «Agustín Espinoza, S.J.» (2000), convocado por la Universidad Iberoamericana Torreón (UIA), México, con el ensayo «Posmodernidad y nuevas tecnologías». Obtuvo mención honorífica en el Primer Concurso Nacional de Reseñas Literarias (2002), organizado por el periódico mexicano La Jornada y editorial Alfaguara, con una reseña sobre la novela La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo. Ha sido catedrático de literatura y redacción. Es autor de Una pequeña dosis de ternura (Índole Editores, cuentos, 2017). 

1 Comment

  1. Texto motivador. Felicito A Manuel Vicente. Cuando terminé de leer esta belleza literaria me pregunté qué otro salvadoreño se embarcará en esta maravillosa odisea. Y como dijera Mijares: Para amarnos más, claro, con los libros, y a través de ellos con mis prójimos.

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