Poemas de Lourdes Ferrufino

En Revista El Escarabajo nos complace presentar la muestra poética de una de las voces femeninas más interesantes de la última década en El Salvador: Lourdes Ferrufino. Algunos de estos poemas aparecen en Académica tropical (S&R Editores, 2025) y los demás son inéditos. En esta selección, Ferrufino interpela a la sociedad contemporánea, al lenguaje, los lazos y pequeñas conexiones que surgen entre la familia, el amor y el acto creador

Lourdes Ferrufino / Poeta



Pregunta de cajón

Me han preguntado incansablemente
si las mujeres escribimos 
de otra cosa que no sean nuestros cuerpos,
nuestros achaques físicos, emocionales o existenciales.
Me exigen justificar la palabra nacida del dolor
del encuentro con los otros y del servicio a LOS OTROS,
de nuestra elección por nombrar lo invisible 
por repensar nuestros lenguajes y necesidades
por extrapolar la academia a lo íntimo
por conectar nuestra experiencia con los saberes 
heredados por las antecesoras del pensamiento
y la vida dentro de estructuras desfavorecedoras. 

Veo cómo sus ojos se tornan blancos
(cómo quizá lo hicieron al iniciar esta lectura fugaz)
o elogian el arte poética del que a mi lado
escupió una verdad velada o poca sincera.
Pienso que no soy la más idónea para hilar
una respuesta bañada de encanto 
y en virtud de ello 
arrancar una sonrisa al púlpito escrutador.

Agradezco la pregunta, como debe decirse
por convención social, pues, a fin de cuentas
los oyentes se están marchando
y si mi voz resuena en las últimas sombras
del auditorio (mujeres, casi siempre)
mi poema tuvo razón de ser.



Académica tropical

La mujer mental 
estudia la nervadura
de cosas inexistentes en el trópico,
ese del que nunca saben los eruditos
su asentamiento o distinción.

Heraldos fantasmagóricos traen
gestas, viajes iniciáticos, folklore e invenciones
disímiles del trópico. Su traslación al clima 
requiere horas de trabajo mal pagadas.

No todo está echado a perder
en medio de este cementerio de libros y fantasía
acontece el milagro nocturno del poema.



La visita inesperada

Hoy han venido a verme
mi madre y mis hermanas.
Alfonsina Storni.

Al final de la tarde 
brota la evidente revelación del amor 
que te llega 
en forma de acompañamiento. 
Se intensifica la furia del extraño tango 
de la vulnerabilidad 
yendo contra tu instinto de supervivencia
contra las mentiras del ego
contra las trampas de la falsa madurez;
reconoces con sereno tormento
una bandera a media asta 
o quizá una versión 
de la que fuiste en la casa materna.

Hoy masticás con menos perjuicio
la congoja de ser 
hermana mayor y llovizna;
aceptás de buena gana lo impredecible
instalada en el centro de la ternura
para recibir a tu madre y tus hermanas
en el tejido de un poema
abriéndoles de ese modo el balcón
a la arquitectura de tu ensimismamiento.  

Otro lazo te une a las lenguas y dendritas
de hermanas urdidoras 
habitantes de celajes, quietud, sofocamiento, 
vigilia, promesas, humedades, gozos y entregas.
Una suerte de efluvio amoroso
con que nos remojamos 
las expectativas pueriles
propias de esta década de ficciones
donde todos soñamos
otras formas de lanzar guijarros al enemigo.



La comunicación de las plantas

Tus uñas acostumbradas a rasgar la tierra
trasplantan pacientemente
un centenar de magnolias, romero,
hongos, menta, cactus.

Operación que requiere 
exactitud y confianza en la totalidad solar. 

Las redes neuronales del mundo
me has dicho
son las plantas y su sofisticada 
manera de comunicarse con otras,
por lo que intuyes que tus manos
han hablado con plantas
primigenias 
invencibles 
obstinadas y algunas incluso
víctimas de los malos amores.

