¿Les mola?

Carmen Mola, Premio Planeta de Novela 2021
Fotografía original de «Crónica Global»

Resulta paradójico, por no decir chocante, que justo en el mes que se celebra la lectura de escritoras, como una manera de darle mayor difusión a sus obras, se haya premiado [Premio Planeta de Novela 2021] a tres oportunistas que se hacían pasar por una mujer: Carmen Mola

Manuel Vicente Henríquez B. | Comunicador y escritor


Comienzo con una acotación: en España, para referirse a que algo gusta o es agradable, usan la expresión «esto mola», «me mola mucho». Es parte del lenguaje coloquial en ese país, siendo muy usado por los hablantes de todas las edades.

Traigo esto a colación, a propósito de la pasada entrega del Premio Planeta de Novela 2021, que este año reconoció a la obra ganadora con la suma de un millón de euros, lo que supone el premio literario más cuantioso que ha existido, incluso mayor que el Nobel.

Pues bien, la friolera de un millón de euros fue para la novela La bestia, escrita por la autora Carmen Mola, quien revolucionó el género policial en 2018, con la publicación de La novia gitana, novela que fue un éxito, a pesar de que su autora era una perfecta desconocida; luego del primer libro de la trilogía, le sucedieron La red púrpura y La nena en 2019 y 2020, respectivamente.

Tres años, tres novelas y casi medio millón de libros vendidos encumbraron a la escritora como un fenómeno de ventas y su fama crecía a la par que el misterio de su identidad. Poco se sabía de Carmen Mola. ¿Cómo era? ¿A qué se dedicaba? ¿Cuál era su edad? La «biografía» nos decía que tenía cuarenta y ocho años, trabajaba como profesora en Madrid, estaba casada y era madre de tres hijos. Pero todo era un timo, pues con la premiación del Planeta se develó el misterio: Carmen Mola no era una escritora, era el seudónimo no de uno, sino de tres escritores (guionistas, para ser más precisos) quienes bajo un nombre femenino se escudaron para engañar a los lectores. Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez son los nombres de quienes un día en algo que ellos definieron como «un juego», decidieron convertirse en Carmen Mola y escribir «novelas negras», un género tan en boga hoy día.

Resulta paradójico, por no decir chocante, que justo en el mes que se celebra la lectura de escritoras, como una manera de darle mayor difusión a sus obras, se haya premiado a tres oportunistas que se hacían pasar por una mujer. Es casi un insulto a todas esas mujeres que con talento, tesón y a fuerza de ir rompiendo estereotipos, han buscado su lugar como escritoras, en un mundo en el que los hombres han dominado ampliamente. Sino, veamos el caso del propio Premio Planeta: Desde que se instauró, en el año de 1952, las mujeres han ganado dicho certamen en dieciséis ocasiones; los hombres lo han ganado cincuenta seis veces, incluyendo los tres que firmaban como Carmen Mola.

Esta Premiación ha sido una baldada de agua fría para todas esas escritoras que luchan por posicionar su obra en un mercado que ha sido tradicionalmente masculino. En este sentido, no debemos pasar por alto que durante muchísimos años las obras firmadas por «anónimo» eran de mujeres y otras tantas tuvieron que publicar sus libros con seudónimos masculinos. Pienso en las hermanas Brönte, que firmaron sus obras como Ellis, Acton y Curren Bell o Amantine Aurore Dupin, mejor conocida como George Sand.

Claro que hoy la situación es diferente, pero, por eso mismo, es que casos como el de «Carmen Mola» son tan inconvenientes. De lo que se trata es que la industria editorial, quienes leemos y quienes escriben generemos mayores espacios en los cuales las mujeres puedan publicar y ser leídas por más personas, es lo justo cuando la literatura ha sido históricamente cooptada por hombres. En la medida que quienes consumimos libros demandemos más lecturas de mujeres, estas tendrán más espacios y serán más visibilizadas.

Por el otro lado, a propósito del premio en cuestión, me sorprendió leer en las redes sociales opiniones del tipo: «Se las metieron a las feministas», «les dieron una cucharada de su propia medicina» y otras sandeces de ese tenor. Es preocupante que se vea la reivindicación de las escritoras como una «guerra entre sexos», nada más alejado que esto; al final, la calidad literaria nada tiene que ver con los géneros.

Hoy, más que nunca, ante casos como los de «Carmen Mola», espero ver más escritoras, firmando sus libros con sus nombres, contando más historias y publicando más literatura, porque el consumir una literatura más diversa nos enriquece más como personas. A mí eso sí me mola. ¿Y a ustedes?

1 Comment

  1. ¿Balde de agua fría? Mejor dicho una cita con la realidad: la industria editorial lleva publicando mediocridad y media desde siempre. La novedad es que desde hace unos años el énfasis ha recaído sobre algunas autoras muy talentosas que, mal que bien, usualmente quedan sepultadas durante mucho tiempo bajo un mogollón de autoras oportunistas y mediocres… El «equipo Mola» sin duda es un trío de oportunistas, pero son oportunistas cuya calidad literaria, sin ser nada del otro mundo, está un poco (un poquito) por encima de la demostrada por la autora promedio. La guerra de los sexos (y de los géneros también) es actuada como real desde el momento en que es percibida como real. Preguntémonos: ¿Quién tiene la culpa? ¿Los lectores, las autoras o la industria editorial en general? Las últimas dos opciones palpitan con fuerza. Hace poco leí un artículo de The Washington Post donde una columnista dice que la industria editorial está dominada aproximadamente un 60% de hombres, pero no entra en detalles acerca de la edad de esos hombres y de si el supuesto 40% de las mujeres es un hecho acelerado en tiempos recientes. El notorio impulso editorial a las autoras es reciente; es decir, cabe destacar la posibilidad de que sólo por el hecho de ser mujeres tengan más posibilidades de publicación, dejando atrás una generación de hombres ya publicados. Y hablo de posibilidades, claro. Pero ¿es que acaso no basta con que sea percibido de esa manera, como un hecho factual, para que el público general lo de por sentado? ¿Qué importancia tiene el hecho de que se esté haciendo justicia para con las autoras si, aunque sea en apariencia, los lectores en general perciben un desprecio por los autores? En estos tiempos de «empatía generalizada» parece que pocos autores y editores, del sexo y género que sea, se preguntan si de alguna manera están haciendo un esfuerzo consciente por evitar la dichosa guerra de los sexos y crear un ambiente verdaderamente incluyente. Como siga todo así habrá tan pocos lectores y lectoras* en el futuro que miraremos hacia atrás con vergüenza.

    * Ya se nota: ¿no están acaso las jóvenes escogiendo cada vez más las mismas opciones de ocio pasivo (videojuegos, influencers de pocamonta y un larguísimo etcétera) que desde hace tiempo se adueñaron de la mayor parte de los jóvenes? Es una desgracia. ¡Y he llegado a ver autoras de renombre congraciarse en que las mujeres leen más libros en lugar de preguntarse cómo fomentar el amor por la lectura en todos, como si la perdida del publico masculino no fuera un grave problema! ¿No se dan cuenta de lo malevolente que resulta semejante actitud? ¿Cómo se supone que habrá más hombres y mujeres que admiren a las Bronte y a Virginia Woolf si no las leerán jamás? Quizá nuestro destino sea una sociedad alfabetizada sin el menor interés por la lectura.

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