«El giro significativo y probablemente irreversible que están dando muchas de nuestras prácticas socioculturales, bajo las medidas de bioseguridad por COVID-19, merece un cuidado que probablemente no está teniendo. Así, la celebración de una parte de la Cuaresma, así como la Semana Santa en la Parroquia Santiago Apóstol de la ciudad de Chalchuapa, se vieron supeditadas a esos cambios que solemos pasar por desapercibidos»
Julio Edgardo Zepeda Vargas | Poeta y antropólogo salvadoreño
I
Una encuesta del IUDOP, en 2009, revelaba que el 90 % de las personas salvadoreñas se declaraban cristianas, y un 50.4 % católicos. El cristianismo es, por tanto, uno de los elementos determinantes en la cultura salvadoreña insuflando a la misma de todo un «sistema de símbolos que le transmiten conocimientos e información sobre algo, portando valores, suscitando sentimientos y emociones, y que expresan ilusiones y utopías» (Varela, 2005:81). De lo anterior resulta que la religión siempre ha sido un tema de interés para distintas ciencias humanísticas, como la antropología.
En El Salvador, las lógicas a través de las cuales el catolicismo se ha instalado en el imaginario popular son variadas, pero una de las más importantes es la celebración de la Cuaresma y la Semana Santa, que suele celebrarse entre mediados de febrero, marzo y principios de abril. Con énfasis en el occidente, aunque no únicamente, la celebración suele ser llevada a cabo por organizaciones religiones que tienen a su base lo que antiguamente (y en algunas partes del territorio salvadoreño todavía) se conocía como Cofradías, las cuales atienden a la definición brindada por Carlos Benjamín Lara Martínez, quien dice que «las cofradías son organizaciones religiosas que establecieron los frailes desde principios del siglo XVI, con el objeto de fomentar la fe católica entre la población nativa. Los indígenas las adoptaron rápidamente y les imprimieron características particulares de acuerdo a sus tradiciones religiosas»[1] (Lara, 2002: 8) y que en sus orígenes tenían cargos básicos como cuidar al santo al cual habían sido inscritos. Entre las propiedades de la Cofradía no solo se incluía la imagen alrededor de la cual se desarrollaba la celebración, sino también hectáreas de tierra o ganado.
La celebración de la Cuaresma y la Semana Santa, puede ser explicada a través de la teoría del rito, que es definido como «una conducta formal prescrita en ocasiones no dominadas por la rutina tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas» (Turner, 1980: 21), así como el análisis de sus símbolos. No profundizaré en esto último, sino el rito mismo, puesto que tal como la conocíamos hasta ahora, la celebración es constituida por los ritos procesionales que a través de todo un teatro del dolor, pretenden encaminar a la feligresía por una concientización de este sufrimiento. La vistosidad que revista estos ritos es una de las características primordiales de ambas celebraciones, mismas que convocan a creyentes y no creyentes y que hasta antes de la Cuarentena por el COVID-19, reunían en las calles a decenas o cientos de personas.
II
En el occidente de El Salvador, específicamente en Chalchuapa, la celebración es protagonizada por la Cofradía de la Cruz (Grupo de Cargadores del Santo Entierro), la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, y la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno; el epicentro es la Parroquia Santiago Apóstol, y desde 2007, gozan el reconocimiento de ser Patrimonio Cultural Intangible de El Salvador (Diario Oficial, noviembre del 2007).
Para introducirnos al caso particular de los chalchuapanecos en lo que al tema de Cofradías respecta, es de gran ayuda una carta firmada por Pedro Arzobispo de Guathemala (sic), fechada del 1 de Junio de 1775, en la cual el arzobispo da parte de la visita que ha realizado a distintas parroquias en el país, misma en la que muestra su incomodidad con las costumbres sostenidas por estas, embriaguez, supersticiones y depravaciones, y que las celebraciones de las mismas remiten a esto.
La carta, pertenece a un encargo que le hiciera al Arzobispo de Guatemala el rey, para saber en qué estado se encontraban los pueblos en cuanto a las finanzas y otras cuestiones pertenecientes a las practicas cristianas y a la moral, entre estas cartas podemos encontrar dos datos de suma importancia: El primero, es que el Arzobispo registra por lo menos, quince cofradías en Chalchuapa para esa fecha, dentro de las cuales, se habla de la Cofradía de la Santa Veracruz, y posteriormente registra la De Nuestra Señora de Dolores[2]. En este primer apéndice se da cuenta del capital y de las pertenencias de estas cofradías, esto incluye, ganado, yeguas, caballos, etc.
Dentro del mismo reporte, pero en un segundo anexo, encontramos una importante carta enviada por el cura responsable de la parroquia en Chalchuapa, el padre Phelipe Azeytuno, fechada para mil setecientos sesenta y nueve, en el cual el sacerdote da fe en diez puntos de distintos temas, dentro de los cuales, resalta el segundo:
«que el idioma que se habla en este Pueblo es el que llaman Pocoman, del usan los Indios entre si, y muy poco. No se les administran los Sacramentos, ni se les predica en su Idioma: ni hay en este Pueblo Ladino alguno que la sepa, habiendo nacido en este Pueblo, y criado con ellos» (Montes, Santiago: 203)
El componente indígena, así como la autonomía que estas organizaciones religiosas son dos características determinantes en ellas. En distintos puntos del país, se conservan ambos componentes, para el caso Chalchuapaneco, hasta inicios de 2018 el componente indígena había desaparecido y de él solo quedan fuertes remanentes simbólicos de los que ya no se habla[3]. La autonomía de las mismas fue algo que discutí en mi trabajo de grado «Conflicto Social y Religión: interpretación antropológica sobre cuaresma y semana santa en la parroquia Santiago Apóstol, Chalchuapa (2018)», y es, bajo las nuevas circunstancias que nos proponen las medidas a tomar para el cuidado por el COVID-19, algo que hay que observar.
