Cuando escampe

Azar, viaje final, amor y nostalgia, así es la poesía que nos comparte el conocido poeta mexicano Roberto Arizmendi, en exclusiva para El Escarabajo

Roberto Arizmendi / Escritor



Um samba de saudade

Para mi esposa y mis hijos

Si la vida se acaba
no hagan caso.

Si una mañana no estoy
aquí ya más,
acomoden mis cosas,
resérvenles lugar
y denle acomodo al corazón
de nueva cuenta.

Si un día no puedo compartir
comida y tiempo
dividan en tres la nueva vida
y una vez cada cinco años, diez,
alguna vez,
cosechen una flor
y hagan un samba
sin dolor
sin llanto,
que ahí estaré bailando y cantando
con ustedes.



Desafío contra el olvido

Para Michel

Cuando llegue el invierno
mis pasos no dejarán huella en la nieve
ni una sonrisa acariciará las tardes junto al Tíber
Seremos prófugos,
buscadores eternos por el universo.

Estaré seguramente en Roma, recordando.
Habré aprendido lo fugaz que es el tiempo,
cómo los campos de trigo iluminaron la fiesta,
lo efímero del amor en sus cuatro estaciones
y el terso roce de la piel sobre mi asombro.

Pero este es otro río y otro mar
ya no hay gaviotas dibujando el horizonte,
ni gritos de alerta para doblegar el miedo
que se esconde en el requiebro de los días,
desde que la memoria nos anima a un nuevo paso.

Habrá remembranza de una luz radiante,
las voces inquietas sin temor alguno,
el horizonte abierto, el sueño imprescindible,
pero he partido ya y el calendario no puede
devolver el tiempo ni negar la historia.

Muy cerca de esas voces ante el sol agonizante
aprendí a deletrear de nuevo las sílabas perdidas.
Nada me ató ni nada me detiene ante la eventualidad
y los prejuicios que invaden sin recato este pedazo de siglo,
aunque quise quedarme como testigo silencioso.

He sabido aprender a deletrear la vida
para encontrar la luz aún en las tinieblas
o sentir el viento en la carrera fugaz de un tiempo eterno
y en silencio acudiré a la cita, puntual, si así es preciso,
para no doblegarme ni sentir hastío.

Cuando la lluvia escampe
La Habana sabrá de mis sonrisas
porque hasta ahí yo iré para saciar mi sed
a pesar de las sombras que nos niegan
y se tornan eterno desafío contra el olvido.

Acudiré puntual a la cita imprescindible
convocada con voz de gozo y de nostalgia.
Nadie sabrá por qué ni cómo
aprendí a deletrear de nuevo el tiempo
para hacer realidad los sueños y construir la historia.



Cuando escampe sabré de verdad tu nombre

No supe sino hasta horas después, con precisión,
que tu voz era mi luz de asombro, indubitable
y que el tiempo había detenido su carrera
para inventar de nuevo cada color del horizonte.

Hubo una nube de sorpresas.
Luz de asombro, dije; interrogantes
y ganas de descubrir los signos de la historia
sin más limitación que el tacto o la distancia.

Sólo sabemos las certidumbres de un anhelo
acunado desde las horas infantiles.
Esa es la certeza
lo demás es sólo insinuación ante la vida,
la búsqueda perpetua.

Recorreremos el mar, inventaremos colores
para el horizonte nuevo y las incertidumbres.
Nadie recorre el mundo sin temores
y cada instante es una vacilación en el signo de los pasos.

Aprenderemos a construir de nuevo todo
casa, certezas, afecto y hasta desesperanzas
para no entorpecer destinos ni prefiguraciones,
a dejar que el viento diluya todo fardo de soledad y hastío.

Inventaremos de nuevo el alba, la luz, el arco iris.
Los senderos son siempre una cruel interrogante.
Cuando escampe, sabré de verdad tu nombre, el mío,
la acepción precisa de cada palabra que se anticipe a la memoria.



Tiempo eterno

Para Paco Díaz de Castro

Era la hora del alfil
         en el instante
una forma de oración
para invocar el tiempo del estío
         y una mano cerrando la palabra.


