«Patti Smith tiene 75 años. Mientras exploraba su plataforma de Instagram, reparé en lo extraño que fue llegar a la obra de una de las voces míticas del rock por la vía del silencio, es decir, por la vía de la literatura.» En El Escarabajo le damos la bienvenida a la escritora guatemalteca Vania Vargas, a quien publicaremos los artículos que aparecen en la revista guatemalteca Plaza Pública. Iniciamos con un artículo dedicado a Patti Smith, quien además de poeta y cantante, fue una gran cronista de su época. Publicamos, también, fragmentos escogidos de su libro M Train, seleccionados por la misma Vania Vargas
Patti Smith tiene 75 años. Mientras exploraba su plataforma de Instagram, reparé en lo extraño que fue llegar a la obra de una de las voces míticas del rock por la vía del silencio, es decir, por la vía de la literatura. Aunque, claro que crecí escuchado Gloria en las bocinas de la radio del mercado en donde mi papá tenía un almacén y Because the night en alguna otra estación que ya no existe, pero lo que finalmente me llevó a pasar más tiempo junto a su orilla fueron sus crónicas: Éramos unos niños, M Train, Devoción y El año del mono. Libros vitales, cotidianos, personales, que atraviesan las vías de la cultura, la música, el arte, los libros, los sueños, la vida misma, y terminan siendo experiencias íntimas, pero nunca ajenas para quien quiera leer.
Ask the angels
Cuando se habla de crónicas, el lector piensa en el asombro de los expedicionarios, de los exploradores que no quieren perder detalle del presente, porque hay, en lo descubierto, tesoros que podrían hundirse en lo más profundo de la memoria. Piensa, también, en el impulso natural de los solitarios que, rodeados de ausencias, parecen tener dilatados todos los sentidos y van por los días descubriendo el mundo que todos transitan a diario y que pocos ven. Pero, también piensa en los testigos, en los sobrevivientes, en quienes vuelven tras haber recibido el impacto de un momento, con la secreta obligación de expandirlo, de convertirse en esquirlas hacia el presente. Hay, en Patti Smith, un poco de todo eso: el asombro, la sensibilidad a tope, la conciencia de ser, de haber sido, testigo y parte de un movimiento cultural que es eslabón en la historia de la música y el arte de los 70. Pero, también, el pesar y la dicha de haber sobrevivido a la gente que amó, a una época. Y, entonces, uno piensa que, quizá, ella también escribe para el pasado, para dar razón de los días a los que ya no están.
Wing
Yendo hacia atrás, en Éramos unos niños, uno se encuentra con la convicción de una niña que quiere ser artista y con el ímpetu, la valentía temprana, de dejar su casa, trasladarse a Nueva York, sobrevivir a la carencia y perseverar en el sueño. Ese que fue del dibujo a la escritura, a la actuación en el teatro, y que mezcló, posteriormente, con la música que, a principios de los 70, le marcó un rumbo vital. En esta ruta y en su relación constante con la literatura es posible ver el nacimiento de una preocupación por el proceso de escritura que se manifiesta oníricamente en M Train y que en Devoción intenta desmenuzar, casi didácticamente, aunando el relato de la experiencia vital con el de la creación literaria, tendiendo, frente a quien lee, los lazos que van de lo real a lo simbólico, de la vida a la literatura: dos vías que en Patti Smith van paralelas y están destinadas siempre a encontrarse.
Ain′t it strange
Ha de ser por que existe en ella una tendencia a la sublimación y a la búsqueda, una relación casi mística con lo que la rodea, que la unión de la vida y la literatura se convierte en peregrinación. Viajera de poco equipaje, parte de los sueños, y de los libros, hacia las cafeterías en donde regularmente se gestan las cartografías que siempre terminan en la limpieza de una tumba lejana y olvidada, en un gesto íntimo y simbólico entre una lectora y su autor venerado, en la fotografía de un objeto rescatado para la memoria: piezas de un rompecabezas que quedaron fuera de los libros devorados por una sensibilidad hambrienta. La tumba de Simone Weil, la casa de Albert Camus y la de Roberto Bolaño, la tumba de Genet, a la que lleva dos piedras de la cárcel a la que él ansiaba llegar, la de Silvia Plath, la de Arthur Rimbaud, la de Osamu Dazai, la de Yukio Mishima, la de Bertolt Brecht, escritores, todos, con quienes metaliterariamente se consolida una relación sustentada íntimamente en las palabras.
Gone again
Recuerdo que fue a finales de 2016 cuando conocí, finalmente, Nueva York. El primer día de exploración agarré camino hacia el Hotel Chelsea. Afortunadamente, en las grandes ciudades nadie repara en lo que los otros hacen, porque, durante un buen rato, fui la mujer sola, parada frente al hotel. Allí, donde permanecen las placas que conmemoran la vida (y muerte) de Dylan Thomas, el paso de Thomas Wolfe, Leonard Cohen, Arthur Miller o Arthur C. Clark, escritores que fueron perfilando la leyenda de ese lugar enorme, elegante y decadente. En el Chelsea convivieron, además, músicos y artistas visuales, que vivían allí y pagaban la renta con sus obras de arte o se pasaban horas en El Quixote, un pequeño bar conectado con el vestíbulo del hotel. Ese año no pude entrar, sino hasta principios del 2021, cuando leí Éramos unos niños, mi primer encuentro literario con Patti Smith, quien vivió allí, en la habitación más pequeña del hotel, y quien sabe de viajes y peregrinaciones, y en ese libro me regaló un guiño de complicidad.
Spell
Hija perdida de los beat, que a su vez fueron hijos de Henry Miller, quien tiene un lazo directo con Walt Whitman. Escritora en constante relación mística con todo lo que la rodea. Poeta y peregrina comprometida con la memoria y con su presente, leyenda viva. Fotógrafa sin más intención estética que la de guardarse el momento en el bolsillo. Amante del café, de los libros y las historias policíacas. Artista de la sublimación y de la búsqueda. Guardiana de una memoria histórica y emocional. Viajera solitaria, cartógrafa literaria que siempre tiene una carta de tarot bajo la manga. Comensal de una misma silla en cafés permanentes y efímeros. Ciudadana de la dimensión de los sueños. Testigo y protagonista de su época. Patti Smith es una sobreviviente que canta y que cuenta, y que todavía podemos atestiguar.
VANIA VARGAS (Guatemala). Poeta, narradora, editora y periodista cultural independiente. Autora de los libros de poesía Cuentos infantiles, Quizá ese día tampoco sea hoy, Los habitantes del aire, y Señas particulares y cicatrices. Libros de los cuales han salido algunas selecciones publicadas en Chiapas, México; Puerto Rico y Montevideo, Uruguay, así como la reunión de poemarios bajo el título Relatos verticales. En narrativa ha publicado Después del fin y Cuarenta noches. Es, además, coordinadora de los libros de ensayo Nuevo Signo: siete poetas para nombrar un país; y Luz: trayecto y estruendo -una aproximación colectiva al legado literario de Luz Méndez de la Vega. Ha sido invitada a las ferias del libro del Zócalo, Panamá y Guadalajara, así como a los departamentos de Español de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California, y la Universidad de Copenhague, donde compartió su trabajo. Fue parte de los Festivales Internacionales de Poesía de Granada, Nicaragua; Quetzaltenango, el latinoamericano de poesía, Ciudad de Nueva York; Medellín, y Leiria, Portugal.