(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex-patria)
Roque Dalton
La desigualdad, el desempleo, la inseguridad, la corrupción. Son muchos los flagelos que han golpeado históricamente a Centroamérica; y que, en los últimos años, han obligado a miles de familias pobres a migrar y autoexiliarse, ya no ocultos en camiones de transporte de vegetales, colgados de oxidados trenes o expuestos a la flagrante inmoralidad de los coyotes. Esta vez lo han hecho en caravanas, ante la desvergüenza de gobiernos incapaces, frente a los ojos del mundo, un mundo que cada vez normaliza la represión y el éxodo en esta región olvidada por Dios y los países poderosos.
La falta de acceso a los servicios universales de salud, educación y seguridad, entre otros, y una insoslayable hambruna en los estratos más pobres del istmo exponen a la muerte a miles de personas en su intento de alcanzar el sueño de ‘una tierra llena de oportunidades’ o de reencontrarse con familiares que cruzaron las fronteras tiempo atrás. A todos estos males, se le suma la pandemia de la COVID-19, cuyo impacto profundiza problemáticas como las antes mencionadas.
Debido a la normalización de la violencia social, a la ausencia de voluntad política en el combate a la corrupción y la impunidad, y a la falta de implementación de políticas públicas para evitar la migración, se atenta en contra de los principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la cual establece que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros»; y que «toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado»; además de que «toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país». (Artículo 1; Artículo 13, numerales 1 y 2, respectivamente.)
Solo El Salvador tiene ─según las cifras oficiales de la Organización de las Naciones Unidas─ 1.600.739 nacionales en el exterior, equivalente al 24,1 % de su población total. De igual forma, guatemaltecos y hondureños tienen, en la diáspora, un significativo número de compatriotas. Esta migración provoca que, más allá del aporte de estos a sus respectivas economías, también se produzca un desconocimiento real de las políticas internas y un distanciamiento de la realidad social en sus tierras de origen.
Esta realidad no es ajena a los artistas, escritores, analistas y académicos, quienes, desde diversos géneros, han profundizado en la verdad, tanto que los conmueve y los obliga a dejar constancia de los sucesos de estos tiempos con valiente actitud y compromiso.
En esta edición de El Escarabajo compartimos narrativa, columnas de opinión y poemas que tocan el tema de la migración; en este éxodo en el que nos vamos todos.
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El análisis ya no es tan simple, seguir aferrados al desempleo y la pobreza como principales causas de la migración nos deja un poco fuera de contexto…