Considerado por la crítica internacional como uno de los artistas que ha trascendido las fronteras del arte principalmente porque su obra —cargada de humanismo e intelectualidad— explora no solo la condición humana sino sus propios y profundos dramas existenciales
Juan Carlos Rivas | Artista plástico, escritor y periodista
PRIMERA ENTREGA
El Espacio y el Tiempo nunca serán suficientes para hablar de la obra de César Menéndez, para entrar en el mundo de la psicología y la filosofía de uno de los máximos exponentes de la plástica salvadoreña en el contexto de los siglos XX y XXI.
Considerado por la crítica internacional como uno de los artistas que ha trascendido las fronteras del arte principalmente porque su obra —cargada de humanismo e intelectualidad— explora no solo la condición humana sino sus propios y profundos dramas existenciales, los cuales proyecta a través de sus emociones, conflictos, amores o pesadillas. No encuentro mejor manera que intentar descifrar su mundo a través de la filosofía del arte.
De acuerdo a las tesis de los más prominentes filósofos europeos que definen tanto la función del arte, la relación de este con la naturaleza y la del artista con la sociedad; hago referencia a una cita del filósofo, escritor, crítico literario y periodista ruso: Nikolai Chernyshevsky, cuando define —a través de los códigos morales de su época— que, no obstante «el signo característico general del arte que revela su esencia es la reproducción de la vida; las obras de arte suelen tener otro significado: la explicación de la vida que también a menudo son la evaluación de los fenómenos de la vida».
Por tanto, la significación fundamental del arte es la reproducción de todo aquello que interesa al hombre en la realidad. Pero quien se interese en los fenómenos de la vida no puede dejar de evaluarlos, consciente e inconscientemente, aunque lo deseara. Un poeta o un artista, ambos incapaces de dejar de ser humanos en general, no podría negarse a ofrecer su evaluación de lo que ha descrito, ella se revela en su obra, y esta es la nueva significación de las obras de arte las cuales se convierten en una de las actividades éticas del hombre.
Esto me lleva a enunciar a otro filósofo, lingüista, poeta y crítico literario ruso; Visarión Belinsky, quien propone que «cuando un artista habla de algo, no lo explica mediante conceptos sino mediante imágenes, pero sus imágenes son explicativas porque evitan lo fortuito y ofrecen solo aquello que es más importante». Esto lo podemos traducir como la esencia, el planteamiento estético, la idea, la filosofía propia. Aquí hablamos de los pintores como artistas e intelectuales, no de los pintores, porque hay que hacer una diferenciación para evitar caer en el error de conceptos. Y César Menéndez es un artista en todo el sentido de la palabra. Y es que solo el Artista (con mayúscula) a diferencia del pintor (es decir el creador de emociones e incluso imitador) vuelve más comprensibles los fenómenos de la existencia. Sobre todo, porque un artista legítimo está incorporado a la vida ideológica de su época si en realidad es un gran hombre. Aplicando la filosofía de Chernishevsky, la creación artística es una actividad moral.
La significación especial del arte reside en lo que hace afín a la actividad intelectual, con esto el arte logra su efecto más vigoroso, más genuino y más educativo. No obstante, según el filósofo ruso, los Ilustradores (la Ilustración es un movimiento cultural e intelectual europeo surgido a mediados del siglo XIX, y cuya finalidad era disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón) proponen que tampoco el arte debe considerarse más elevado que la realidad y por su parte se contente con su exaltada función: «ser un sustituto de la realidad en ausencia de esta, y ser un libro de texto de la vida para el hombre».
Para el también filósofo, escritor, sociólogo e historiador Gueorgui Plejánov, autor de obras como El arte y la vida social y El papel del individuo en la historia, «ser un libro de texto de la vida significa servir de desarrollo intelectual de la sociedad». En esto ve el Ilustrador la función principal del arte, y es válido también este planteamiento.
Según estos pensadores la intelectualidad avanzada puede hacer despertar y liberar a los pueblos. Y en este sentido la obra de César Menéndez —cargada de filosofía, psicoanálisis y ética— y apoyada en la simbología del expresionismo figurativo, el realismo mágico y la abstracción, también puede analizarse desde el punto de vista de los Ilustradores. Entonces su obra cumple el cometido de la intelectualidad y se convierte en un auténtico libro de la vida.
