Decapitar a la Sala de lo Constitucional

Destitución de los magistrados de la Sala de lo Constitucional en El Salvador
1 de mayo de 2012. Sigfrido Reyes (izquierda), entonces presidente de la Asamblea Legislativa, levanta la mano de Ovidio Bonilla, el presidente de la Corte Suprema que impuso el grupo FMLN, PDC, GANA y PCN.

No es nuevo que el anhelo del poder Ejecutivo ha sido controlar a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia salvadoreña. Desde el 2009 se buscó guillotinarla para que regresara al redil. El pasado 1 de mayo finalmente sucedió con un nuevo partido oficial. ¿Qué se busca con decapitar a la Sala?


Alfonso Fajardo | Abogado y poeta | @AlfonsoFajardoC


La Sala de lo Constitucional fue, hasta el 1 de mayo de 2021, el perfecto freno y el idóneo contrapeso ante las actuaciones arbitrarias de los dos gobiernos anteriores y del actual. El nombramiento inconstitucional espurio de los nuevos magistrados se ha encargado de que la Sala vuelva ser lo que era antes del año 2009: un satélite del Órgano Ejecutivo desde donde reciben las órdenes superiores. Todos, absolutamente todos los actores políticos habían querido cercenar, amarrar o decapitar al máximo tribunal constitucional. Los partidos políticos de ARENA, FMLN, PDC, PCN y GANA siempre habían querido desmantelar la imparcialidad y la independencia que caracterizó el trabajo de la Sala de lo Constitucional desde 2009, año en que son elegidos cuatro nuevos Magistrados. Con esa conformación, la Sala emitió sentencias de inconstitucionalidad y amparos que detuvieron muchas arbitrariedades de los Órganos Legislativo y Ejecutivo.

Ante los obstáculos del abuso de poder, los partidos de derecha promulgaron el recordado y nefasto decreto 743, que obligaba a la Sala a resolver por unanimidad sus decisiones, un decreto que posteriormente fue derogado ante el clamor popular. También la población debe recordar el triste «tarimazo», donde representantes de los partidos políticos FMLN, PDC, GANA y PCN, entronizaron a Ovidio Bonilla como el presidente de la Corte Suprema de Justicia que querían, una Corte al servicio del poder político-partidario, en esa ocasión, estas fracciones políticas incluso se auxiliaron de un cerrajero para abrir las puertas del edificio de la CSJ. En la década que gobernó el FMLN, los ataques a la Sala de lo Constitucional también fueron constantes, frecuentemente enviaban a sus sindicatos a hacer marchas y protestas. Los ataques del Órgano Ejecutivo también habían sido constantes en la década anterior. En fin, todos los actores políticos estaban interesados en decapitar a la Sala de lo Constitucional para volverla un instrumento de sus necesidades. Sin embargo, ni ARENA, con sus intereses perjudicados, ni el FMLN con su libidinoso y eterno sueño chavista, ni los operadores de los Órganos Legislativo y Ejecutivo, habían llegado tan lejos como sí lo hizo la nueva Asamblea Legislativa dominada por el oficialismo al destituir, de manera inconstitucional, a sus Magistrados para nombrar, también de manera inconstitucional, a los nuevos y espurios Magistrados.

El oficialismo, y quienes lo apoyan, no reparan que lo que han hecho, en realidad, es volver a la vieja manera de cómo se hacía la política en este país, pues la Sala de lo Constitucional y en general la Corte Suprema de Justicia (CSJ) siempre fueron, antes de 2009, un Órgano Judicial genuflexo al Poder Ejecutivo. Lo que hicieron, en realidad, es volver a esas viejas costumbres que tanto dicen aborrecer. Lo que hicieron es regresar a los años 80 y 90, cuando los partidos oficiales cooptaban la CSJ, convirtiéndola en el patio trasero del Órgano Ejecutivo. Ellos, que dicen detestar a los mismos de siempre, emplean las mismas tácticas de sus adversarios. Ellos son, entonces, la nueva ARENA de los 90, mientras que la nueva Sala de lo Constitucional se asemeja más a las Salas de aquella época que a una Sala progresista, independiente e imparcial.

Así pues, lo que muchos no pudieron hacer el nuevo oficialismo lo ha logrado: decapitar ese freno, ese contrapeso que era necesario para impedir el abuso del poder. Ahora, todas las leyes, por muy arbitrarias que sean, serán declaradas constitucionales; todas las sentencias serán fiel reflejo del deseo de una persona; y no existirán límites al Poder, facilitando fenómenos que creíamos superados en nuestra joven democracia, como la persecución política, el autoritarismo, el absolutismo y, por supuesto, el caudillismo. Decapitar a la Sala de lo Constitucional era el sueño de todos, pero quizás solo lo podía hacer personas con total ausencia de vocación democrática, pues solo mediante la tiranía podía ser posible.

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