El cielo tenía
un supuesto color incierto
de osadía
el gozo era del hombre
         o del Dios que él inventó
                   para saciar su sed
                   de pájaro volante.

La libertad surgió
         de una mirada
         de un tiempo que se pierde
                   en el ensueño.

Se aprende la vida con la vida
y se construye la historia
         caminando.
El fuego nos enciende,
         es calor ancestral,
         tiene la forma del deseo.

Alabo a ese Dios
         creado en el ensueño
         en el éxtasis mismo del anhelo
                   para testificar,
         hacer del tiempo, siempre,
                   el tálamo sagrado
         donde el gozo
         es la esencia de la vida
         y la vida suprema
                   la memoria,
         porque la vida queda grabada
         en  el recuerdo ilimitado
         donde cabe el camino, la historia
         el tiempo eterno…



Confesión

Confieso que las noches
siempre me parecen cortas,
cada día debiera tener más de veinticuatro horas
para tener tiempo de construir los sueños.
La vida no alcanza para tanto anhelo.

Algunas veces he querido dejar la ciudad
y sin maleta irme al mar,
sin ropa ni equipaje;
el hombre no debería programar
horas, encuentros y destinos,
tampoco su tiempo de amor
menos su vida,
porque andar sin destino
es por antonomasia la búsqueda perpetua.

Una vez encontré a una dama
en una ciudad apenas conocida;
hicimos el amor
y cada quien retornó a su camino,
a su signo y a sus luces;
estoy seguro que como yo, ella
-sólo ella porque nunca conocí su nombre-
recuerda la manera como descubrimos la luz de las estrellas
en una alcoba, de un antiguo edificio,
con enormes vidrieras en dirección al poniente,
y sonríe, sólo sonríe cuando recuerda;
ese día vimos cómo el cielo
se iba colmando de fuego y nostalgia, con el gozo transmitido
en íntima confesión por su voz dulce y tenue,
y luego descubrimos la luna a través de los cristales.

En otra ocasión, en el puerto,
una joven me ofreció sus lágrimas
y vi cómo el dolor se iba quedando impregnado
sobre la mesa, primero, y luego en las sábanas casuales
mientras surgía la luz en su rostro,
cada minuto más bello
conforme se iba borrando su desdicha.

Y así,
un día,
otro,
mis pasos me han llevado a percibir aromas sin medida
sin necesidad de nombres y apellidos,
de contratos y rutinas; sin haber programado
la cita con hora, lugar y protocolo.
Así he conocido la forma de inventar la lluvia
y he descubierto la luz con sus colores y matices,
el tiempo equinoccial y el tránsito infinito.

Sólo el horizonte abierto
para la luz que se inventa
con el color del sueño.
Sólo una sonrisa y el tacto sin medida,
el aroma del cuerpo y el clima de los días,
la lluvia, el mar,
la luna, el infinito.



Agua somos

Estaré en tu lecho, siempre,
en el aprendizaje eterno de la dicha
cuando tu dulce saliva
me sumerja en tus encantos
y tus labios sedientos se humedezcan.

Compartiré tu mesa cada tarde
en las cuatro estaciones de tu nombre
con el aroma de viandas olorosas
entrelazadas con vino decantado
en copas impecables y sueños sin destino.

Consumiré de tu plato
y sabré degustar los múltiples sabores
que hacen del cotidiano andar
un juego de colores y abalorios
para el sueño de magias y sorpresas.

Llegarán minutos radiantes
donde la lluvia deslave sinrazones
y deshagan las nubes que nublen nuestro tiempo
para que arribe el sol, de nuevo
y se perfile preciso el horizonte.

Inventaremos el mar, la lluvia, las lágrimas de gozo
porque agua somos desde el semen de origen
o el rocío de las horas de amor inaugurado al alba,
hasta la última gota del suspiro, en el postrer adiós,
para arribar al tiempo eterno, a la memoria.



Cuando el otoño llegue

No vendrá de la misma manera el viento
cuando aprenda a redoblar tambores
para anunciar alboradas.