El arte es universal, por lo tanto, el Artista-pintor tiene las mismas interrogantes en cualquier rincón del mundo.
Entre el cielo y el infierno: la influencia de Francis Bacon
Definimos por ambivalencia a aquella condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas, a la coexistencia de dos sentimientos o emociones opuestos pero que en el contexto del arte se relacionan (intelectualmente) de manera pacífica y/o a veces complementaria pese a su naturaleza.
El pintor británico Francis Bacon (una de las principales influencias de Menéndez cuya obra está caracterizada por una gran ambigüedad en el plano intencional), acuñó su famosa frase: «Acaso algún día logre capturar un instante en toda su violencia y en toda su belleza».
Por tal razón, me atrevo a retomar y utilizar las definiciones otorgadas a la obra de Bacon que paralelamente reflejan, de igual manera, la fuerza y la creatividad de la obra de César: «original y provocativa», «compleja y contradictoria», «extraña e intensa», «auténtica e inquietante», «extremadamente subjetiva», «salvaje y humana». Esto en ningún momento significa una pérdida de autenticidad sino por el contrario reivindica la grandeza y el nivel de la obra conceptual del gran pintor salvadoreño.
Ambos artistas interpretan o reinterpretan el drama humano a través de la neofiguración —que es un movimiento artístico que se caracteriza por un volver a la pintura figurativa frente a la abstracción— muchas veces tratado de una manera informal y expresionista y traducido en otras, como una especie de «figuración narrativa».
Para el teórico y crítico español Dr. Roberto Sánchez Martín, especializado en arte contemporáneo (esta corriente supone una transición entre el informalismo y las posteriores tendencias pictóricas surgidas en la década del 50 del siglo pasado), puede considerarse «una transición con forma humana» la cual busca «una necesidad por concretar el entorno social del hombre, de configurarlo de alguna manera pero sin renunciar a los hallazgos plásticos del informalismo».
Esta corriente se enmarcó en un sentido de denuncia social en la que se adoptaron formas orgánicas deformes y monstruosas, siendo su principal figura y pionero nada menos que Francis Bacon. Así el gran artista británico tradujo su visión del drama humano a través de la neofiguración deformada cuyas figuras expresaron aislamiento, terror, violencia y angustia hasta el punto de llegar a sugerir experiencias opresivas y abarcando los espacios como prolongación de sí mismas.
Esta utilización del espacio se percibe en las escenas de Menéndez, tanto en las figuras como entre las partes de una misma, solo que con un tratamiento más sutil, bello y colorido pese a tener —la mayoría— un aura de penumbras. Al igual que Bacon, «la espacialidad no es tanto de posición sino de situación, de un desarrollo de sus acciones», pues en ambos pintores podemos apreciar la acción y los movimientos del cuerpo que es donde mejor se satisface la espacialidad de los mismos.
No obstante, dentro de la concepción modernista de su obra —en el contexto de la nueva figuración— su versión cambia, se transforma de lo figurativo a lo abstracto y de este a su propio figurativo-abstracto donde resalta «un color salvadoreño», y a la vez un claroscuro un tanto Goyesco pero enmarcado en nuestra historia: colonial, trágica, represiva, como resultado de un proceso de conquista que influyó y sigue influyendo en nuestra razón de ser. La obra de arte refleja eso, nuestra propia cosmovisión hurtada, «entonces tenemos nuestro propio color en el alma» —dice el pintor— «llevamos esa forma en el alma, aunque la queramos negar». Pero al mismo tiempo, que la obra refleja el drama de la cotidianeidad y la historia, es decir, lo humano, lo antropológico, sociológico y sicológico, ya que hay una pasión inminente, es esta pasión la que lo obliga a crear independientemente del estado anímico. Esa es la esencia del arte. La concepción filosófica-moralista, la formación, un todo junto que viene a apoyar esa pasión necesaria.
Por eso es claro en subrayar que «Si no está pasando nada de esto, nada existe. Nada me está llamando a la tela. A veces pinto con dolor, físico, espiritual, pero no pinto por pintar. Eso es un pecado. Pintar por pintar es estar en el vacío total. No resulta. Por otra parte, la belleza es un valor relativo; la supuesta musa —que existe— puede ser un objeto, una mujer fea te puede producir orgasmo. El arte es así definitivamente».
