Revista El Escarabajo se complace en presentar este material inédito del narrador salvadoreño Pedro Romero Irula. Los encantos en Sonsonate es un relato que pasa por la tradición oral y se acerca mucho al folk horror, manteniendo el mismo tono, manejo de temática y atmósfera contenida en su primera publicación La llegada del mundo invisible (Índole, 2025)
Pedro Romero Irula / Escritor
En Sonsonate se cuenta que los cerros y los montes están huecos y que son habitados por unos seres fabulosos muy duchos para el engaño. Por eso, los lugareños se cuidaban las espaldas de las cuevas y las pozas, por donde era posible asomarse al mundo invisible. Sabían que a ciertas horas los encantos salen a la superficie.
Las lavanderas de la cueva de los Totes escuchaban al mediodía y a la medianoche el canto de un chompipe que era imposible desoír. Aunque quisieran huir, ya no podían. Un gran aleteo agitaba los árboles y un cuerpo alado descomunal raptaba de golpe a los niños que encontraba a su paso. Entre las rocas de la cueva de La Calera se veía una virgencita del tamaño de una muñeca, fina como escama de pescado, que convidaba un pan francés dorado. En Cuzcachapa, los gritos de una tamalera que ofrecía su venta conducían a quienes los escuchaban al fondo de una laguna. En la poza del Venado, un cangrejo monstruoso tentaba a los pescadores con unas pinzas de oro capaces de someterlos. Y si nadie cedía, los encantos regresaban montaña adentro. Pero era más fácil lanzarse tras ellos y terminar extraviado debajo de los cerros burlados por la apariencia como de joya que tenían estos seres hechizados.
Esto le sucedió a un hombre que llevaba años cavando un camino a través de una sierra. El interior de las montañas era oscuro y ciego. Solo con el tacto era posible distinguir la distancia excavada entre la roca. Estratos de arcilla mullida sucedían por trechos a unas planchas de roca tan formidable que, al descargar la pica, el excavador caía de espaldas y se sentía desvanecer. Conseguía cuadrarse de regreso al fijar su mente en la imagen de un tesoro. Qué joyas había en el tesoro no sabría decirlo, porque siempre lo imaginaba envuelto en un resplandor que borraba cualquier color y forma. Le parecía que esa luz repleta de aristas era divina, un objeto introducido en su sueño desde lo alto, y por eso había permanecido fiel a esa imagen durante años.
Ya por entonces el túnel se extendía por kilómetros.
Así marcaba el excavador el fin de sus jornadas: se quedaba quieto hasta que sus sentidos se apagaban en la oscuridad cerrada, y cuando ya no sabía si flotaba cerro adentro o en el sueño, lo visitaba otra vez el tesoro, como si se abriera la puerta de una habitación bien alumbrada. A veces, despertaba convencido de que el tesoro estaba a unos metros de distancia, al alcance inmediato de su fuerza, y trabajaba obedeciendo esa sensación, que para él era una verdad revelada. Pero el tesoro no aparecía. Aquello le dolía como una traición: un reflujo le subía por el cuerpo, él buscaba reponerse, pensaba en el tesoro al mismo tiempo como un engaño y como un don que no terminaba de merecer, y gastaba toda su vitalidad haciendo que estos opuestos coincidieran a la fuerza.
Una noche, cuando presintió que el tesoro se acercaba, cerró los ojos en desafío. Descubrió que aún el roce de esa luz sobre sus párpados era capaz de conmoverlo, y este hallazgo quiso guardarlo de sí mismo como un secreto. ¿Qué hacer? Su trabajo, el levantamiento del túnel y el feroz forcejeo de las visiones, no cesaba nunca, pero de todas formas lo había dejado inmóvil en medio de la nada. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?
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A partir de relatos recogidos en Tradición oral de El Salvador (pp. 86-87) por la sección de Etnografía del Departamento de Investigaciones de la Dirección de Patrimonio Cultural, bajo la coordinación de Gloria Aracely de Gutiérrez, en 1993.

Pedro Romero Irula (El Salvador, 1997) Trabaja y escribe. Ha publicado cuentos en las revistas digitales Café Irlandés, La Piscucha, La Zebra, Literariedad y El Escarabajo. Otras publicaciones: Lados B (antologador con Luis Contreras, Los Sin Pisto, 2019) y Dos bolos (libro electrónico gratuito, Editarial Entre Tejas, Chiapas, 2022).