Tus uñas comprenden la raíz 
de los hombres que se refugian 
en el odio profundo a sus padres
en la saliva de los labios azucarados 
de las muchachas impúdicas 
educadas con catecismo y analgésicos;
de los cuerpos glaucos del jardín
determinados por la química 
y la bondad de tus manos, 
cultivadoras de vida y belleza.

Rezo, no quiero ocultártelo
por la perpetuidad de tu jardín
tu sitio contemplativo 
ocupado por tortugas y antiguas melancolías; 
como si mis plegarias
dotaran de serenidad tus mañanas
como si mi angustia por tus manos
nutriera mis cabellos y mi voz
a la vez, alargara tu paso
por este mundo maniatado 
de romances virtuales e internet,
como si nuestra última conversación 
nos devolviera la esperanza
de un porvenir que no será
y que, a pesar de todo, 
nos renovara enteramente 
como dos extraños que se aman
en la generosidad del silencio
mientras afuera ocurre un espectáculo de sombras.



Sueños recurrentes

Para Manuel, Ben y Carlos.

I

Colgá en el dintel la máscara
no hace falta que te desnudés
ni ejercicios de autocompasión.

Narrame otra vez el sueño recurrente
donde tu mamá te ata a una pira
y gozosa 
inicia el fuego. 

II

Corrés por senderos extraños
al ritmo de bolero y pop rock;
el estado actual de tu fe 
no te permite intercambiar tu enfermedad por equilibrio.

Los chacales sospechan tu propósito,
el lago duerme 
a la espera de tu inminente descenso. 

III

Vencés la noche junto al perro 
que custodia las claves de tu cordura;
fiebre y salmo junto al solitario cigarrillo
aplacan la visión recurrente
del hombre sombra al otro lado del escritorio 
vigilando la lucidez de tu asombro.



Criptomnesia  

Él aprieta los ojos 
una creciente de río lo arrastra, 
se aferra al escapulario  
curtido por la sal de los lustros.
Un embudo hecho de insectos lívidos 
recibe su osamenta de amnésico experimentado. 
Ignora del caballito de mar que acumula episodios  
con matiz de invención o quimeras nunca suyas. 

Padre se imita a sí mismo  
describe sus propios errores con entusiasmo  
a veces plagia los milagros de San Francisco de Asís 
o se atribuye la invención de la angustia. 
Padre imita a su padre 
repite el idioma extranjero 
que aquel aprendió en las minas 
desgarradas por la ambición del hombre; 
por ello, a veces adivina su tardía muerte.

Padre repite la misma insensatez 
la misma muletilla
la misma temeridad 
el mismo desacierto 
el mismo despropósito 
el mismo infortunio  
el mismo destino que su padre amnésico.

Lourdes Ferrufino. (Santa Rosa de Lima, La Unión, 1992). Licenciada en Letras por la Universidad de El Salvador (UES - FMO). Se dio a conocer por el Certamen Literario de Mujeres La flauta de los pétalos (2015) organizado por el Centro de Estudios de Género de la UES Central. Cofundadora de La Página Desértica. Organizadora del Encuentro Virtual de poetas Miguel Álvarez Castro. Aparece en el Índice general de poetas salvadoreñas Las muchachas de la última fila (Zeugma editores, San Salvador, 2017) y Poeta Soy. Poesía de mujeres salvadoreñas (MINEDUCYT, San Salvador, 2019). Parte de su poesía se ha publicado en el Suplemento Tres Mil del Diario Co Latino, Revista Cultura n.º 121 y diversas revistas digitales. 

Obra publicada: La Espina Etérea (plaquette de poesía, San Miguel, 2016), Diluvio (plaquette de poesía, Quezaltepeque, 2017), Sahumerio (poesía, Estro Editores, 2021). Pulsión (Plaquette de poesía, Costa Rica, 2024). Formó parte del equipo editorial de Claroscuro Editores y del blog literario Cabezarrota. Se dedica a la docencia universitaria.

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