«Tengo muy claras las palabras de Nietzsche cuando dice: «nada hace más daño a la música que una dulce melodía». En la pintura pasa lo mismo. Entonces no podés estar condicionado a un canon, a una ley. La idea de un artista es romper cánones, estructuras ya marcadas por una sociedad. Un rompimiento que tiene que venir del alma, del corazón, de una mente controlada, de un pensamiento, de una base cultural importante para que se pueda producir buen arte». Una producción que conlleva años de estudio, sufrimientos, práctica y formación.
Además del dominio de la figura, el retrato, el dibujo a carboncillo, César estudió también materias como «Teoría de la comunicación», «Sociología del arte» y «Teoría plástica y lingüística» las cuales le permitieron reforzar sus dones naturales de comunicador. Es así como a través de la introspección enmarca el drama existencial dentro de todo un proceso creativo; trascendiendo la neofiguración misma al abarcar otros campos como el surrealismo y en consecuencia el realismo mágico.
Entonces entramos en otra realidad, la filosofía personal cargada de una exacta y representativa dosis de infierno y paraíso. Es en este momento cuando profesa que la ubicación del arte en la sociedad tiene que estar combinada «dialécticamente» con «la fenomenología de las costumbres, el idioma y el pensar de las masas» (Astrid Bahamond, Procesos del arte, Dirección de Publicaciones e Impresos, 2005).
El arte es el ser humano en sí
Dice el maestro que, para él, «el arte es poética». Pero esa poética nace junto con la sociedad, definitivamente es parte de la historia del ser humano, sus luchas, sus guerras, sus amarguras o sus derrotas en todos los aspectos de esa colectividad. Por eso el arte será siempre social ya sea producto de la imaginación o de las concepciones abstractas o realistas del pintor como pensador. Y ya que todos (los artistas) estamos involucrados de manera directa en esa cotidianeidad, «tenemos un producto expresivo, gestual, que narra nuestra condición social, política, económica, etc. Todo está unido. Somos uno. Entonces es innegable que cuando se quiere negar la existencia de un arte se cae en lo absurdo definitivamente. Los artistas estamos ofreciendo nuestro mundo, nuestra realidad filtrada a los procesos creativos. No somos ajenos definitivamente. No estamos aislados, ya que el arte no muere, se transforma. El arte es el ser humano en sí».
Sin embargo, pese a ser parte importante o mejor dicho, vital, de la sociedad, tanto el arte como el artista aún siguen resistiendo el desprecio de los gobiernos y la sociedad misma: «Mientras los gobiernos nos ignoran siguen con la idea de que los artistas somos locos, muertos de hambre, etc. Y esto se debe a que no existe un estudio completo e importante de los comportamientos sociales a través del tiempo. Un estudio que refleje nuestra problemática de vida como salvadoreños. ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos? ¿Qué necesita un salvadoreño además de lo económico o lo espiritual? Todo aquello que está relacionado a una base cultural importante y de ahí partir hacia una manera de estimular y seguir estimulando los procesos que beneficien a la cultura, pero con calidad».
Entonces entramos en el campo de las políticas culturales, un análisis que también debe ser enfocado con la filosofía, la sicología y la antropología, «En este país cuando mencionamos políticas culturales nos imaginamos un proyecto cultural global donde hay un estudio de toda la base de vida de una nación. Pero eso no existe. ¿Dónde están las políticas culturales? No las veo. Siempre ponen de excusa que es a mediano y largo plazo. Cuando el gobierno de turno ya no existe y viene otro; se inventan otra cosa y desechan lo que había. Eso no es posible. Es como cambiarle piezas a un muñeco cada vez y lo que resulta es un muñeco interminable».
«¿Por qué hasta la fecha no se habla de la seguridad social para el artista? ¿O de un estímulo real para aquellos que han trascendido y que han dejado un aporte importante a la nación? Tenemos el caso de Salarrué, para estos gobiernos solo es una imagen turística, casi de souvenir. Fernando Llort, por ejemplo, también es visto de esa manera sin estudiar a profundidad lo que Fernando fue en su época y el aporte importante que dio al país. Política cultural no es solamente inventarse un paquete. Es un proyecto largo que tiene que ver hasta con aspectos lingüísticos, más allá de una historia cruel como la salvadoreña. Más allá de la violencia y más allá del estudio real de la violencia actual; una violencia mental sumisa creada para seguir dominando el pensamiento del ciudadano».
