Escribe Vicente Henríquez: «Los cuentos de Charles Bukowski son un dechado de incorrecciones; él mismo fue un incorrecto: borracho, misógino, hosco y violento. Hoy día es todo lo que la sociedad aborrece. Creo que incluso hoy es más difícil que antes leerlo y comprenderlo»
Manuel Vicente Henríquez B. | Comunicador y escritor
En la vida de un escritor, siempre hay lecturas que le cambian para siempre; hay libros que nos producen un estremecimiento tan poderoso, que quedan sellados en nuestra alma de manera indeleble. Pienso en autores como Dostoievski, Kafka o Baudelaire, por citar algunos. Eso mismo me pasó con la obra de Charles Bukowski.
A Bukowski lo conocí allá por 1996, en un taller de creación literaria que impartió Horacio Castellanos Moya, en la entonces Fundación María Escalón de Núñez; fue Castellanos Moya quien me habló por primera vez del viejo Buk y leímos sus cuentos. Fue así como en un viaje a México conseguí La máquina de follar y luego de su lectura quedé completamente impactado con sus historias crudas, que tienen por protagonistas a personajes que resuman nihilismo, un nihilismo rayano en lo autodestructivo.
Luego pasaron por mis manos Escritos de un viejo indecente, La senda del perdedor y Pulp; todos estos libros describen el universo “Bukowskiano” plagado de personajes intensamente misántropos, que no encajan en la sociedad, la cual desprecian, por lo que son profundamente solitarios.
Hoy, recién acabo de terminar de leer el genial libro de relatos Se busca una mujer, en el cual volví a disfrutar de esa prosa portentosa del escritor norteamericano. Con historias simples, el manejo adecuado de los recursos narrativos necesarios y con personajes totalmente sufridos, confirmo que Charles Bukowski fue un maestro del relato breve.
En Se busca una mujer, Bukowski no tiene empacho en mostrarnos todo su desprecio hacia lo que es correcto, bello, normal y bueno, pues solo en lo perverso y en lo bajo se encuentra lo profundamente humano. Así, encontramos historias de hombrecitos que viven en jaulas y hacen el amor desenfrenadamente; un caníbal traído de África y que se convierte en celebridad en Estados Unidos; el cuento de un hombre que se enamora de un maniquí o las fiestas locas que hace Henry Chinaski (alter ego del escritor), en las cuales abundan el alcohol, las mujeres y las peleas de borrachos.
Charles Bukowski fue un tipo desesperado, un marginado que escribió desde el asco más rotundo. En el cuento «Un par de winos» leemos: «No puedo decir que odiase el mundo, a los hombres y las mujeres, pero sentía cierto asco que me separaba de obreros y comerciantes, de mentirosos y amantes, de la gente feliz y de los hombres poderosos, de padres de familia y de padres del conocimiento (…) y ahora, décadas más tarde, siento el mismo asco».
El cuento «Deje de mirarme las tetas, señor» nos narra una historia en el «salvaje oeste» y es un compendio de todos los temas que desarrolló Bukowski de manera notable: el sexo, la locura, el alcohol y la violencia.
En este libro comprendemos la concepción de mundo del escritor: en el universo de Bukowski todo está quebrado y nada tiene solución. Lo único que podemos hacer es sumergirnos en la irrealidad que produce el consumo desordenado de alcohol y en el amor efímero que puede proporcionar «un buen pedazo de culo, limpio y barato».
El inicio de «Cojones» es contundente, una declaración de intenciones: «Como cualquiera podrá deciros, no soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y un buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están llenos de sorpresa y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad».

Los cuentos de Charles Bukowski son un dechado de incorrecciones; él mismo fue un incorrecto: borracho, misógino, hosco y violento. Hoy día es todo lo que la sociedad aborrece. Creo que incluso hoy es más difícil que antes leerlo y comprenderlo. Como él mismo lo dijo, sus personajes son reflejo de lo que él mismo fue en una sociedad moralina y castrante. Una pléyade de personajes fracasados y perdedores forman parte de la fauna «Bukowskiana».
En los tiempos que corren, no encontramos escritores como Charles Bukowski, que lograron dar coherencia a su vida con su obra. Esto es así porque la literatura lo salvó de todos los sufrimientos que padeció desde la infancia.
Sus cuentos nos narran historias dolorosas, en las que la soledad, la incomprensión y la derrota son parte esencial de las mismas. Su vida incorrecta, su prosa cruel y sin concesiones, su rebeldía y la defensa a ultranza de ésta, le han generado una cantidad de devotos lectores, lo que lo sigue manteniendo como un escritor de culto, al cual vale la pena leer si queremos saber más sobre la naturaleza humana.