El poeta Vladimir Amaya, para celebrar el #DíaMundilaDeLaPoesía, hizo una selección para El Escarabajo de las «artes poéticas» de autores salvadoreños. Amaya dice: «He hecho esta brevísima selección para nada institucional de algunos poetas locales que han entrado en este juego, en este discurso universal. La lista es breve, no es absoluta». Toma prestado el título de la selección de un verso de Dennis Ernesto
Vladimir Amaya | Selección y nota
El «arte poética» definida y entendida por unos como «la esencia de la poesía descrita en el poema»; para otros, que buscan sonar menos profundos, le conceden el título de «manual imperfecto para el poema perfecto: metapoesía».
«El arte poética», sin entrar en detalles academicistas, es un poema que explica y define su propio ejercicio y naturaleza. Este ha acompañado a poetas de todos los tiempos. En los registros latinoamericanos podemos recordar artes poéticas tan famosas como las de los escritores Vicente Huidobro, Pablo Neruda, y mi favorita: la de Jorge Luis Borges. En ellas, los autores tocan sus orillas para tentar la mirada de la poesía frente a frente y mostrar qué tanto conocen de su propio destino como creadores; y que tanto dominan su arte.
Este «manifiesto», este «llamado» a perpetuar la creación poética, la podemos rastrear también en nuestra poesía. Poetas salvadoreños han entrado en esa dialéctica, y han escrito sus «artes poéticas», muchas veces siguiendo la tradición de llamarlas así; otros, buscan ser menos obvios. Dependerá mucho del estilo y voz de cada poeta.
He hecho esta brevísima selección para nada institucional de algunos poetas locales que han entrado en este juego, en este discurso universal. La lista es breve, no es absoluta. Faltarán poetas. ¡No se alarme!, incluso, me he agregado yo, que solo soy el criminal que consuma este «delito», para celebrar el día mundial de la poesía, nada más, con algunas «artes poéticas» que he leído por ahí y me han gustado mucho. No me culpe. Esto no es una antología.
La palabra que viste
La palabra que viste es siempre muda,
la palabra que viste es siempre triste.
No une, no libera, no persiste…
¡La palabra que viste no te ayuda!
Si pretendes asistirte, no te asiste.
Si brazo, si defensa, no te escuda.
La palabra que viste es la más ruda
entre todas las cárceles que viste.
Por ella —muro, ergástula, cadena—,
la isla del corazón es más condena
y la noche del hombre más sañuda.
¡Ah! Reposada soledad serena,
dame por fin, a ver, la última pena…
¡Yo quiero la palabra que desnuda!
La que no viste
He aquí la palabra que no viste
y que no viste tú, por tan desnuda.
En claro anillo de silencio anuda
lo que eres hoy y lo que antaño fuiste.
Si necesitas muda, ella te muda
y de tu traje-sombra te desviste.
El poco de ángel que en el hombre existe
es porque ella lo labra y lo desnuda.
Ella abre puertas, ojos, miradores,
desnuda espacios, larvas, ruiseñores,
¡ninguna vestidura le resiste!
Une, aclara, congrega resplandores
y por sus puentes de ángeles menores
al fin, EL HOMBRE PARA EL HOMBRE, existe.
SERAFÍN QUITEÑO (1906-1986). Nació en Santa Ana, y murió en San Salvador. Autodidacta. Ejerció el periodismo. Obra publicada: Corasón con S (1941) y Tórrido sueño (1957; en coautoría con el poeta nicaragüense Alberto Ordóñez Argüello).
Por qué escribimos
Uno hace versos y ama
la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,
la instauración de la alegría
que profetiza el humo de las fábricas.
Uno tiene en las manos un pequeño país,
horribles fechas,
muertos como cuchillos exigentes,
obispos venenosos,
inmensos jóvenes de pie
sin más edad que la esperanza,
rebeldes panaderas con más poder que un lirio,
sastres como la vida,
páginas, novias,
esporádico pan, hijos enfermos,
abogados traidores
nietos de la sentencia y lo que fueron,
bodas desperdiciadas de impotente varón,
madre, pupilas, puentes,
rotas fotografías y programas.
Uno se va a morir,
mañana,
un año,
un mes sin pétalos dormidos;
disperso va a quedar bajo la tierra
y vendrán nuevos hombres
pidiendo panoramas.
Preguntarán qué fuimos,
quienes con llamas puras les antecedieron,
a quienes maldecir con el recuerdo.
Bien.
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.
