El poeta Ilich Rauda nos comparte una selección de poesía de su libro “Poemas urgentes”, publicado por Proyecto Editorial La Chifurnia (2023). Acompañamos también el comentario que escribiera Alfonso Fajardo en su presentación
Como el Uróboro, aproximación a la poesía de Illich Rauda
Por Alfonso Fajardo
Para Octavio Paz, la ruptura es parte de la tradición, y la continuidad es parte de la ruptura. En sus palabras, es “una novedad que reintroduce en el presente un principio inmemorial”. Esto, trasladado a la historiografía literaria, no es más que la historia de los inicios y reinicios, de las fundaciones, las refundaciones, los apocalipsis y el nuevo nacimiento de lo antiguo. Toda revolución arrastra una decadencia previa y otra posterior, de manera tal que nunca podrá haber una ruptura total: el viejo tronco del árbol caído sirve para que se edifique uno nuevo, y sus raíces son las mismas a pesar de la negación de las ramas. La poesía quizá sea eso: un árbol que ha nacido del tronco de otro árbol derribado, pero cuyas ramas nuevas son muy parecidas a las antiguas del ahora fantasma.
La poesía salvadoreña había cambiado desde los Acuerdos de Paz, atrás se había dejado una poesía combativa, social, guerrera, colectiva, coloquial, de emergencia o de urgencia. La poesía que había imperado durante décadas desde la aparición de las vanguardias, con una fusión entre la posvanguardia de la poesía conversacional o coloquial, y el mensaje propio de las luchas contra las dictaduras militares del siglo XX. Treinta años han transcurrido desde la firma de los Acuerdos de Paz, tres generaciones de poetas si seguimos la tradición historiográfica de agrupar promociones o generaciones de poetas cada diez años, treinta años en que la poesía combativa era solo una sombra de nuestras antiguas banderas. Pero como el Uróboro, y como la tesis de Paz, irremediablemente llegaremos a un nuevo punto de partida que puede ser el mismo. Treinta años tuvieron que transcurrir para que la bestia de la poesía despertara, se necesitó de un aprendiz de Caudillo para que algunos poetas, y subrayo la palabra algunos para vergüenza de nosotros mismos, se reencontraran con este tipo de poesía que parecía haber sido abandonada en las cuevas de las montañas.
Es en este reencuentro que ubicamos al poeta Ilich Rauda, quien escribe con dos ojos: uno puesto en el presente y otro en el pasado. Allí, en ese pasado que poco a poco se está volviendo presente, encontraremos las huellas de sangre de la palabra, sus referencias directas a poetas como Amada Libertad, Roque Dalton o Luis Borja, autores que no se escondieron bajo la alfombra roja de los aplausos, referencias que son un reflejo del matiz que el poeta ha querido impregnar a su palabra, una poesía vinculada al dolor de la historia y a las luchas sociales.
A nivel de temáticas, además de la ya mencionada, Ilich Rauda también emplea la familia para la construcción de sus textos. Con imágenes y metáforas claras, el poeta se posiciona de todas las formas posibles: prefiere la montaña a la ciudad y sus ídolos son sus padres.
Pero en definitiva es la poesía social la que más abunda en estos textos, y es que un pueblo que no tiene memoria histórica está condenado a repetir sus errores, y por eso este tiempo es propicio para que esa poesía resucite, y el poeta Ilich Rauda, en este sentido, se posiciona claramente como artesano que acompaña al pueblo con su palabra:
“Yo creía en la democracia
como una palabra cara de mi padre
como el acero de las ciudades que se alzan
casi la soñaba un muro indestructible.”
El poeta despierta de una pesadilla y se percata que esa “cara palabra”, no es más que una palabra griega cuyo contenido ha sido vaciado por las nuevas bestias, y por eso prefiere cobijarse con palabras más terrenales como “Comunión”, Pueblo, y “Unidad”.
La poesía de Ilich Rauda se mueve entre el pasado y el presente. Como poeta es hijo de su tiempo, pero también hijo de un tiempo otro, ese que nunca se podrá borrar por el capricho de una persona. Por eso la nueva poesía es la vieja poesía, por eso la ruptura es parte de la continuidad, por eso la poesía de Rauda gana peso, porque está llena del más indeleble de los elementos terrestres: la sangre de la historia.
I
La mafia italiana en Nápoles o Sicilia da de comer a los cerdos: los cadáveres de sus enemigos o de los traidores. En 1932 en El Salvador la gente dejó de comer cerdo porque entre los cadáveres olvidados en los caminos de aquella matanza encontraron rostros o manos desfiguradas por mordidas. Fue el Estado mucho más terrorífico y sanguinario que todas las mafias italianas reunidas al declarar enemigos a todos sus habitantes descalzos, que se alzaron por las tierras comunitarias que aún conservaban tras la conquista.
II
Durante la conquista los españoles utilizaron mastines para que atacaran y devoraran a los guerreros y a la población nativa que opusiera resistencia a su paso en Centroamérica, Suramérica y el Caribe. Con la marginalidad y la pobreza recrudecida en las posguerras de las pequeñas repúblicas: tribus de jóvenes carroñeros asolan los paraísos artificiales y contribuyen a un nuevo terror en los estratos medios y bajos de sus sociedades. Son carne de sacrificio y mercenarios en la guerra de las drogas. De aquella praxis sanguinaria de la conquista, algunos de ellos hoy dan de comer a sus canes: la carne mutilada de sus vecinos, aunque alguna vez hayan estudiado juntos, en la misma escuela de techo con goteras.