El alba sabrá enunciar a tiempo la palabra exacta.
Adivinaré la textura del cielo y el oleaje del mar
mientras la remembranza anuncie el color del horizonte.

Tu palabra será la misma, siempre, igual que tu sonrisa
pero cuando pueda armonizar sonidos, estarás en Roma
o en Praga esperando a que el reloj marque las horas.

No habrá historia entonces, no sucumbiré a tu encanto
y sólo seré capaz de recordar tus oquedades,
siembra precisa para cosechar asombros cada tarde.

La historia es otra, no hay manera de sucumbir en la zozobra
porque el aroma de tu piel será la seña para nombrarlo todo
y de mi estío surgirá la sola mención del mundo de los sueños.

Cuando el otoño llegue, no estaré para escucharte
ni mi tacto podrá recorrer la tersura de tu piel
en medio del vendaval de sinsabores que te nublan.

Seguiré mi viaje, sin temores. Arroparé tu cuerpo,
habrá una despedida y avanzaré en un camino sin retornos
hasta arribar a un puerto de abrigo, lleno de espigas y alebrijes.

El tiempo del dolor se habrá diluido entre las sombras
y nada podrá perturbar los sueños que nos signan
para empezar de nuevo a nombrar todas las cosas por su nombre.

ROBERTO ARIZMENDI. (México, 1945). 61 libros publicados: 32 de poesía, 5 epistolarios, 5 libros de literatura testimonial, 3 compilaciones de poetas latinoamericanos y varios sobre educación. Además, un CD con poemas suyos musicalizados. Es co-autor en 35 libros. Sus poemas y escritos literarios han sido incluidos en 51 antologías publicadas en diversos países. Premio de Poesía “Carlos Pellicer” de Jalapa, Veracruz. Mención honorífica en el Concurso de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México y segundo lugar en un concurso de prosa en Aguascalientes. Jurado en diversos certámenes literarios, Coordinador del Premio Latinoamericano de Poesía y Cuento de Oaxaca. Participante en más de 50 festivales internacionales de poesía en el mundo. Ha sido traducido al francés, italiano, inglés, alemán, portugués y a una lengua originaria de México, el náhuatl. Ha prologado 29 libros. Conferencista en diversos eventos culturales y académicos. Autor de 92 artículos, ponencias y publicaciones. Sus poemas, escritos y textos literarios han aparecido en más de 50 revistas y suplementos culturales. En México, ha tenido más de 150 recitales y lecturas de poesía y más de 60 en otros países.

En el ámbito educativo ha sido investigador, profesor y rector en universidades mexicanas, además profesor invitado en universidades extranjeras. Funcionario en Secretaría de Educación Pública, director general académico de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, rector de la Universidad Kino del estado de Sonora, fundador de los Comités para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES), secretario de la Asociación Nacional de Universidades de México, asesor educativo en la Presidencia de la República, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad de Sonora, entre otros cargos. Es consultor privado en asuntos de cultura, educación, planeación y desarrollo en universidades, instituciones educativas, gobiernos de los estados, institutos de cultura y diversos organismos.

3 Comments

  1. Estimado Roberto Arizmendi:
    No cabe duda que tu obra deja huella en todos los espacios literarios donde participas.
    Te felicito por tu participación en éste.
    Me honra y halaga contar con tu amistad y celebro, como míos, cada uno de tus éxitos.
    Claro!… de forma egoísta y contando solo con el invaluable mérito de ser tu amigo.
    Saludos fraternales!!!

  2. Una gentil y honesta muestra de visión de la vida en plenitud nos brinda el Poeta Roberto Arizmendi.

    Conocí al amigo y Maestro Roberto, antes que al poeta mismo; sin duda su calidez y afable amistad es la apertura generosa de una grata conversación y entrañable amistad, las mismas que se siente en cada poesía suya y que las hace llena de vida.

    Un saludo, desde la ciudad del trópico húmedo Tabasqueño, Villlahermosa capital.

  3. Mil gracias por los bellos poemas de Roberto. Varios ya son conocidos por mi esposa Iris y por mí. Abrazos con mucho cariño al gran poeta y mejor amigo que es Roberto

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