Especial «La hora más alta», muestra de poetas colombianas
Juicio final
Lasciate ogni speranza, voi ch´intrate
Dante
En una obra de Giotto
el demonio devora a un hombre
mientras expulsa a otro por su cloaca.
El fresco es de una belleza espeluznante.
En él está contenido el mundo y su materia.
No representa Giotto a la bestia sino al hombre
descarnadamente hambriento.
El símbolo es sencillo y no requiere explicación:
lo ingerido se coagula, se hace carne y hueso,
se destituye
se engulle de nuevo
se expulsa
se endurece,
es el hombre separando la luz de la tiniebla,
el sueño del residuo.
El artista, desde la luz y el color,
nos obliga a penetrar
cuaja las sustancias,
asombra las retinas del observador
y le devuelve su reflejo
consumido.
Pero eso es solo lo primero;
la fascinación por los signos
más reales a veces que la misma realidad,
empujan en su trazo hacia la reconsideración:
¿qué divina sustancia
sobrevive a la idea de mundo?
El artista lima, hace que los bordes encajen,
limando extrae de ese ensueño que es el bien
la imagen,
la monstruosidad más verdadera.
El color y la simiente oscuridad sobre la que respira la luz
dictan las formas
y estas son a los ojos el señuelo,
el centro del demonio.
Lo otro,
el destello de maldad frente a algo que se reconoce
profundamente humano
es lo que se desprecia,
hipócrita.
El mundo su idea el verbo
son el intestino de ese demonio
que sonríe.
En el fresco, de apariencia inmóvil,
está contenida la historia de los hombres.
Cuerpo adentro
El agua mece la casa.
La oscuridad
tren silencioso,
cruza y tantea los huesos.
Los habitantes observan desde los rincones
acostumbrados ya,
al vértigo que les produce
ser la estación de lo que fluye.
Las paredes son de piedra
también los objetos más elementales:
las sillas
la mesa
las camas
los cuchillos afilados por si vuelven las fieras,
también las lámparas que cuelgan de los techos,
manos abiertas,
se encienden cuando la luz las nombra.
Todo lo demás es de carne.
El agua llena todas las habitaciones,
se abre paso a través del cuerpo
y nadie teme,
han aprendido que cuando roce sus cuellos
flotarán
y chocarán los muslos, las cabezas, los pies inertes
(pequeños pájaros que convulsionan en un pozo)
y siempre habrá carne que se afila
contra el borde de las piedras.
El agua mece la casa hasta el amanecer;
luego vuelven las tareas cotidianas:
despertar a los ahogados
servir en los platos minúsculas algas
limpiar con las escobas la oscuridad de los rincones
desprender de los ojos la humedad
las visiones:
carne sobre carne el aliento humano
carne lamida,
despeñada.
Objetos oscuros
Todo lo que ha sido es eterno;
el mar lo devuelve a la orilla.
Nietzsche
La naturaleza de algunos objetos
templados por la urgencia de los ojos que los mira
es a veces solo barro conmovido
que se cuece en su limpia eternidad.
Permanece su sustancia como un pozo;
en esos objetos crueles se funda la belleza
y quien los canta
desdeña la posibilidad de que sean de otra parte,
de otro mundo.
Solo acá,
consagrados a la vida humana se agotan y resucitan;
entre ilusiones se debaten
y son
en medio de este mar
la tabla de salvación.
Nos conmueve su corazón real
y así fundan esta casa,
la hacen eterna.
Idénticos a sí mismos
el espíritu ante su fuerza se quiebra;
nos contienen
y son capaces de hollar la más firme voluntad;
atentos a nuestros movimientos
son pequeños núcleos
que en el cine sustentan la vida de la obra
y en la vida
emergen desde un fondo indistinto
para obligarnos a amar un nombre
a olvidar nuestra voz
bajo el cielo despoblado de dioses;
son testigos
de esta corta ruta
encendida por ellos y en su gracia.
La música como una gota oscura
que beberemos;
el seco papel
y el lápiz y la punta agotada;
la silla después del viaje
y el perro que a la sombra de la cama
escucha nuestros pasos y sacude la cola
como sacudiendo el ensueño.
Materia, toda esta materia amada
en la que lo más hondo se revela.
Segovia
Los perros también se acercaron
pero el hedor los alejó,
a ellos que han aprendido a destilar de lo amargo
el amable vapor de la belleza.
El cuerpo ladeado se entregaba al abismo
suspendido de una rama sus pies se sacudían
bellamente
la cabeza inclinada hacia los ojos de sus padres
parecía vieja, aguerrida
en ese cuerpo hinchado y extraordinariamente joven.
Hueco el vientre dejaba ver la sangre seca que retenía
los órganos
como una mueca generosa de la muerte.
Los padres se balanceaban abrazados
tristísimos sobre sus propios pies;
bailaban al ritmo del cuerpo que pendía de la rama.
Actos renovados
Se deshila el pellejo
se arranca y asoma
la carne que deslumbra los ojos.
Se sosiegan los nervios
se los hace cantar como a raíces
de un árbol enterrado en el cuerpo.
Los cuchillos se acomodan boca arriba
sus aristas recuerdan las costillas de un mal amor.
Luego se lame el filo
el pasmo
y sobreviene el crujido de la carne rasgada;
lo crudo que se olvida con la primera mutilación.
A los tenedores hay que agarrarlos por los picos.
Tres dientes
tres astillas afiladas que espantan a la presa
y viven famélicos,
plenos de hambre.
En la penumbra las cucharas eran
peces extraños de cola esbelta;
las vimos otras veces
encima de algún plato,
animales satisfechos en plena digestión.
Entonces era mejor no tocarles la panza de metal
pulida, como una bella retocada.
En su cóncavo estómago podía uno contemplarse:
un ojo alargado,
deformado por el metal que escarba el rostro.
Sencillo despojar del pellejo,
salvar la carne que late a la espera.
A veces había luz
porque el cuchillo cambiaba de lugar
y su destello cortaba la sombra.
No sabíamos mucho sobre objetos de cocina
apenas de las ollas y los platos,
de las tazas
donde el agua es oscura.
CAMILA CHARRY NORIEGA (Bogotá, Colombia). Poeta y editora. Profesional en Estudios literarios y Maestra en Estética e Historia del arte. Ha publicado los libros Detrás de la bruma; El día de hoy; Otros ojos; El sol y la carne; Arde Babel; este último re-editado en Guatemala y México en el 2018 y 2019 respectivamente, y el libro Materia iluminada, poesía escogida, en edición bilingüe, español-francés en el 2019. Es co-editora del fanzine La trenza que aborda la poesía y el ensayo escritos por mujeres en Colombia, y Asistente editorial de la Biblioteca de Escritoras Colombianas en el Ministerio de Cultura y la Corporación Élite. Es profesora de poesía latinoamericana y de escritura creativa.
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