Presentamos una selección de poemas incluidos en el libro La Paz no se logra solo con el deseo, compilado por Otoniel Guevara, y que se presenta este día 20 de agosto de 2022. Un libro que, según su prólogo, defiende la vida y la paz. Un libro necesario para reivindicar las conquistas logradas por la lucha armada y que ahora corren peligro, como la democracia, la pluralidad de ideas y la libertad. Un libro que nos recuerda que la historia es cíclica y que solemos repetir los errores del pasado si no tenemos presente la memoria. Además, publicamos una breve selección de textos de esta antología
Credo del pueblo
A Gerson Vichez.
A Luis Borja in memorian
Yo creía en la democracia
como una palabra cara de mi padre
como el acero de las ciudades que se alzan
casi la soñaba un muro indestructible.
Yo creía en ella
como una promesa de rosas amargas
Yo creía en la espina negra
igual que en las raíces de los árboles
Pero olvidaba el papel del obrero
del jardinero, del hortelano
del pueblo como agua magnífica
río extenso que siempre cambia
que se desborda y nos abraza.
Y me quedé con mis cuchillos solitarios
con mis pancartas
con mis esculturas de alabastro a la paz
con mis hierros retorcidos de la posguerra
con mis pinturas retóricas y abstractas
Y me quedé soñando una palabra frágil
mientras el viento abatía la flor
pétalos y cristales rotos una mañana de febrero.
Y mi burbuja la reventó la historia
con el poder sacrílego de las botas y los uniformes militares
y recordé a Allende digno hasta el final por sus propias manos
el rasgar del aire de una bala explosiva en medio de una homilía
de la lanza en el costado del hombre
del huerto de La Higuera en octubre
del poder del dinero y sus fantasmas trasnochados
de los perros entrenados para mordisquear los sueños.
Entonces recordé palabras más caras
y dije: tierra común, amor inclaudicable,
y desterré la pesadilla
como quién escribe un verso
como quién recuerda un canto
como quién abraza la tierra y besa una mujer combativa
y estrecha al que camina abriendo porvenir
y siembra, y cosecha horizontes vastos.
Entonces recaí en todas esas palabras necesarias
Comunión. Pueblo. Unidad.
Y archivé esa palabra griega
colmado el pecho y pensamiento de sangre buena.
Ilich Rauda.
El delirio
I
Una dictadura
no es
sino tiene cómplices
y ellos callaron, se cansaron de endulzar la filosofía barata de sus oficinas
y ellos se abstienen, porque les parece menos importante
ser tapetes de piso
Para el camino de la bestia.
II
Una dictadura cool es una escopeta apuntándote a la cabeza
mientras el palabrero de tu colonia se ríe de tus expresiones como:
seguridad jurídica, derechos humanos, dignidad, paz.
III
Una dictadura moderna necesita de los gánsteres
también bonachones.
IV
La comida para todos, la muerte para todos:
esto es una democracia y no una dictadura.
V
La muerte es justa, con los pobres
los presos y los muertos los ponemos del otro lado.
VI
La dictadura cool no conoce Soyapango;
Ilopango, San Martín de noche,
le invitamos a inaugurar una ciudad moderna
en los laberintos de un barrio, señor presidente.
VIII
Los funcionarios públicos
son tan públicos
porque hacen tik tok
y son muy elegantes para un país tan feo, con tantas fosas clandestinas.
IX
Sistemáticamente
los jóvenes
son el enemigo interno.
X
El problema no son los desaparecidos
el problema es que el presidente deje de ser cool.
XI
La moneda virtual es una solución lúcida,
democrática
tanto
que la mara salvatrucha
seguramente
cobrará su sicariato en bitcoin.
Aplausos.
Francisca Alfaro
X
(Discurso para pensar el siglo XXI)
Un fantasma recorre los países de Latinoamérica y es el fantasma de las dictaduras
En pleno siglo XXI estamos avisados ya todos de los autogolpes que se propagan
Torceduras de muñequitas de tusa, golpecitos de pecho contra las resistencias.
En la tierra donde los esqueletos atormentan el paso de las democracias- viejas sangrientas aplaudidas desde los discursos- sin duda se prepara ya un golpe de estado.
