Alfonso Fajardo, en este artículo que recorre las facetas de Ricardo Aguilar, nos brinda su recuerdo a tan solo días de su partida
Alfonso Fajardo / Poeta y abogado / @AlfonsoFajardoC
La muerte de Ricardo Aguilar, o Ricardo Humano, como se hacía llamar, me cayó como un balde de agua fría la mañana del sábado 16 de octubre. Sabía que tenía varios “achaques” de salud, pero nunca me imaginé que de forma tan repentina abandonaría su cuerpo para convertirse en espíritu, porque él creía en su gran Jefe, ese que nunca lo abandonó y con quien tenía largas conversaciones, ese que le dictó cientos de páginas que se encuentran reunidos en el “Libro de los Mensajes”. Ricardo presentía su muerte desde hacía muchos meses, insistía en finalizar o al menos adelantar muchos proyectos que estábamos desarrollando. Presentía su muerte y, sin embargo, yo no creía que pudiese ausentarse tan pronto pues su salud estaba siendo controlada por los médicos.
Conocí a Ricardo en una de las primeras visitas a la casa de Alfonso Kijadurías, en el Valle del Señor, Quezaltepeque. Ricardo era el mejor amigo de Alfonso y viceversa, por eso, en cada visita de los poetas a casa de Alfonso, Ricardo siempre estaba allí, como uno más de los familiares de Alfonso, como hermano. De esa amistad hay registros concretos, pero basta mencionar una dedicatoria de Kijadurías para intuir el profundo lazo de amistad que los unía. En la antología “Todos los Rumores del Mundo” (Editorial Flor de Barro, 2015), Alfonso escribió: “A Ricardo Humano/mi lector preferido, cómplice en las sigilosas aventuras del espíritu. Con el fervor de siempre”. Era pues, la amistad entre Ricardo y Alfonso, una que se edificó en el transcurso de los años gracias a las aventuras y desventuras que ambos vivieron, como cuando vivieron durante meses en Cusco, Perú, en los años setenta, o los inicios de su amistad que se encuentran a manera de ficción en la novela aún inédita “SIVELA”, donde Ricardo Humano se ve reflejado en uno de los protagonistas principales de la novela.
Con el tiempo, y más allá del vínculo que implicaban las visitas al Valle del Señor, puedo afirmar que nos hicimos amigos con Humano. Conocí, entonces, al artista, al escritor, al cultivador de amistades, al protector del legado de Salarrué, a la persona, al humano. Ricardo se podía dar el lujo de haber conocido a Salarrué, a Claudia Lars, a Roque Dalton; y de ser amigo cercano de Rolando Costa y , como repito, de Alfonso, dos de los más grandes poetas del siglo XX y XXI en El Salvador. Como artista, como pintor, serán los especialistas quienes valoren su obra, yo solo me limitaría a confirmar que Aguilar era un artista auténtico, él pintaba porque lo necesitaba, y luego si vendía bien su obra, ya era ganancia. Ricardo también fue editor a su manera, bajo su sello editorial “El Venado Blanco” se publicaron a varios de los mejores poetas de El Salvador: Roberto Armijo, Rolando Costa y el mismo Kijadurías. Como escritor, Aguilar era Humano, quedan como testimonio de su escritura tres libros: “The New Book”, “El Camino del Ser” y “Todos los Mensajes”, libros que no tienen más pretensión que ser testigos de su involucramiento con “El Jefe”, como llamaba a Jesús, libros que también destilan una humanidad concentrada en mensajes epigramáticos, y que -como el caso de “Todos los Mensajes”- sirven de conducto de lo que “El Jefe” le susurraba al oído.
Sin embargo, si debo resaltar una faceta de Ricardo, en lo personal resaltaría la de cultivador de amistades. Tenía una gran facilidad para crear nuevas amistades, y por su forma de ser, también sucedía que tenía detractores, pero en definitiva eran más los amigos que los que murmuraban entre dientes. De Ricardo hay rumores que, gracias al tiempo -que todo lo destruye- quedaron en eso, en rumores, y es que Humano, para resumir su vocación como persona, era muy de izquierda para la derecha y muy de derecha para la izquierda. A Ricardo nunca le gustó la política, la detestaba. Por eso tenía algunos detractores, porque hay quienes no soportan el desinterés partidario. Y, sin embargo, Aguilar sí que sabía detectar la farsa ideológica y el autoritarismo, viniera de donde viniera. Menciono el aspecto ideológico precisamente a partir de su faceta de cultivador de amistades, ya que Ricardo tenía amigos en cualquier ámbito de la vida político-cultural de El Salvador.
Repito que con el tiempo nos hicimos amigos. Hace unos años ya le había colaborado en constituir legalmente la Editorial “El Venado Blanco”, que ahora está ahí lista para darle continuidad al pensamiento de Ricardo mediante libros que a él le hubiesen gustado publicar. También logramos concretizar, hace unos tres años, una larga entrevista a Kijadurías sobre su obra y su vida, cerca de seis horas de entrevista y conversación donde él también tuvo un papel protagónico como mejor amigo de Alfonso.
Al momento de fallecer teníamos varios proyectos en progreso. Durante la cuarentena yo ya había escaneado toda la correspondencia física entre él y Kijadurías, una copiosa correspondencia que abarca muchísimos años y que es -además de una radiografía de las vidas de ambos- un verdadero encuentro de ocurrencias y de ingeniosidades. Quedará pendiente un ejercicio similar con el poeta Rolando Costa, de hecho, Ricardo lo propiciaba y en algún momento espero se realice. También estábamos recopilando, junto al poeta Rainier Alfaro, su correspondencia electrónica, tarea de la cual no quería saber nada hasta que estuviera finalizada. Y si había un proyecto que le había tomado especial cariño, era la posibilidad real de hacer una revista electrónica de arte y literatura donde se publicaría obra de su querido Salarrué, de Rolando Costa, de Kijadurías, de él y de mi persona; revista que al momento de su deceso ya estaba muy adelantada gracias a la ayuda de la Universidad de Texas. Su insistencia en culminar todos estos proyectos seguramente obedecía a que sentía el llamado de la tierra. Tanto era el presentimiento, que se apresuró a elaborar un testamento. De más está escribir que extraño sus insistentes llamadas por WhatsApp, sus audios, las ideas de nuevos proyectos. Quedan las tardes de vino en su estudio-terraza de Reparto los Héroes, las eternas visitas a El Valle del Señor, su pintura y, sobre todo, su amistad sincera. Humano demasiado humano, como el libro de Nietzsche, así era y será Ricardo.
Un día de esos que estábamos en su estudio, me obligó a anotar ciertas instrucciones para cuando se ausentara del plano material. Entre ellas, casi todas de carácter terrenal, la más importante quizá sea el mensaje con el que se quería despedir de sus amigos, el cual cito de forma textual, cumpliendo de esta manera una de sus últimas voluntades, a saber: “El alma de Ricardo Aguilar Humano siguió su marcha, y dejó el cuerpo. Y Humano ya no existirá nunca más, volvió a la tierra.”
Ciudad Merliot, 25 de octubre de 2021
Gracias pir las palabras. En 2005 ordene todas sus cartas. Las cuales estaban en total desorden. Era mi mejor amigo. Desde 2003.