ROQUE DALTON (1935-1975). Nació en San Salvador, y fue asesinado por sus propios compañeros del grupo clandestino al que pertenecía (Ejército Revolucionario del Pueblo). Estudió Jurisprudencia y Ciencias Sociales en la Universidad Católica de Chile (1953), Universidad de El Salvador (1954-1959) y México (1961). Se inició publicando a mediados de los años cincuenta. Fue miembro fundador del «Círculo Literario Universitario» y miembro de la «Generación Comprometida». Obra publicada: Mía junto a los pájaros (1958), La ventana en el rostro (1961), El turno del ofendido (1962), Los testimonios (1964), Taberna y otros lugares (1969), Los pequeños infiernos (1970), Las historias prohibidas del pulgarcito (1974), Pobrecito poeta que era yo (1976), Poemas clandestinos (poesía, San José, Costa Rica, 1981). En 2005 y 2008, la Dirección de Publicaciones e Impresos publicó en tres tomos su obra completa bajo el título común de No pronuncies mi nombre.
Ars poética
Destrenza, afina tu palabra,
moldea milagrosamente su interior.
Hazla limpia y perfecta en su tono, en su medida;
hazla fiel a las cosas, a tu vida.
Tórnala oscura, vívida,
inapropiada a una aparente sencillez
y cárgala de intensidad con golpes finos;
toques de primor,
de gracia leve.
Únicamente encendida por el vuelo de la sangre,
será menos espejo, rosa, espuma.
Habrá nacido la intensidad maravillosa,
negada al insensible…
ROBERTO ARMIJO (1937-1997). Nació en Chalatenango, y murió en París, Francia. Ensayista y poeta. De familia sencilla y trabajadora, realizó sus estudios básicos en escuelas de su localidad, y llegó a San Salvador para continuar su bachillerato en el Instituto Nacional Francisco Menéndez. Fue miembro del «Círculo Literario Universitario» y de la «Generación Comprometida». Obra publicada: La noche ciega al corazón que canta (1959), Seis elegías y un poema (1956), La enajenación de la poesía contemporánea (1964), Francisco Gavidia, la odisea de su genio (1965), Rubén Darío y su intuición de mundo (1968), Jugando a la gallina ciega (1970), Homenajes y otros poemas (1979), El asma de Leviatán (1990), El libro de los sonetos (1996), Los parajes de la luna y la sangre (1996), Cuando se enciendan las lámparas (1997), El pastor de las equivocaciones (1997), Poemas europeos (1997) y Aventura hacia el país perdido (1999). El poeta Luis Alvarenga compiló obra de Armijo para su posterior publicación en la Colección «Orígenes» de la Dirección de Publicaciones e Impresos, dicho libro contiene además de verso, la novela El asma de Leviatán, y se publicó bajo el título de En busca de Ítaca (2007).
Raro fulgor
Toda palabra quema.
He aquí las cenizas.
ALFONSO KIJADURÍAS (1940). Así firma desde los años noventa Alfonso Quijada Urías. Poeta y narrador, uno de los más importantes escritores con los que cuenta el país. Ha influido a generaciones posteriores e incluso puede decirse que es un autor de culto para muchos. Irrumpe en la escena literaria en 1960. Frecuentemente se le hace parte de la «Generación Comprometida», pero no, se conjuntó con algunos autores de esa promoción por afinidad, (Roberto Armijo fue un gran amigo suyo) pero siempre se sintió parte de los autores posteriores a tal «generación». En todo caso, podría ser considerado un autor «puente» entre esas dos promociones. Obra publicada: Poemas (1967), Los estados sobrenaturales y otros poemas (1971), Cuentos (1971), Otras historias famosas (1974), La fama infame del famoso a(pá)trida (1979), Para mirarte mejor (1987), Gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia (1993), Lujuria tropical (1996), Obscuro (1997), La esfera imaginaria (1997), Es cara musa (1997), Toda razón dispersa (1998), Certeza de la duda (2005), Las tribulaciones del pequeño Larousse (2007), Fragmentos del azar (poesía, San Salvador, 2011) y Todos los rumores del mundo (2015).
Escribir es vivir,
resucitar el tiempo
y traer la memoria hacia la orilla,
amalgamar la luz para soltar la historia
y renacer de pronto en el abismo.
Escribo, vivo,
en mis dedos amanecen los verbos
y un torbellino nuevo se desata,
me transformo en la Todopoderosa.
El Génesis se desliza en mi cauce
y se hace la luz,
germina la palabra.
Disyuntiva
Cada palabra es dueña de su propio destino
y al igual que nosotros
elige subsistir en la luz
o suicidarse.
La decisión es propia.
Misión
Palabra, al volcarte de lleno en la blancura
echas abajo el muro de silencio,
en el borde de los dedos ansiosos inauguras la vida
y viertes tus augurios en el ara sagrada de la luz.
El ritual de consagrar tu sangre
y amalgamar las aristas del tiempo,
me ha conferido el don de ser sacerdotisa
descifra el misterio derramado en el alba de un folio
y volverlo milagro.
MARÍA CRISTINA ORANTES (1955). Nació México D.F. Hija de la poeta salvadoreña Elisa Huezo paredes. Abogada y notaria. Es parte del grupo Poesía y Más. Obra publicada: Llama y espina (2001), Paso leve que en el polvo avanza (2005), El grito es hacia dentro (2011) y Acaso habrá otro tiempo (2018).