Quizá sea un golpe de estado blando, como las enaguas de la libertad, quizá sea un golpecito de viejo tísico por las polvaredas secretas encima de los escritorios
Estamos pues ante un genio de los caracteres con los párpados remendados
Una carretillada de gorilas abatiendo la historia al ritmo de los aplausos
Porque al final, este paisito, tierra remendada a puros huesos, no puede alejarse de las cosas banales
Eso sí, estamos ante una crisis de poder y eso se resuelve con el canto de los pájaros de tuiter, con balas cibernéticas ante el ritmo de los acosos virtuales
Sin duda pues, ese fantasma que recorre por todas las sangres de los presidentes
Acumula el odio en todas las sonrisas de los condenados
Y las vísceras corren como animal espantado
Mientras la sangre se derrama en todas las plazas virtuales
Y desde la silla entronada, el omnipresente dios de los caracteres mueve su patita para espantar el (Parkinson de muchachito malcriado.
Luis Borja
After party… después de una larga cadena nacional
En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
un cachimbo de alegres expresidentes salvadoreños.
Vestidos con sus trajes caros,
y algunos con sus informes militares:
medallitas y condecoraciones,
y alguna que otra masacre en los bolsillos;
todos muy animados le daban la bienvenida al muchacho
gorrita al revés, patas de pichiche,
que había sido electo gobernante de la otrora finca de sus más profundas ambiciones.
Lo sentaron muy cerca de ellos y con euforia lo vitorearon.
Francisco Menéndez, muy amable,
le advirtió hablándole bajito:
—No te sentés cerca de Maximiliano,
no lo querrás como tu amigo
—ni como tu vicepresidente— intervino el ingeniero Araujo.
Patas de pichiche le gritó al general Menéndez:
—Cállese, viejo,
usted es de los mismo de siempre, no me diga qué hacer.
Al oír esta barbaridad, mi general
cayó fulminado por un infarto.
—Pero bebé, muchacho, bebé que aquí tomás Regalado—,
le decía don Tomás, guante en mano, blandiendo todavía su sable.
—¡Bienvenido al clú más prestigiado de todo el chimbolero!—,
le dijo Malespín, quien sin ser mala espina, añadió:
—He oído que te va bien, pero te podría ir mejor.
Invadí una patria al menos,
saqueá algunas iglesias,
fusilá un par de curas y hacé desordenes bebiendo ron.
No olvidés invadir tu propio país si es necesario (a Manuel José le funcionó).
Quemá ciudades si te queda tiempo,
pero lo más importante: cuidá tu cabeza de los malditos indígenas
cuando pasés por San Fernando.
Aquel caudillo hubiera seguido en su receta,
pero a la mesa no le pareció:
Votaron en secreto.
Y otra vez mi general fue desconocido, excomulgado
y desterrado a la sala de no fumadores y abstemios.
Y la plática seguía, seguía de lo más alegre,
entre brindis y hurras por el aprendiz de dictador.
Y el patas de pichichi decía:
“Y los llamé mollera sumida…”
Y los expresidentes se carcajeaban.
Carlos Meléndez, Alfonso Quiñónez y Jorge Meléndez,
le preguntaron, sin rodeos, al quinceañero cuarentón:
—¿Nunca has pensado en hacer tu propia dinastía?
Tenés muchos hermanos.
Bien te salen unas cinco tandas, deberías de pensarlo…
—Es mejor solo dos
y uno que esté en las sombras—, le recomendaron, sabedores,
los hermanos Ezeta.
—Que no te falte un cuerpo represivo confiable,
nosotros tuvimos la «Liga Roja», eficiente y disciplinada.
— Yo tuve a los «Escuadrones de la Muerte»,
dijo una figura sombría al borde de la barra.
La leyenda dice que esa silueta es la de aquel “piricuaco”, seco y feyo
que nunca alcanzó la silla presidencial.
El licenciado Dueñas y el general Gerardo Barrios
continuamente interrumpían la conversación,
enfrascados en aquella discusión milenaria:
Que cuál era el mejor guaro de Centroamérica,
si el «Muñeco» o la «Quezalteca».
el general Martínez zanjó este pleito y dijo:
—Las aguas de colores
son las mejores que existen— mientras le pasaba el péndulo detector de venenos
al ceviche del general Fidel Sánchez Hernández.
