Último cuento maravilloso

El narrador y docente salvadoreño Antonio Cruz nos comparte su cuento Último cuento maravilloso, un texto que nos habla de una época y de un futuro donde la libertad se convierte en un anhelo y una promesa

Antonio Cruz / Narrador y docente

Habrá una vez, dentro de mucho, mucho tiempo, en un lugar cercano, un reino sin rey, sin dama de corte, sin príncipe azul ni doncella encantada. No habrá general que amenace con romper las murallas del castillo, que será en un futuro un puñado de escombros, un monumento de ripio, donde no se podrán recordar los pasados días del odio y para recordarles a los niños de dónde proviene el pueblo, quiénes eran los tiranos contras los cuales luchó. 

El palacio, al centro de la ciudad, resguardará el trono vacío, y cualquiera que pretenda llegar a él, podrá darse por muerto. Frente a palacio, al centro de la Plaza de Armas, los obreros derribarán la estatua del capitán a caballo, y alzarán la escultura cubista hecha por los estudiantes de la universidad que representa a millones de individuos muertos en las luchas milenarias contra el odio, y el universo, entero, se verá reflejado en esa figura. 

De qué tratará entonces la historia, preguntarás, si se ha dado muerte al dragón y a la bruja. Al contrario, ellos convivirán con el reino, almorzarán todos los días en las gradas de palacio junto a los ancianos que juegan ajedrez y los niños que corren por las calles, durante una clase de la escuela en que su profesora les enseña qué es Libertad —y podrán escribirla con b o v, o inventarán su propia letra, no importa mientras sepan qué significa—.El dragón será como un embajador que les devuelva a los niños los sueños y las fantasías, con su aliento de fuego dará destellos espectaculares y explicará con su sabiduría qué es la guerra, pero los niños no entenderán esta palabra y pensarán que se la ha inventado, que eso no es posible. Y la bruja, con sus ojos humildes y su rostro arrugado, alzará los brazos y profetizará el regreso de los dioses. 

Entonces, caerá la catedral bajo su propio peso y el occidente quedará vacío. Sobre sus escombros, las vendedoras harán un mercado y nadie conocerá las monedas ni existirá el valor de cambio ni la plusvalía. Las personas sólo tendrán lo que necesiten y entenderán por esto la felicidad. Al otro lado de la Plaza, en cambio, estará la biblioteca y cada cinco o diez años se le añadirá un piso. En la azotea habrá tertulias con café, chicha y ron, y los poetas no serán románticos ni surrealistas porque cada una de sus palabras estará inspirada por el amor a sus hermanos, y no habrá laureles porque el verso de uno será el verso de todo el género humano. Los dioses los escucharán, vendrán del cerro, del río, del monte, del volcán, y las personas volverán a adorarlos, destruirán las torres enmohecidas que alguna vez fueron el símbolo del dominio y la explotación. En su lugar, volverán las pirámides, los centros de intercambio, los juegos de pelota, y la gente andará en pelotas pues la moda será un sinsentido, el hombre no entenderá por qué debe fingirse distinto a sus semejantes. Todas las mujeres cuidarán de todos los niños. No habrá apellidos. 

Los jueces sentenciarán con cárcel el orgullo y la codicia, y la pereza se pagará con la muerte. Los hombres trabajarán en bien de todos, pues todos serán uno mismo, y los niños creerán que todo fue así desde el principio de los tiempos, y la tristeza será una tormenta pasajera, una mensajera que nos recuerde que somos humanos y que siempre debemos llorar, pero llorar por amor y no por odio, porque entonces no estará prohibido el amor, al contrario, crecerá exponencialmente hasta alcanzar a los animales y las plantas y al dragón y la bruja, incluso alcanzará los malos recuerdos porque entonces existirá el perdón. Entonces, te tomaré de la mano, pasearemos por esa plaza, por ese mercado, nos embriagaremos y cantaremos bajo la pálida noche, y al calor de una hoguera, te recordaré que no creíste en mi cuento de hadas; entonces, te besaré y te llevaré a ver el palacio a oscuras y no importará que me hayas dicho que estoy loco, porque todos disfrutaremos de la misma locura; y entonces podremos amarnos. 

Sí, vos verás este reino y viviremos felices para siempre, te lo prometo.

Antonio Cruz. San Salvador, 1989. Narrador y docente. Premio Hugo Lindo de Novela (2021). Obra publicada: Piedras y quimeras (minificción. Proyecto Editorial La Chifurnia, 2022). Colaboración en antologías: Y nada más (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2022), Cuentos indispensables Vol. I y II (Pantógrafo Editores, 2022-2023), Daños colaterales (Abrojo Editores, 2024).

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