Titulamos este especial sobre poesía y migración con un verso del poeta mexicano Balam Rodrigo, de su Libro centroamericano de los muertos, Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (2018), que, a su vez, es una paráfrasis de Vamos patria a caminar, yo te acompaño, el poema y verso más celebrados del escritor guatemalteco Otto René Castillo. Asimismo, nuestro editorial lo titulamos «País mío no existes» en honor a Roque Dalton y su famoso verso del poema «El gran despecho», donde el poeta salvadoreño sentencia que por expatriado yo/ tú eres/ expatria; versos que resonaron en miles de compatriotas durante el 2020 por haberse quedado varados en el extranjero durante la peor época de la pandemia por el coronavirus.
Poetas de Mesoamérica ─quizás la región que más movilidad y migración sufre en todo el continente americano debido a sus enormes desigualdades, su pobreza y su violencia social─ robustecen este especial.
Las temáticas de la poesía son universales: el amor, la soledad, el odio, el dolor, la locura, las guerras. Pero cada cierto tiempo surgen otras que invaden, como grandes olas, la conciencia del poeta. Es natural. El poeta es, a su vez, atemporal e hijo de su tiempo. Y, como todo buen hijo, registra la realidad que lo circunda y lo conmueve.
Presentamos una selección poética sobre la migración, un fenómeno que ha desnudado por completo el «exitoso» fracaso de nuestros países mesoamericanos en elevar la calidad de vida de sus pueblos. Poetas de Mesoamérica, representativos de sus respectivos países, nos proyectan su mirada sobre la problemática migratoria desde la imagen y la metáfora; las mejores herramientas de la palabra para exponer la realidad.
Balam Rodrigo y Chary Gumeta (México), Fabricio Estrada (Honduras), Daniel Matul (Guatemala-Costa Rica), Guillermo Acuña (Costa Rica), Lauri García Dueñas, Luis Borja, Vladimir Amaya, Alfonso Fajardo, William Alfaro y Roque Dalton (El Salvador) nos brindan sus visiones sobre la migración, sobre las caravanas de migrantes, sobre el dolor que significa dejarlo todo por la incertidumbre. Después de todo, la incertidumbre es mejor que la «seguridad» de lo que dejan: la pobreza, la persecución de las pandillas, la total ausencia de oportunidades para tener una vida digna.
La migración es un derecho, pero se vuelve una pesadilla cuando los mismos Estados, que asfixian a sus compatriotas, los obligan a quedarse en los infiernos de sus hogares.
Reflexionemos, pues, sobre este especial de poesía sobre migración.
BALAM RODRIGO
Sermón del migrante (bajo una ceiba)
Declaro: Que mi amor a Centroamérica muere conmigo.
Francisco Morazán
Y Dios también estaba en exilio, migrando sin término;
viajaba montado en La Bestia y no había sufrido crucifixión
sino mutilación de piernas, brazos, mudo y cenizo todo Él
mientras caía en cruz desde lo alto de los cielos,
arrojado por los malandros desde las negras nubes del tren,
desde góndolas y vagones laberínticos, sin fin;
y vi claro como sus costillas eran atravesadas
por la lanza circular de los coyotes, por la culata de los policías,
por la bayoneta de los militares, por la lengua en extorsión
de los narcos, y era su sufrimiento tan grande
como el de todos los migrantes juntos, es decir,
el dolor de cualquiera; antes, mientras estaba Él en Centroamérica,
esa pequeña Belén hundida en la esquina rota del mundo,
nos decía en su sermón del domingo, mientras bautizaba
a los desterrados, a los expatriados, a los sin tierra,
a los pobres, en las aguas del agonizante río Lempa:
«el que quiera seguirme a Estados Unidos,
que deje a su familia y abandone las maras, la violencia,
el hambre, la miseria, que olvide a los infames
caciques y oligarcas de Centroamérica, y sígame»;
y aún mientras caía, antes aún de las mutilaciones,
antes de que lo llevaran al forense hecho pedazos
para ser enterrado en una fosa común como a cualquier otro
centroamericano, como a los cientos de migrantes
que cada año mueren asesinados en México,
mientras caía con los brazos y las piernas en forma de cruz,
antes de llegar al suelo, a las vías, antes de cortar Su carne
las cuadrigas de acero y los caballos de óxido de La Bestia,
antes de que Su bendita sangre tiñera las varias coronas de espinas
que ruedan sobre los rieles clavados con huesos
a la espalda del Imperio Mexica, el Señor recordó en visiones
a su discípulo Francisco Morazán y le dio un beso en la mejilla,
y tomó un puñado de tierra centroamericana y ungió con ella
su corazón y su lengua, y recordó que Morazán le preguntó una vez,
mientras yacían bajo la sombra de una ceiba,
aquella en la que había hecho el milagro de multiplicar el aguardiente
y las tortillas: «¿Maestro, qué debemos hacer si nos detienen
y nos deportan?» a lo que Él respondió: «deben migrar setenta
veces siete, y si ellos les piden los dólares y los vuelven a deportar,
denles todo, la capa, la mochila, la botella de agua, los zapatos,
y sacudan el polvo de sus pies, y vuelvan a migrar nuevamente
de Centroamérica y de México, sin voltear a ver más nunca, atrás…».
