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Poemas de Rolando Kattán

Poesía de Rolando Kattán

Rolando Kattán, poeta hondureño, editor y gestor cultural, con Los cisnes negros ganó el XX Premio Casa de América de Poesía Americana, cuya selección de poemas ahora presentamos en El Escarabajo. Curaduría de Alfonso Fajardo


La ermita de Gualcinse

Me pesa haber tomádote tu pan.
César Vallejo

Gualcinse es una empinada de Honduras;
ahí las luces de San Salvador
emergen como aurora.

En la cúspide gris de la montaña,
unos platos de porcelana rondan
los tablones cruzados de la ermita.

Nunca se puso un pan en esos platos.
Su propósito es reprocharle al astro:
¡Tú no tienes Marías que se van!

Han pasado más de trecientos años
y siento la cúpula bajo mi mesa.



La memoria es un origami

Sonríe inerte el rostro de mi padre
en el oxígeno desgastado del retrato.

La imagen arrodilla mi memoria
¿acaso en tinta muerta y no en la sangre
deslía este recuerdo?

Miro fijamente su pupila y oigo
como en un tocadiscos el silencio.

Con papel fotográfico
la memoria elabora sus disfraces.



Epistolario

Al final del milenio de las cartas de amor,
un agujero negro en mi pecho sometía
al firmamento del poema veinte.

Con lupa escudriñaba los versos de esa noche
y te los compartía con mi nerviosa letra.
En cambio, tú quemabas el borde de las cartas
para simular con las pavesas a lo antiguo.

Ya cerrada la llave del milenio,
gotea alternativamente el epistolario.

Como aquellas piedras abrazadas en Pompeya,
encarnamos los últimos amantes.



Redención de Narciso

Si atraviesa el espejo
hierven las aguas que agitan al oído.
José Lezama Lima

Quien se conoce renace en la flor,
bienaventurados los que regresan.

Narciso ensimismado en la laguna
descubrió que de lágrimas y sangre
se alimentaban los siete pecados.

Empuñó el alfabeto de las aguas,
el códice primario de lo arcano
y asimiló la virtud de los peces.

Para descaminarnos entre espejos,
los dioses deshicieron la laguna.
Los pedazos que caen en la ducha
solo nos llevan por las cañerías.

Ya no renacen flores
en las orillas de este cementerio.
Se nos hace difícil revivir en la flor.



Otredad

En la profundidad del paisaje de Botsuana
hacen festín los leones con una jirafa.
Su cadáver tendido pareciera
órgano mutilado del desierto.
Una leona sotierra las vísceras
y disimula el husmo de la rapacería.
Parda también de muerta, la jirafa,
con todo el corazón enterrado en la sabana,
alimenta a las fieras por un tiempo.

Cuando cierro la llave de la ducha,
mi humanidad se vuelve esa jirafa.

¿No hay otro desenlace?



Dress Code

Este no es el jardín del paraíso,
hay que llevar ventanas en el pecho
para que pasen libres los disparos.

Disfrazarse de puerta abierta o muro.
Guardarse el corazón en el bolsillo
y despistar esa bala perdida.

Esconderse en las páginas de un libro,
detrás de la palabra, y memorizar el ojo
que se acomoda, se entrecierra y guiña.

Pedir prestado un sombrero de copa
y así burlar la muerte prematura.
Vestir la cola de un pavo real
y no mirar la bala que te sigue…

Y solo desnudarse
en el metro cuadrado de la ducha.



Entrelíneas para Jaime

Ha caído el telón, querido Jaime,
cada butaca figura un olvido,
y el auditorio evoca el escenario.

Utileros trabajan entrelíneas,
cargan la mesa vacía, los muebles;
dejan el polvo, el silencio y las tablas.

ROLANDO KATTÁN (Tegucigalpa, Honduras, 1979). Es poeta, bibliófilo, editor y gestor cultural. Ha publicado los títulos Animal no identificado (2013), El árbol de la piña (2016), Acto textual (2016), Luciérnaga de otoño (2018) y Un país en la fronda (2018). Ha sido traducido a una decena de idiomas. Con Los cisnes negros, en España, ganó el XX Premio Casa de América de Poesía Americana, obra publicada por Visor.

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