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Nocturno

Publicamos, con motivo al Día Internacional del Derecho a la Verdad, este bello relato del docente y escritor salvadoreño Manuel Fernando Velasco

Manuel Fernando Velasco / Docente y escritor

En el sueño, el hombre le hablaba a una multitud reunida al aire libre. La tarde se despedía en el horizonte. Su rostro afable y su mirada, firme y tierna a la vez, cautivaban todo a su alrededor. Las personas se mostraban atentas, hasta aquellas a quienes el hombre parecía dedicarle ciertas palabras. 

Desde mi lugar, apenas podía escucharle. Sus frases llegaban entrecortadas, como si el viento las detuviera en el aire y alguna entidad extraña les restara fuerza. “Para llegar a una auténtica justicia, es indispensable compartir con los demás lo que somos y tenemos… Me preocupa la insensibilidad que se está formando, la intolerancia en la que estamos cayendo… Nada me importa tanto como la vida humana… La trascendencia que se predica es desde el corazón del ser humano… Hay que entrar en el niño, en el pobre, en el enfermo, y compartir con él, que sepa lo mucho que vale…”.

Cuando intenté acercarme para captar mejor sus palabras, toda la gente desapareció de pronto. El lugar, hasta entonces de una blancura inmaculada, se pobló de pequeñas flores rojas de olor exquisito. Su aroma me recordó la flor de romero y me transportó a una época difícil de precisar. El hombre me miraba, como a la espera de alguna reacción de mi parte. 

—No logré oírle bien— conseguí decirle. 

—No te preocupes— contestó él con voz serena y comprensiva. 

—Pero lo poco que escuché me gustó— me animé a añadir. ¿Sabe qué es lo más me desalienta? La ceguera y el fanatismo en el que nos encontramos. Nos dejamos llevar con demasiada facilidad por el palabrerío hueco que suena bonito, que encubre, que no muestra, que disfraza….

El hombre asintió con la cabeza repetidas veces. Parecía pensativo. Los matices rojos y blancos transmitían una sensación intensa, aunque también de paz. Luego me dijo: 

—Lo que dices me recuerda un cuento oriental. Se llama “El tigre y el mono”. Te lo contaré: El tití es un monito trepador, con uñas muy alargadas. Un tigre que sentía picazones en el cráneo le pidió a un tití que le rascara la cabeza. Tanto rascó, que el tití hizo un pequeño hoyo en el cráneo del tigre, pero este no se dio cuenta, encantado del bienestar que la operación le causaba. El tití empezó a comerse los sesos del tigre, sin que el felino se diera cuenta. El tigre lo declaró su fiel y devoto amigo, y cada vez iba encontrando más placer en tenerlo junto a él. Cuando ya no quedó nada en su caja craneana, el tigre fue presa de violentos dolores de cabeza. Quiso castigar al infame, pero el tití ya se había refugiado en la copa de un árbol. El tigre rugió, dio un salto y murió”*.

El relato me impactó profundamente. Pensé en el pobre tigre, engañado mientras sentía gozo y satisfacción, y en el mono que había sabido aprovecharse de la ingenuidad y falta de seso del tigre. Recordé los tigres que conocía, víctimas de sus propias ambiciones.

—Es bueno no dejarse comer el coco— comenté.

—Sí, por muy difícil que resulte.

Su mirada se ensombreció. Luego agregó:

—No podemos permitir que eso pase. Debemos estar atentos y delatar al tití que intenta manipularnos y llevarnos por caminos de ceguera y deleite personal, con la intención de hacernos creer que nuestro prójimo no importa. Tales situaciones deben denunciarse, aunque nos cueste la vida.

El hombre había pronunciado con pesar las últimas palabras. Quise preguntarle a qué se refería con eso, pero en ese instante su imagen empezó a desvanecerse. Recordé que no sabía su nombre.

—¿Quién es usted?— grité, y apenas reconocí mi voz. 

—Óscar— alcancé a escuchar. 

Desperté. 

Hacía calor.  

* El cuento en cursiva aparece en el libro Salió el sembrador, de Carlos Vallés, p. 173.


Manuel Fernando Velasco (1971). Es escritor, especialista en lectoescritura y redacción, catedrático universitario, formador de docentes y corrector de estilo. Estudió Licenciatura en Letras (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, El Salvador) y Maestría en Educación Social y Animación Sociocultural (Universidad Pablo Olavide, España). Ha publicado Itinerarios de vida. Palabras de un lector (2015), Tiempo al tiempo. Historias de pandemia (Índole, 2022) y los cuentos infantiles De cómo el espíritu de la Navidad se salvó del aburrimiento (2019), ¡Esa palabra no! (2021) y Los mascoteros (2025).

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