El grito
No hay flores que cubran las osamentas
los asombros ultimados
ni espinas para coronar tanto horror
ninguna palabra para los últimos gestos
para tanto grito de dolor suspendido
no hay humanidad
solo escalofrío
llanto inexorable
suma de ira
rabia pura y animal
de espaldas al sicario
a las cárceles
o frente a los podios y las cámaras
ciudad amordazada en tempo lento
después de sus fiestas
de las risas estridentes
las bebidas y las resacas
después del Coloso
y su algarabía de multitudes
siempre reinará al final del grito
un silencio profundo de cementerio.
Invocación del amor
-A Leyla y Argelia-
Después del eclipse de las armas
de los hombres calendáricos
vetustos de tanto odio
cancerígenos de su hambre
Sólo tu cuerpo es inmenso
en tu cabello de raíces afanosas tropezamos
No alcanzan los mapas para tus curvas y senderos
Y si presentimos los celajes
tus ojos nos ciegan con su claridad
son tus labios fruta prometida que se desgaja en la montaña
tus esperanzas, tus clamores niños
son los cenzontles, las chiltotas.
Después del eclipse
los animales sueñan tiempos pretéritos de fuego
se enfrían los metales
la ciudad acalla su maquinaria
Y sin sombras posibles, ni ruidos
solo nos quedan estas manos simples
para reconocernos los rostros, las humanas formas
apenas estas bocas, para incendiarnos con tu nombre.
La manzana y el hijo
“Yo tenía un hijo
(…)
Le vi jugar en las últimas escaleras de la misa”
Federico García Lorca
Mamá, debo confesarlo
sólo tu abrazo es digno de mi regreso
como el libro más hermoso,
después, yo también
tengo miedo
como mi hijo más pequeño
del frío de Nueva York
de sus alturas de cristal
simulando lápidas de titanes en Marte
donde no asoma rostro humano.
Temo a los ignorados dioses
bajo las piedras del Central Park
a su zoológico humano
a los pulmones de humo y fuego
A los centros comerciales
tengo miedo incluso
de mi piel blanca
y de mi inglés taciturno
de tu orgullo y mi vergüenza.
Sobre todo, mamá
tengo miedo de tus miedos
de tus lágrimas congelándose,
de tus manos
en medio de una plegaria
que no traspasa las paredes
de todas las catedrales reunidas
de New Yersey
y tampoco puede atravesar el Hudson
en un nado desesperado
de palabras reunidas con tu fe.
Cuánta razón tenía Lorca
y apenas medio siglo como un soplo
su palabra sigue
en estas tierras yertas
sin fieles gitanos que le acompañen
en la magnitud de su poesía.
Historia del padre
Padre,
cuando escucho tu latido
o me acerco a tu pulso:
es un río de potros el que me habla
Me cuenta desde tus humores más vítreos
de tus amaneceres niños
y de tus esperanzas más rojas.
Hoy amaneces menos cristalino,
y más cercano a tu tierra de soles y murallas de agua
desde la puerta de tu pupila ensanchada y estelar,
me habla tu ritmo sanguíneo,
que habitaron lencas
y supiste del viento arco y de la furia de las lanzas
en una juventud de potros negros y azabaches
nacimos hijos de tu historia en rebeldía
herederos de siglos tumultuosos
sin cenizas pascuales
dichosos de ideas.
Llegará el tiempo en que sólo pueda verte a través de la lágrima
pero no temas, padre, será lágrima roja
padre mío, estrella y horizonte
en mi corazón tus relinchos no serán crepusculares
sino el pálpito reunido de tu tierra, salvaje de esperanzas.
In Godot we trust
Hoy más que nunca creo en Godot,
en su poder inmenso
Pues he visto su máxima ternura
su inmenso amor desplegado
Obrado en el milagro de una tierra
dividida a fuerza de bayonetas y muros eléctricos
He contemplado sus terribles ejércitos,
sus interminables guerras en los desiertos
sus porta aviones surcando los viejos mares
sus ángeles metálicos sobre los cielos
sus resplandecientes arpegios de metrallas
sus ojos voladores: misiles y drones
cascos con calcomanías de querubes
oraciones en los rifles de los francotiradores
un pandemónium orgiástico de sangre universal.
Pero sobre todo creo en Godot
porque he contemplado
sus fauces divinas
engulléndolo todo
con su apetito invariable:
voraz de niños
que aún no aprender a deletrear su nombre
entre el humo de la pólvora de las ciudades.
ILICH RAUDA. San Salvador,1982. Escribe poesía y narrativa. Secretario de la Asociación Salvadoreña de Médicos Escritores Salvadoreños Alberto Rivas Bonilla. Miembro fundador de los grupos literarios: Círculo de la Rosa Negra en 2003 y de Delira Cigarra en 2006. Especialista en Medicina Familiar por la Universidad de El Salvador. Premio único de Cuento Infantil en los XXV Juegos Florales de Usulután (2017). Publicaciones: Maíz del corazón (Publicaciones Papalotquetzal, 2016); Aventuras en los antiguos reinos del misterio (Dirección de Publicaciones e Impresos, 2018); Círculos del sueño (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2022), Poemas urgentes (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2023). Textos poéticos suyos se encuentran en las antologías poéticas: Dictadura Vintage (Proyecto La Editorial La Chifurnia, 2021), y en La paz no se logra con el deseo (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2022).