Habla Otto René Castillo
Vámonos patria a migrar, yo te acompaño.
De la provincia de Cuzcatán e Villa de Sant Salvador
16°07’12.1″N 93°48’11.7″W — (Tonalá, Chiapas)
Tengo 11 años, ahora y para siempre.
Nací en el Barrio FendeSal de Soyapango,
cerca de San Salvador, pero a mí nadie,
nunca, me salvó.
Mi padre fue asesinado por pandilleros
de la Mara Salvatrucha,
le quitaron una soda y una cora; no tenía más,
ganaba tres dólares al día en el vertedero.
Yo le ayudaba jalando el carro
y a veces encontrábamos comida
en las bolsas de desechos que llegaban de Metrocentro
y regresábamos contentos a la casa.
Huí de Soyapango con Pablo, de quince años,
mi amigo de la calle.
Quería ser futbolista como yo y jugar
en la Selecta, iríamos a la MLS a probar suerte,
por eso intentamos llegar a Estados Unidos,
en donde hay más dólares que pandillas.
En un local de tortas mexicanas,
en Coatepeque, Guatemala, miré en la tele
un bárbaro documental sobre el Mágico González:
jugando para el mejor Cádiz de la historia
le metió dos goles al Barcelona
el año en que nació mi padre: 1984;
lloré de la emoción.
Dos días hasta llegar a la frontera con México;
atravesamos el río y subimos al tren La Bestia
adelante de Tecún, en Ciudad Hidalgo.
Antes de Arriaga me quedé dormido
y todavía sigo cayendo.
Llevaré para siempre, como el Mágico,
un 11 tatuado en la espalda;
quizá por el número de bolsas en que guardaron,
todo partido, mi cuerpo;
tal vez porque traía puesta la camisa de la Selecta
con la misma cifra o porque la muerte lleva
el 11 infinito de las vías del tren grabado en el vientre.
Antes de caer, Pablo me contó este sueño:
Veía yo a Roque Dalton levantarse de entre los vivos
y venir de nuevo al mundo de los muertos.
A su diestra, el Mágico González driblaba a la muerte
y le hacía la «culebrita macheteada»
pateando cabezas decapitadas de pandilleros cuscatlecos,
haciéndole tremendo caño entre las piernas.
El estadio Flor Blanca estaba lleno, había un velorio inmenso
donde la muchedumbre velaba a los migrantes muertos.
Sé que Dios juega futbol allá en el cielo.
Pero aún no quiero estar en su equipo.
Me quedaré esperando en la banca
hasta que me llamen, sonriendo,
mi amigo Pablo y el Mágico González
para jugar con ellos.
Félix
Era del corazón de Santa Ana, El Salvador, Félix.
Fue el primer salvadoreño que conocí
y del que guardo su imagen astillada en espejos.
Vivió algún tiempo en nuestra casa de alquiler,
erguida con humo a orillas de la Ciudad de México,
en una colonia sucia y torcida como una maqueta escolar
roída por las polillas —humanas—
y con ese aire de proyecto sin terminar,
bordeada hasta el día de hoy por la tinta negra
de un canal que atraviesa el aire
con el filo de su hedor a mierda líquida.
Era la populosa y pandillera Nueva Atzacoalco
a finales de los años setenta.
A Félix lo recuerdo alto, blanco, de bigote oscuro.
Ayudaba a mi padre a vender sus cajas de metal
en los comercios, en las fábricas;
gastaban la lengua negra de sus únicos zapatos
en aquellas calles trazadas por el polvo y el asfalto
en el oriente indómito de la urbe.
Era tacaño, quizá más que Ebenezer Scrooge,
pero no tan flaco como ese viejo anglicano soñado por Dickens
y que conocí en las ilustraciones
de los Clásicos Juveniles de la Editorial Posada,
antes de que a mi padre le alcanzara la plata
para comprarme libros.
Félix había sufrido la miseria y la guerra civil en El Salvador,
y ahora que tenía pesos en los dos bolsillos del pantalón
procuraba gastar sólo un puñado.
Comía tacos de plátano y un plato de frijoles al día,
lo que hacía rabiar a su mujer, también salvadoreña
y más flaca que la ración de Félix.
Un día lo asaltaron, y los ladrones le devolvieron
la miseria en un solo pago:
llevaba consigo todos los ahorros de su corta vida en México.
Pero no aprendió, maldijo y gritaba
que este país al que había llegado
era más feo que Santa Ana e incluso más pobre.
Creo que tenía razón.
Sin embargo, mi padre lo llevó a Plaza Satélite,
un burdo anillo de oro labrado en medio
del mierdero citadino.