—Y entonces, decinos,
¿cuáles son tus planes?— inquirió el teniente coronel Lemus,
justo en el momento en que se acomodaba un habano en la buchaca.
El presi respondió:
Militarización.
—eso es un buen movimiento —recalcó el coronel Armando Molina, reflexionando:
«No hay nada mejor para un civil que rodearse de policías y soldados».
El tío favorito de la capital continuó:
“Restringir el acceso a la información pública”.
“Instrumentalizar la religión para el dominio de las masas”.
“Detenciones arbitrarias y doblones de muñecas”.
“Gastar miles de dólares en propaganda en lugar de salud, educación y cultura”.
“Discursos de odio”. “Bloqueo a la prensa”.
“Comprar encuestas”.
“Construir un estadio”, —Yo hice eso—Interrumpió Maximiliano.
“Poner un tren”, —yo también hice eso —interrumpió el Dr. Zaldívar.
“Poner una nueva moneda en curso que no beneficiará a nadie más que a mí y mis amigos”
—Yo también hice eso ¡qué coincidencia! —interrumpió, sonriente, el licenciado Flores.
—Pero al hacer estas cosas, repuso el interpelado,
decirle al pueblo que todo esto sucede por primera vez.
Los exmandatarios asintieron admirados.
Y, junto al más cool, gritaban eufóricos:
¡qué viva la vida… sin fisco!
Fue ya al final de aquella alborozada conversa,
cuando los expresidentes, cual hadas madrinas,
y bajo efectos etílicos de misteriosos sahumerios
otorgaron sus “dones” al benjamín tirano.
—Yo te doy el don de la “expropiación de tierras”, dijo uno.
—Yo, el de “los lujos estúpidos”, dijo otro.
— El don “del fraude”, el don “de la represión”
no pueden faltar, dijo un tercero casi llorando.
No faltó quien le dijera: —El don “de la demagogia” te doy.
—Te doy el don de la “persuasión” y la matonería”, dijo uno más.
—El don “de la fiebre mesiánica”, dijo el último.
La velada terminó cuando el patas de pichiche dijo dos cosas que quedaron en la historia:
“Muchachos, tomémonos una selfie”.
Y “hay que seguirla en otro lado,
llevaré una dotación de atún con macarrones,
y de aquella harina importada que sé que les va a gustar.
**
Las servilletas quedaron chorreadas y las boquitas tiradas en el suelo.
Las cervezas y las propinas las pagó el muchacho,
y claro, usó bitcoin.
Vladimir Amaya
No olvidaremos el día…
No olvidaremos el día que mi padre nos presentó su miedo
no lo entendíamos bien:
hasta aquel día inolvidable en que nos mostró una foto:
brazos, cabeza, tronco y piernas de un hombre
estaban dispuestas de manera macabra en una bolsa
errados, creímos que nuestro padre
temía a los descuartizados:
entonces lo confesó:
le daba miedo sabernos un día
entre la estirpe de los descuartizados
contarnos entre la lista de los muertos
no contar a sus hijos entre los vivos
Julio Edgardo Zepeda
Subversiva
Un día nos llevarán presos.
Por tu culpa o por la mía.
Sólo porque aquella vez escribí
ABAJO LA DICTADURA
en las plantas de tus menudos pies.
Y sólo porque vos, a medianoche,
saliste a caminar descalza
por la piel dolida de la Patria,
dejando a cada paso,
un mensaje al revés que todos entendieron.
Ricardo Castrorrivas
Perros del odio
Hombre de un tiempo aciago
traes toda la noche a cuestas
toda la carga
de unos huesos
que un día serán polvo
He aquí que los perros del odio
desangran la historia
elevan gritos con su verdad terrible
como un relámpago
esconden en el centro de los días
sus frías máscaras
sus impecables trajes
sus manos acechantes de crímenes horrendos
Nada es original cotidiano todo
ésta unánime historia
no tiene nombre
sólo sangre
para los que crecieron
con todas las tormentas en su contra
con todas las heridas
de una temprana cárcel
los que nada tienen
sino el derruido traje de la esperanza
y ponen en el horizonte
su único triunfo
sencillo y luminoso
Pedro Valle.