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Poemas de Guillermo Bianchi

Poemas del argentino Guillermo Bianchi

Publicamos una selección poética de la obra de Guillermo Bianchi (Argentina, 1970). Curaduría: Rainier Alfaro Bautista




La resistencia del aire

ando helado
debo tener roeduras
                   agujeros
arrimo apenas para cargar el vaso
y en esta sed malviven mis hermanos
traigo la lengua seca
los músculos dormidos
hagan lugar
                    me planto
dejen que me derrumbe en esta esquina
donde se arrastra el sol
como un viejo animal
                    envenenado.



Supervivencia

con esta boca dije
jamás voy a morirme
no quedaré vacío
no envejeceré nunca

con esta lengua digo
no seré condenado
no abriré las ventanas
no me atraparán vivo.



Interiores

una mujer recorre mis adentros
desde mi corazón oigo sus pasos
un ímpetu de tacos envolviéndolo todo
un abrir de ventanas desplegadas al día
               anda / fluye de mí
busca a su alrededor esas hilachas donde
vulnerar la otra piel
forcejear los elásticos
del dolor sujetar cuerda por cuerda
              tiembla / sale de mí
bracea hacia sus íntimas orillas
sobre mi corazón cuelga su alma
semejante a la sombra de un pájaro que pasa
parecida a una niña que ha dormido al sereno.



Epitafio para Aylan Kurdi

este niño no salta entre las olas
no dibuja en la arena dinosaurios de espuma
no persigue la sombra fugaz de la gaviota

entre el niño y el mar
se abrió un abismo
la vertiente del odio
el filo de la herida

sobre la humanidad yace tendido
su peso abrumador doblega al mundo
no lo eligió la muerte
sino sus lazarillos.



Arrancárcel

no abrir esa ventana
no descorrer los velos de esa esfinge
que diseña sombrías paradojas
no aceptar la limosna de la mano que tiembla
no saber más allá de lo ignorado
más allá de los hilos que impulsan cada paso
no hacer ruido en presencia del silencio
no abrigar al que sufre
no buscar al que escapa.



Pelusa

No me debe tu muerte más que un trago
allí donde se templa la sed que me persigue
de tanto compadrear por el amigo
tanto desenvainar desde el instinto
hacia la irreverencia del otario.

Me queda la baraja que te libró del hecho,
el afán de vivir que me inventaste
y el tiempo yuto
y el dolor hermano.

Me queda el eco de ese Buenos Aires
rezongador de su falopa triste,
grotesco en la pereza de su furia
moridor, sobrador en la mancada
del grata desandando sus escruches
del poeta jeteando su quebranto.



Carne viva

escribo como dejándote salir
     caer al verso
sostener el instante en la palabra
es una forma de tenerte siempre
     de no cederte
     de saberte cerca
juro que si me muevo tropiezo con tu imagen
enredada en los hilos del pasado
desterrada a la vuelta de la esquina

yo sé de vos lo que mi sangre cuenta
cuando andás por mis venas como en tu propia casa
sé de vos cuanto callo de este amor que resiste
aferrado a tu nombre
    que me muerde la lengua
respirando tu aire
     recién abandonado.



Apariciones

¡Quién pudiera agarrarte por la cola
magiafantasmanieblapoesía!
Juan Gelman

este lienzo tan blanco que traga pinceladas
que anda en la soledad más compartida
se sacude metáforas como perro mojado/
huye del adjetivo
colisiona en la métrica
arde en la sinalefa/
con una rama atada a los talones
borra las influencias que le siguen el rastro
y se oculta de nuevo en su misterio
este fantasma de
lánguidas manos
agradables al tacto/
ásperas al saludo.



Tafí viejo                               

Caballos imposibles pastando en la blandura
brazos que son estacas sosteniendo el obraje, 
sobre las serranías de Nougués
a bocanadas de aire sobrevive
la desmesura de la aristocracia.
Trepando a contrafilo por la luz derramada
de punta las tacuaras se defienden del hombre.
Cantan enloquecidos los gallos del potrero
antes que venga el día
antes que se le aflojen las piernas a la noche
montaña abajo corre hacia el ingenio
un sol envuelto en llamas
furioso
mal dormido.



La mitad del todo

 El amor no perdona a los que juegan con él
Enrique Lihn

haceme un sitio en el hueco de la mano
no gano nada
con llorarte tanto
desenredarme de tu boca
sujetar mi animal en estampida
rodear tu espalda de ángel mancillado

no me dejes a solas delante de este espejo
donde la vida duerme su cansancio de estrellas
donde la muerte espera lustrando su esqueleto

haceme un hueco en el sitio de tu mano
no gano nada
con perderte tanto.



El sitar del Diablo

Anoushka
estamos solos,
hay olas que golpean los vidrios de la noche
alguien llora al costado del camino
se busca el alma con las manos sucias:
si toca fondo se transforma en barro,
si enciende un fuego se condena al frío.

Anoushka
estamos lejos,
un animal respira debajo de mi puerta
la vida se ha quebrado en mil pedazos
llegó el futuro y me cerró los ojos,
volvió el pasado y me escupió la cara:
si miro al cielo se desangra en pájaro,
si nombro al mundo se convierte en jaula.



Cámara lenta

una tras otra
se irán apagando las estrellas
los planetas vagarán desorbitados
por un laberinto de piezas en suspenso

nadie estará a salvo
cuando el núcleo del frío
reclame nuestras almas

nada quedará entonces
de esta respiración entrecortada
de estos dedos que cuelgan
como perros ahorcados.



Constancia

¿por qué seguimos adelante
envueltos en las pieles del pasado
pálidos frente al mar
alzando un corazón estremecido
de ambivalentes lanzas
de fortuitos naufragios?

¿por qué estamos en pie
con los ojos ligeramente abiertos
el cuerpo que refleja las huellas del cansancio
la boca que sujeta su ardiente griterío?



Final

no busque más  
              no insista
avanzan las orillas de este río implacable
       brota de las paredes
una gusanería lenta y atiborrada
no persiga fantasmas     no incomode
la ciudad duerme echada sobre su propia mierda
el pasado no existe desde hace dos segundos
no pregunte       no insista
               no hay más nada.



El orden de las cosas

los muros los escombros me transmiten recuerdos
obedezco al lenguaje del cristal que trepida
respondo al juramento desleal del relámpago

la simple observación de una canilla
me provoca un intenso sentimiento de ahogo
el fuego vaticina mi futura memoria
los relojes me llevan de modo inevitable
a treparme a la copa de los árboles
para lanzar mi aullido a la intemperie

toda consternación me pertenece
toda felicidad me contradice

el silencio lastima mis oídos
contemplo horrorizado la belleza del día
y persigo a mi sombra para no despistarme
soy el ojo que rige mis bruscas mutaciones
el barco que establece sus propias tempestades

todas las realidades me parecen ficticias
todas las utopías me resultan posibles.

GUILLERMO BIANCHI (Argentina, 1970). Es integrante del grupo de poesía La Contracurva. Fue finalista y primer premio en diversos concursos nacionales e internacionales. Participó en varios encuentros y festivales de poesía en Argentina, México, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Chile y Colombia. Sus poemas fueron editados en diferentes medios gráficos y revistas virtuales. Publicó los libros La luz de los vencidos (Enigma Ediciones, 2012); Objetos varios (Editorial Casa de Poesía de Costa Rica, 2017); y Callar los perros (Alción Editora, 2017).

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