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Informe del alucinado

El poeta cubano Sergio García Zamora nos comparte, en exclusiva para El Escarabajo, tres poemas de su libro Informe del alucinado, poemario ganador del Premio Internacional de Poesía “Nicolás Hierro” (España, 2023)

EL ALUCINADO

Madre, voy a enloquecer, pero regreso. ¿Qué te preocupa más: cuánto demoro en enloquecer o cuánto demoro en regresar de la locura? El viaje es en tren, en avión, en barco; tren y avión y barco dentro de mí, astronave y submarino dentro de mí. El viaje sucede dentro de mí mientras pedaleo mi bicicleta de cartero por el pueblo. Pasaré por las estaciones y los puertos a recoger al muchacho loco de cada pueblo. Sus madres me los encargarán como a niños. Que no les pase nada, me piden, que no vuelvan lúcidos. Y entiendo a las madres como a mi madre, porque de tanto cuidar la locura de sus hijos, no sabrían ya cuidar de la cordura de sus hijos. Los veo subir y sonreírme. Se levantan el sombrero como se levantan la tapa de los sesos. Debajo del sombrero es primavera, algunos lucen un nido con pichones; otros, mariposas y manzanas. Nunca hay dos locos iguales, aunque sean la locura. Suben mis compañeros de viaje con sus maletas. En la maleta llevan dos camisas de fuerza para cambiarse si se manchan con el café envenenado. Jugaremos a la guerra como los soldados juegan a estar locos. Todos los días vencemos en el frente, pero no se anuncia en los periódicos. Todos los días sobrevivimos a nosotros. Madre, voy a enloquecer, pero regreso. No te preocupes, madre mía, que soy el capitán de este regimiento.

EL INQUILINO

Toda la noche un balanceo. Dios en el sillón de las constelaciones, estrellas como avellanas crujen bajo el arco, se hacen polvo, qué almendra la luz de estrellas muertas, qué almendra amarga para la boca dulce de Dios y de la amada.

Toda la noche un balanceo. La Vía Láctea acuna sus planetas, se duerme cargada de hijos, cantan las lunas, oyen los muertos la música de las esferas, se arrullan los cuerpos en sus órbitas, pero el sol no parpadea ni contando planetas.

Toda la noche un balanceo. El tiempo, debe ser el tiempo, su péndulo universal, su rueda de piedra, su rueda de molino que mueve y remueve el mismo, su noria sonora y eterna.

Toda la noche un balanceo. El insomne interroga al vaivén de la memoria como a un bote que golpea ola tras ola el muelle, atado como el caballo a un poste de sombra. Es eso: el balancín de la infancia, caballito de madera, hecho de un bote roto, de un remo quebrado contra la espalda de la muerte.

Toda la noche un balanceo en el piso de arriba. Pero de pronto silencio. Quedó una quebradura en el aire, sin ritmo ni palabra. Un silencio de estrella fija que se devora a sí misma, que se suplanta a sí misma en su fijeza. Un silencio como la extinción del universo, un silencio fuera del tiempo, un silencio hecho hombre, no sobre la faz de las aguas, sino en la orilla. Un silencio que no me deja dormir, dormir, dormir. Ni a los otros los deja despertar.

ARENGA AL POETA FUTURO

¡Poetas que vendrán!
Walt Whitman

I

Los antologadores sabrán cosecharme. No labraron ni sembraron, pero nadie podrá negarles ese agosto. Cortarán los versos y separarán el trigo de la paja. Harán su pan con mis poemas. Ese alimento estará en boca de otros. De otros muchos o de algunos pocos, ya qué importa. Tú y yo fuimos como el sol y la lluvia: hicimos crecer lo que había en nosotros. Los antologadores buscarán un molde para la masa. Y pondrán sal. Solo pido a esos buenos panaderos que no dejen demasiado tiempo mi alma en el horno.

II

En mí han ocurrido revoluciones que solo yo he presenciado, pero no sabría decir que ha cambiado. Mi vanidad instaura su dictadura. La revolución que soy se vuelve la represión que no soy. Y comienzo a perseguirme, a encarcelarme, a torturarme, a morir sin delatar a los otros que vendrán. Otros vendrán, estoy seguro. Entonces llegará la senectud del país que soy. Y otra vez seré un niño. Los niños nada saben de política, sino de amor.

III

A ti que sabrás si gané o si he perdido: un hombre hace una pregunta al universo, pero jamás se queda para escuchar la respuesta. A ti, oscuro hermano, yo te encargo la voz de las estrellas. Mi tarea es preocuparme por lo que todavía no existe, pero que resulta más real que mi existencia. Porque respiras sin respirar yo respiro. Y el corazón vuelve al corazón. Todo lo hago pensando en el instante donde nunca estaré, pero con la certeza de que tú no faltarás.

SERGIO GARCÍA ZAMORA (Cuba, 1986). Licenciado en Filología Hispánica. Autor de numerosos poemarios, entre los que destacan: Resurrección del cisne (Premio «Rubén Darío», Fondo Editorial del Instituto Nicaragüense de Cultura, 2016); El frío de vivir (Premio «Loewe» a la Creación Joven, Visor Libros, 2017; Premio de la Crítica Literaria en Cuba, 2da edición Editorial Capiro, 2018); Diario del buen recluso (Premio «Gabriel Celaya», Editorial Erein, 2017); La canción del crucificado (Premio «Blas de Otero» de Majadahonda, Sonámbulos Ediciones, 2018); Los uniformes (Premio «Jorge Manrique», Ediciones Cálamo, 2019) y Los conspiradores (Premio «Juan Alcaide», Editorial Verbum, 2020). Fundador del Grupo Literario La estrella en germen.

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