III
El giro significativo y probablemente irreversible que están dando muchas de nuestras prácticas socioculturales, bajo las medidas de bioseguridad por COVID-19, merece un cuidado que probablemente no está teniendo. Así, la celebración de una parte de la Cuaresma, así como la Semana Santa en la Parroquia Santiago Apóstol de la ciudad de Chalchuapa, se vieron supeditadas a esos cambios que solemos pasar por desapercibidos, pero con consecuencias gravísimas para estas prácticas. Así, los cambios que se dieron en 2020 y que continúan en 2021, bajo el mismo argumento, solo son un continuum de una serie de cambios que dio inicio en 2018, con cambios aparentemente insignificantes, como el cambio de una escalinata.
Para 2020, la celebración de la Cuaresma se vio remitida al rezo intramuros y su transmisión por redes sociales, especialmente en Facebook. Por otro lado, la celebración de la Semana Santa del mismo año, obligó a los miembros de la Hermandad de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno a buscar soluciones más creativas para la celebración: el Domingo de Ramos, para atender las medidas de bioseguridad, sustituyeron la procesión del Domingo de Ramos (una de las más tumultuosas en otros años) por la repartición de ramos bendecidos por las calles del recorrido tradicional, así como la repartición de ramos desde el atrio de la parroquia. Para el Lunes Santo, una de las celebraciones más significativas del pueblo ha sido La Lavada, que consiste en llevar las ropas a utilizar durante las celebraciones en batellas[4], para ser lavada en el balneario «El Trapiche», a pocos metros del lugar; para 2020, la celebración consistió en colocar las ropas en las batellas frente al altar mayor, junto a una breve meditación.
Habría que subrayar un par de hechos importantes, el primero es que mientras Turner señala en su definición de Rito, que este suele no estar dominada por la Rutina Tecnológica, la celebración fue seguida por cientos de seguidores desde las redes sociales de la iglesia y las hermandades o cofradías responsables de cada momento de la celebración. Por otro lado, la importancia que tienen los símbolos: mientras el formato de la celebración misma ya cambió, los símbolos permanecen inamovibles, sosteniendo el significado de todo el rito. Ya Turner lo señalaba: «el símbolo es la más pequeña unidad del ritual que todavía conserva las propiedades específicas de la conducta ritual; es la unidad última de estructura específica en un contexto ritual» (Turner, 1980: 21).
Los ejemplos pueden continuar hasta llegar a la celebración del Triduo Pascual, que es lo que la iglesia considera verdaderamente importante y que, junto a la celebración de la misa del Domingo de Ramos, conforman las celebraciones imprescindibles por ser consideradas litúrgicas. Cualquier otra celebración ajena a ella, es decir, todas aquellas celebraciones que conforman aquello que conocemos como Religiosidad popular es totalmente prescindible y no merece mayor cuidado para el clero. Bajo los lineamientos de bioseguridad por COVID-19, este resulta ser un momento estratégicamente importante para desmontar estas celebraciones, y quedarse con aquellas que son consideradas importantes para la Iglesia católica.
Bibliografía
Browning, David. 1998. El Salvador, la tierra y el hombre, San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, cuarta edición.
Delgado Acevedo, Jesús. 2015: Historia de la Iglesia en El Salvador. Primera edición. San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
Diario Oficial, San Salvador, Martes 27 de noviembre, tomo N.o 377, número 221. 2007.
Lara-Martínez, Carlos Benjamín, «Tradicionalismo y modernidad: El sistema de cofradías de Santo Domingo de Guzmán». Anales 10, Museo de América, Madrid. 2002.
Leiva-Cea, Carlos: El pueblo de Santiago Chalchuapa, su templo y la cofradía de la Santa Cruz: Algunos datos para su historia colonial. s/e. 2014.
Montes, Santiago. Etnohistoria de El Salvador, Cofradías, Hermandades y Guachivales, Tomo II. Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación. San Salvador, 1977.
Turner, Víctor, La selva de los símbolos. Siglo XXI, Madrid. 1980.
Zepeda Vargas, Julio Edgardo. «Conflicto Social y Religión: interpretación antropológica sobre cuaresma y semana santa en la parroquia Santiago Apóstol, Chalchuapa (2018)», tesis para optar al grado de Licenciatura en Antropología Sociocultural por la Universidad de El Salvador (2021)
[1] Jesús Delgado Acevedo, en su libro Historia de la iglesia en El Salvador (DPI, 2016) subraya: «en las provincias de San Salvador, Sonsonate, y San Miguel, las cofradías de los santos tuvieron mucho más éxito que en la misma arquidiócesis de México.» (Delgado, 2013: 123).
[2] Sobre la participación de las mujeres en el sistema de cofradías, me parece muy importante detenerse a revisar el ensayo «Las capitanas de San Luis Cuisnagua» de Elena Salamanca, en https://www.elfaro.net/es/201206/el_agora/8861/Las-capitanas-de-la-cofrad%C3%ADa-de-San-Lucas-Cuisnagua.htm?st-full_text=all&tpl=11
[3] En El Salvador, la tierra y el hombre (DPI, 1985), Browning ubica a Chalchuapa como el pueblo occidental donde más de la mitad de la población era indígena para el siglo XIX, lo suficiente para poder regular el asentamiento ladino (Browning, 1975: 217).
[4] Depósito de madera que es transportado sobre la cabeza de los miembros de la Hermandad, y que a su vez es utilizado para lavar las ropas.