Concluye que las políticas culturales son una cuestión muy delicada y que el arte está ahí, inmerso. No se trata entonces solo de educación o construcción de talleres y academias es algo más complejo, «la formación es importante, pero con mucho cuidado, puede haber mala formación. Yo pienso mucho en eso. Necesitamos una educación con una visión más científica en torno a un desarrollo social más a profundidad. El Bachillerato en Artes de mi época [década de los 70] tuvo esa visión. Una visión muy distinta y muy elevada debido a un rompimiento radical como lo fue la reforma educativa de ese momento, donde todos los procesos educativos y culturales convergen hacia un punto en común. Tanto esa reforma como el proyecto del Bachillerato en Artes, hasta la fecha, no han sido superados».
Conclusión
En 1994 fue condecorado con la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Caballero por el Ministerio de Cultura de Francia, se la dieron por la contribución que ha aportado al esplendor de las artes y las letras en Francia y el mundo. Este es uno de los muchos y merecidos reconocimientos que le han posibilitado continuar retratando el drama humano con el fin de «escribir» o narrar esa lección, que a la vez nos permite —al resto de mortales— evolucionar y entender que solo la libertad, la cultura, la paz y la convivencia pueden construir la mejor patria.
Hace poco César escribió que «me vine al mar para hacerle muchas preguntas, espero respuestas pronto. Siempre lo hice toda mi vida y siempre obtuve señales ocultas para el espíritu. También para un alma triste que se resiste al caos y el olvido…»
Esta inquietud —que habla de la templanza y que solo la brinda el libro de la vida y el cual César colorea— nos indica el camino despejado por el cual transitar ya que solo en sus senderos encontraremos las respuestas. Ese mundo se llama «Arte», y se accede a él por medio de la espiritualidad, es decir, abriendo la puerta del corazón, la libertad, el intelecto, el entendimiento e incluso la incertidumbre. Pues en este mundo caótico todos somos un grito, y es el Artista-pintor con su misticismo quien colorea día a día nuestras almas y voces desesperadas…
Excelete texto, muy descriptivo y orientativo, porque además de ubicar a César en la maraña de tendencias contemporáneas del arte, lo hace a partir de lo que precisamente la obra y el personaje son, es decir, a través de su obra descubrimos las nuevas tendencias, por lo que se reconoce su aporte en el desarrollo del arte a partir de abrir brechas y romper paradigmas. Esto es lo que precisamente le da a César la condición de grande en la plástica internacional, no sólo un hábil pintor y dibujante, sino un pensador divergente y quizás propositivo. Estos textos son importantes para aquellos que amamos el arte y el desarrollo cultural nacional, porque nos da luz en esta sociedad tan oscuara donde solamente el mercado valora una obra a partir de su precio y no su valor. Gracias Juan Carlos..
Con cuidado extremo, como lo hace un experto cirujano, Juan Carlos no solo hace una disección de la obra del pintor, sino también del hombre, que en su metamorfosis, cual pesadilla kafkiana, lucha por plasmar sobre el blanco lienzo, la oscuridad de sus temores, la pugna de sus conflictos y la lucha con sus emociones, en un mundo ambivalente que revuelca cielos con infiernos, pues crear una obra como expresión artística, es un acto de exorcismo que expulsa de lo más hondo de su ser, la belleza en su concepto más profundo.
He pasado horas, cual fantasma que traspasa las paredes, sentado y silencioso, hace varias décadas, en su taller de pintor, viendo esa mano que estruja trapos y desliza sobre sus pinturas, luego que los pinceles y las paletas han dado formas y luces, que es esa la parte del hombre, que en su oficio busca crear una obra que en su loca obsesión logra al fin crear, al pintor.
Gracias Cesar por ser mi amigo!
Jaime Arias: muy amable. Gracias.
No conocía de este artista pero me parece muy interesante, solo tengo una pequeña duda: sus pinturas mayormente se basan en temas como la muerte y tragedia?