Sobre Lo que queda de la noche, la novela de Javier Kafie. Dice Lauri García Dueñas: Agradezco a Javier estos personajes entrañables para mí, el que él los haya podido escribir desde la condición humana y no desde la moral o la ideología discursiva
Lauri Cristina García Dueñas / Poeta y docente
Conocí a Javier Kafie hace algunos años en uno de los talleres de escritura que coordino. De sus textos, no he podido olvidar una imagen: la de unos brazos gordos de una señora que confesaba pasar momentos de hambre a pesar de lo hinchado de sus extremidades. Desde entonces, y atravesando sus cortos cinematográficos, las historias de Javier me han conmovido, inquirido y han puesto en aprietos a mis propios prejuicios morales e ideológicos.
De su novela, tengo mucho que destacar, lo primero, muy diferente a aquellos textos borradores que le conocí y en los que sus ideas eran lluvia, es que las y los lectores van a enfrentarse a una máquina de escritura pulidísima. Tenemos frente a nosotros a esa máquina pulidora que algunos conocedores denominan la máquina de la escritura, la que tiene decenas, sí, muchas, muchísimas horas escogiendo cada palabra y poniendo cada coma y punto en su lugar.
Pero la forma no hace al sentido y el contenido de esta novela es materia viva que por momentos golpea el plexo solar y te hace llorar sin saber por qué o quizás por lo que sí sabés qué es, pero no te has atrevido a confesarte ni a ti mismo, puede ser y será que te identifiqués con la voz narrativa y te acordés de aquellas veces que te enamoraste y las llevabas todas las de perder (porque el que se enamora casi siempre pierde) y en las que terminaste haciendo el ridículo en la vida o haciendo scroll en el FB como uno de los personajes.
Y es extraño, porque, en lo que te acordás de todos tus amores, los que se quedaron en tu vida y los fallidos, vas a descender a esos espasmos que dejó la guerra civil salvadoreña, te van a hablar los hermanos lejanos como en voces y vas a conocer historias complejas de migración y pulsión de vida. El autor, que construye personajes complejos sin prejuicios morales e ideológicos, va a atreverse a tocar temas álgidos como las paternidades ausentes, la maternidad subrrogada, el amor entre mujeres, la forma en que la guerrilla conseguía fondos durante la guerra y lo asfixiante de pertenecer a la clase media o media alta de El Salvador.
La o el lector encontrará escenas de desnudez física explícita y lubricante, pero también de algo que me llamó soberanamente la atención y es cómo el autor logra, como en sus cortos, fotografiar las masculinidades salvadoreñas tan endebles, veleidosas, tan complejamente sórdidas y dolidas. Y en el fondo, señoras y señores, tengo la hipótesis de que esta es una novela de amor sin vencedores. «Rubén pensó que el amor son mil pequeñas batallas al día, y que rara vez uno de los bandos se declara vencedor».
Agradezco a Javier estos personajes entrañables para mí, el que él los haya podido escribir desde la condición humana y no desde la moral o la ideología discursiva. Gracias por no «higienizarlos» y habérnoslos dejado ver así, con todas sus incoherencias a cuestas. Tanto, que nos identificamos. Podría comparar esta novela con El asco de Horacio Castellanos Moya, por tratarse de migración, identidad salvadoreña que se universaliza y otros tópicos, pero me atrevería a decir que, sin discursos felizoides, el sabor de boca que deja Lo que queda de la noche es más dulce, como cuando te acordás de las veces en que, de joven, te escapabas al cine de medianoche con alguien con quien no te miraban de día.
Javier condensa así la nostalgia de los hijos de la guerra, dota de un soundtrack narrativo a nuestra generación y coloca una pieza importante en la historia de nuestra literatura contemporánea. Salud por tu novela, Javier, por tus lectoras y lectores que ya la estamos disfrutando en todo el planeta, por aquellos a los que, como a mí, les arrebatará un recuerdo, risas, preocupaciones y algunas lágrimas. Larga vida a tu escritura. Esperaremos expectantes tus siguientes libros y películas.
Lauri Cristina García Dueñas
Colonia Flor Blanca, San Salvador, 21 de junio de 2022.
LAURI CRISTINA GARCÍA DUEÑAS (San Salvador, 1980). Escritora y periodista salvadoreña quien vivió durante 15 años en México y hoy está de vuelta en su país natal. Maestra en Comunicación y Cultura por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus trabajos más recientes son el poemario Átavica memoria: Virginia (DPI, 2017) y las obras de teatro Mamífera (2018) y Del otro lado del cielo (2020), escritas para la compañía Matrioska de Acapulco. Tiene diez años de experiencia como docente y tallerista.