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Pedro Geoffroy Rivas

VIDA, PASIÓN Y MUERTE DEL ANTI-HOMBRE

I

Nascencia en el paisaje igual a siempre y olvidado siempre,
incierto, de cenizas amarillas y dulces,
idéntico a sí mismo desde hace quién sabe cuántos vagos y ardorosos milenios,
ecuación desmedida en el preciso instante en que el grito y la sangre se confunden,
allá,
cuando mi madre era más bella entonces
que todos los huertos frutecidos en el sueño con hambre de los hombres.

Milagrosamente,
mi corazón de nube desató sus silencios
y mis ojos con nidos donde van y vienen mariposas y velas,
estremecieron la luz al deshojar la planta sin nombre de un recuerdo. 

Entonces fue,
en lo más hondo de su tierra,
entre limos de angustia, despiadados torrentes y lejanos misterios,
en vuelcos trascendentes desahogando sus ríos,
la renuncia fatal,
la escisión fragorosa que se quedó entre los dos como un secreto
el desgarramiento aquel, único lazo que ya nos unía,

como si alguien  nos arrancase un sueño de repente
y el socavón oscuro quedara empapelado de tristeza.

Con un afán de árboles,
ella desenterró sus muertos para esta mi vida en que culminan diez millones de vidas,
crucificó su sombra en el corte de todos los caminos para mi anhelo alzado y sin fronteras
y nutrió mis raíces en el hueco de una vieja nostalgia de ojos madrugados.

Y fui yo solo entonces a taladrar mi brecha,
prolongando un dolor que me llegaba nadie sabe de dónde,
a llenar mi destino de ser apenas un jalón en el sueño,
a pulir mi diamante, a descubrir mi pozo,
a levantar muy alto unas cuantas banderas de alegría.

Feliciano Ama

Del árbol del que cuelgas, tu fruto permanente     
Día a día fecunda la tierra que tu mano           
Cultivó sin descanso, porque el maíz, hermano     
De tu sueño, multiplicó en el sueño la simiente.   
                                                         
Del ancho litoral hasta el volcán hermano,         
Como un cristo de piedra que esparce la simiente, 
En batalla sin tregua, en lucha permanente,       
Fue derramado sueños y esperanzas tu mano.         
                                                         
Hoy vives en el sueño, antiguo fruto oscuro,       
Y en la plaza de Izalco, indestructible, puro,     
Te hace flamear el viento como bandera en alto.   
                                                         
Tu inefable presencia habita nuestra casa,         
Familiar y cercana, porque tu vieja raza           
Al esculpir tu nombre humanizó el basalto.

***

Pedro Geoffroy Rivas (Santa Ana, 1908 – San Salvador, 1979). Poeta, antropólogo y lingüista. Para Escobar Galindo, Pedro Geoffroy Rivas inaugura en El Salvador la «corriente política-ideológica» dentro de la poesía salvadoreña. Publicó, entre otros, Rumbo (1934); Canciones en el viento (1936); Sólo amor (1963); Yulcuitat (1965); Vida, pasión y muerte del anti-hombre (1977), el poema homónimo de este último libro es considerado uno de los pilares fundamentales de la poesía salvadoreña y del cual reproducimos un fragmento.

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