¿Inteligencia natural o inteligencia artificial?

¿Se pierde originalidad al usar inteligencia artificial para crear? ¿La creatividad humana quedará abolida gracias a la inteligencia artificial generativa? se pregunta Manuel Vicente Henríquez en esta columna, ante el nuevo mundo que se reconfigura con el uso de la IA en cada vez más aspectos de la vida


Manuel Vicente Henríquez B. | Comunicador y escritor 


Una de las formas más comunes que utilizan los escritores para dar a conocer su obra es participando en premios literarios. Es, además, una manera de lograr algún prestigio, pues se supone que este tipo de certámenes premian la creatividad y la calidad de quienes participan en ellos. 

Así pues, a inicios de este año, la noticia de que la japonesa Rie Kudan había ganado el reputado premio Akutagawa de literatura japonesa sonó en el mundo literario con más fuerza de lo usual, puesto que, al entregarle el mayor premio de las letras niponas, confesó frente a todo el público que su novela ganadora había sido escrita «en un cinco por ciento» con ayuda de la inteligencia artificial. Esta bomba desató una oleada de comentarios, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, referidos a si había sido lícito o no haberse ayudado por la inteligencia artificial generativa, si era válido o no que hubiera ganado el premio o si, por el contrario, había que retirárselo. 

Más allá del revuelo causado por esta revelación, creo que vale la pena ahondar en cómo está influyendo actualmente esta herramienta hasta en los procesos estético-creativos y cuál será el futuro de la creatividad de los artistas con el advenimiento de Chat GPT.

Los desafíos éticos y morales que plantea esta tecnología no escapan al campo artístico, puesto que además del caso citado de la ganadora del Akutagawa, ya se dieron otros casos en los que la creatividad de los artistas queda en entredicho: el año pasado, el fotógrafo alemán Boris Eldagsen ganó el Sony World Photography Award, premio al que renunció debido a que su obra había sido generada con IA. Entonces, ¿debemos permitir el uso de las IA para la creación artística? ¿Se pierde originalidad al usar esta herramienta para crear? ¿La creatividad humana quedará abolida gracias a la inteligencia artificial generativa? Son preguntas que ya se empiezan a hacer en diversos círculos artísticos. 

Hay opiniones en el sentido de que quienes utilizan estas herramientas no deberían llamarse artistas, pues carecen de «originalidad» y se ayudan de algo externo a su propio conocimiento. Otros insisten en «el peligro» de que la creatividad humana se vea comprometida por culpa de la IA, al grado de llegar a desaparecer, devorada por esa inmensa avalancha de datos e información que tenemos a través de Chat GPT.

Volviendo al tema literario, es tanto el revuelo que ha causado la creciente influencia de la IA, que diversos escritores se han pronunciado al respecto y han sentado postura. Cientos de autores, entre los que destacan Margaret Atwood, Tobias Wolf y Dan Brown, firmaron una carta en la que solicitaban a destacadas empresas de IA, como OpenAI, Meta, IBM y Microsoft, que pidan el consentimiento de los autores para hacer uso de sus obras, así como también les den el respectivo crédito y les compensen de manera justa cuando sus obras sean usadas por estos desarrolladores. En este sentido, el uso de la inteligencia artificial plantea otros retos, por ejemplo, en lo referido a cuestiones de propiedad intelectual. George R.R. Martin, el famoso escritor de «Juegos de Tronos», entabló una demanda contra Open IA porque habían utilizado sus obras para entrenar a los algoritmos de Chat GPT y no le dieron regalías. Otros autores están abogando ya en los Estados Unidos para que se regule el que ningún escritor pueda usar la IA para sus creaciones. Como se ve, el tema y sus polémicas van para largo.

Pienso que más allá de prohibir a rajatabla el uso de la IA para la creación, lo que se debe buscar es que quienes la usen tengan los criterios, el conocimiento y la experiencia necesaria para poder sacarle el mejor provecho posible. Seamos sinceros: ninguna inteligencia artificial generativa hace a una persona escritora. Primero, el talento se tiene o no. Segundo, a escribir se aprende escribiendo. Y tercero, solo con el empeño, la disciplina y el compromiso se logra crear algo que realmente valga la pena ser leído.

De igual manera, no creo que la IA ponga en peligro la creatividad de los artistas, independientemente de la rama que sean, porque el sentido estético de una obra perdurable no reside en una inteligencia artificial, ya que el sentido de algo maravilloso no es posible que pueda ser «generado», eso solo puede ser «creado», ese misterioso proceso que acontece en algunas personas y que les permite hacer algo verdaderamente artístico. Y eso, al menos por hoy, no lo logra ninguna IA. Lo que sí puede ser motivo de preocupación es que, con el desarrollo de esta poderosa herramienta, corremos el riesgo de subestimar la creatividad del ser humano, pero no debemos nunca pasar por alto que la creatividad, la sensibilidad y la intuición humanas no tienen sustitutos. Y eso sí es mera «inteligencia natural».


MANUEL VICENTE HENRÍQUEZ B. (El Salvador, 1972). Comunicador de profesión. Escribe narrativa, crónica y ensayo. Es articulista en diversos medios impresos y electrónicos de El Salvador y latinoamericanos. Recibió mención honorífica en el Segundo Certamen Nacional de Ensayo «Agustín Espinoza, S.J.» (2000), convocado por la Universidad Iberoamericana Torreón (UIA), México, con el ensayo «Posmodernidad y nuevas tecnologías». Obtuvo mención honorífica en el Primer Concurso Nacional de Reseñas Literarias (2002), organizado por el periódico mexicano La Jornada y editorial Alfaguara, con una reseña sobre la novela La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo. Ha sido catedrático de literatura y redacción. Es autor de Una pequeña dosis de ternura (Índole Editores, cuentos, 2017); y Sin ningún motivo en particular (Índole Editores, cuentos, 2023).

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