Poética III
Emprendo un viaje
hacia las palabras
trato de sujetarlas
por la cola
chillan
berrean
escupen sílabas
evaporan sus grafitos
antes de escribirlas.
Poética IV
Pozas de luz
ella reposa
llanto mudo
el poeta vela
sangre mansa
gota de tinta
vértigo nocturno
tu espejo
la clara cuartilla
Poética V
Hace mucho tiempo
me perdí
en la desmemoria
la silueta del volcán
es sólo la quimera
de una mente ociosa
mi polvo lo esparcieron
por los cafetales
mi sangre
fue bebida por medusa
mi nombre
fue inmolado en nombre
de lo insano
pero todavía existo
persisto en la incorregible
búsqueda de mi palabra.
GABRIEL OTERO (1965). Nació en San Salvador. Periodista. Radica desde hace muchos años en México. Fue fundador del suplemento cultural «Tres Mil». Algo de su obra publicada son los libros: Remanso de las piedras (poesía, San Salvador, 1993), Entre el aire y tu piel (poesía, San Salvador, 1994), Sueño de Caín frente al espejo (poesía, México, 2006) y Cosas dichas al camino (poesía, México, 2008).
Ars poética
Si la poesía es dolor
tengo entre mis manos
un poema interminable
ALFONSO FAJARDO (1975). Abogado, máster en Derecho de Empresa, poeta y ensayista. Obra publicada: Novísima Antología (1999), La danza de los días (2001), Los fusibles fosforescentes (2002;), Lunáticos: poetas noventeros de la posguerra (antología, San Salvador, 2012), Negro (poesía, San Salvador, 2013) y A cada cual su infierno (poesía, San Salvador, 2015.
Uno dice
Uno dice neblinas, sabe sueños,
oye luces lejanas desde mañanas verdes,
sabe cielos quemados hacia viento y caballos,
pronuncia mariposas de vidrio y lo que entiende,
lo que cree que entiende del país de su sombra
y lo poco que sabe y lo mucho que siente;
confundiendo palabras con relámpagos negros
que germinan y escapan y no dicen y queman,
que le queman la boca, las pupilas a uno,
que es uno y los que han sido y los que vienen
y no saben que uno no los sabe ni un poco,
aunque nazcan de uno y de sus muertes.
Uno surge huracanes con los dedos
cuando hay lluvia en el mundo y uno llueve.
Uno sabe que saben las palabras
una vida distinta de paredes,
que ya eran sin uno,
que fueron porque uno las habitó de hélices
y que van a quedar cuando uno,
aunque uno no quiera,
no quede.
Uno tiene silencios de fuego.
Uno quiere decir y no puede.
Uno ocurre el Abismo.
Eso es todo.
Uno dice y no entiende.
Eso duele.
Pero eso no importa.
Uno dice.
Eso es suficiente.
MARIO ZETINO (1985). Nació en Santa Ana. Licenciado en Letras. Investigador literario y docente. Obra publicada: Uno dice (2013) y Los caballos dorados (2017).
Primera arte poética, número 498,563
Poeta:
Que tu poema tenga los peligros de una ciudad de noche.
Que duerman ahí Buda, Quetzalcóatl y Cristo.
Que duerma ahí también el diablo.
Que tu poema sea una calle llena de niños con rosas en sus manos.
Que sea una calle llena de palomas muertas.
Que en él hablen las espátulas,
los trastos.
Que sean bienvenidos en sus puertas
roedores y tarántulas,
y que los tristes puedan en él lavarse la camisa.
Que tu poema sea una mano develando una señal, una mueca.
Que sea luz y sombra de la piedra,
aroma de la piedra, espina de la piedra,
pétalo de la piedra,
el sueño de la piedra.
2006
VLADIMIR AMAYA (1985). Nació en San Salvador. Licenciado en Letras que se supone que es profesor de Educación Media. Fue director del boletín mensual La huesera colectiva (UES). Obra publicada: Los ángeles anémicos (2010), Agua inhóspita (2010), La ceremonia de estar solo (2013), El entierro de todas las novias (2013), Tufo (2014), Fin de Hombre (2016), La princesa de los ahorcados y otras creaturas aéreas (2015), Este quemarse de sangres entre lágrimas y excrementos (2017), Sentado al revés (2019) y Pura guasa (2020).
Enterrado vivo
Dije «muerte»
la lluvia crepitó en mi calcio.
Pronuncié el ápice de la lengua en ayuno
tenía dientes lo que sobró de mi voz.
Callé la zarza que sangraba mi boca.
Dije «poema».
El fuego limpió mi garganta.
DENNIS ERNESTO (1994). Nació en San Salvador. Licenciado en Letras. Perteneció al Taller literario «El Perro Muerto». Obra publicada: Exhumación de la vida (2016) y Un hombre cae sobre la pupila del mar (2017).