Al caminar entre los fastuosos aparadores,
Félix se hincó a llorar, dijo que no podía creer
el contraste que veían sus ojos.
«Será peor en Estados Unidos,
así que vete acostumbrando:
allá los ricos y los pobres lloran en dólares»,
le dijo mi padre.
Al regreso, Félix llevó a su mujer a un restaurante,
pidieron un bistec y ahorraron lo suficiente
para viajar a Estados Unidos. Eso recuerdo.
Eran los años setenta, cuando todavía les decían mojados
a todos los migrantes, incluso a los centroamericanos.
No sé qué será de Félix, de su mujer; es posible
que los dos hayan cruzado al otro lado sin contratiempos.
Es posible también que sus hijos sean gringos
y ya no coman tacos de plátano,
ni puñados de frijoles negros.
Sin embargo, cada vez que estoy en una plaza comercial
llena de aparadores y vitrinas, me siento ajeno
y sufro las mismas náuseas que Félix:
me dan ganas de vomitar sobre los cristales limpios,
transparentes, donde se exhibe la miseria del mundo.
Balam Rodrigo (México, 1974). Poeta y narrador. Licenciado en Biología por la Facultad de Ciencias de la UNAM. Estudió la Maestría en Ciencias Biológicas y un diplomado en Teología Pastoral. Ha ganado la mayoría de los premios más importantes de poesía en México y su obra está registrada en múltiples antologías en el continente. Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018, gracias al Libro centroamericano de los muertos.
CHARY GUMETA
Ilegal
Para mis hermanos de Centroamérica
que van tras las huellas del mundo
Antes de cruzar la frontera
antes de poner un pie en ese territorio de tinieblas
te daré un beso como muestra de amor
y te diré como aprendí a amarte
bajo las sombras de los árboles
en nuestro lejano Quezaltepeque.
Una vez que nos pegue el viento extranjero
dejaremos que nos devore el humo y el ruido
de ese animal maldito,
y si todavía estamos juntos
cerraremos los ojos
y haremos de cuenta
que estamos soñando.
(Del libro Despatriados/Exilied, Artepoética Press Inc., USA, 2020)
En la frontera. El infierno
Pensativa,
con las manos sobre el rostro,
ocupa una silla en la estación de autobuses;
el desamparo muerde temeroso a la soledad
la mudez acalla todo sonido del instante.
La Ciudad de Tecún Umán la observa
como un animalito extraño
que se ha perdido en la maleza;
los comerciantes con ojos titilantes
engullen su juventud.
Es difícil pasar desapercibida
cuando eres canche
en un bosque de pieles humeantes
quemadas por el sol.
Me acerco despacio, con pasos lentos:
no quiero asustarla;
me siento a su lado, junto a sus cosas.
Las retira y las pone debajo de sus pies.
Hurgo en mi bolsa y se cae todo su contenido.
Amable me ayuda a recoger.
Muchas gracias, soy una bereca.
No tenga pena
¿De dónde venís vos?
Vengo de Cojutepeque, de El Salvador.
¿Adónde vas?
No sé. Salí de mi casa antier.
Un chero me ayudó a huir de mi padrastro.
Abusaba de mí.
Llegué a San Salvador y fui a ver a mi tía.
Ella me compró un pasaje
para viajar hasta esta frontera;
como no traigo papeles el Tica Bus me bajó en El Carmen.
Tenía la esperanza de poder cruzar y subirme al tren.
No puedo regresar, tal vez a Ciudad Guatemala,
pero no conozco a nadie.
La miré con agudeza:
quería saber si desnuda con las palabras
la verdad que se esconde en sus ojos.
Es muy joven; aún se atisban rasgos de niña
en su cara pálida de virgen mancillada por el tiempo.
Su edad no le permite advertir los peligros de la aventura,
mucho menos ver el centellear de las cuencas lascivas y lumbrosas
de los esbirros de Satanás que proliferan en esas tinieblas.
Escurro mi vista sigilosa sobre el páramo adyacente.
Espero que los cancerberos
no tengan interés por la presa
y sobrepasemos el quicio del riesgo
que nos separa de la puerta.
Le digo que me escuche atentamente:
Estás en peligro, a punto de ser arrojada
a un infierno peor al que tenías en casa;
agarrá mi bolsa y yo cargaré tu mochila,
te llevaré a la Casa del Migrante.
No voltiés, solo caminá junto a mí
Bajo el ocaso luminoso
salimos a esa falsa ciudad
con rumbo al refugio prometido;
atravesamos no la Frontera
sino la calle vestida de basura,
tiendas de paca y cantinas,
donde la lujuria camina desnuda
apoderándose de cuerpos y de edades.
Llegamos a su nuevo hogar.
Le hago recomendaciones,
hablo de la maldad de la gente,
de los diablos que tienen infiernos, lupanares
atestados de niñas como ella.
La abrazo, efusiva,
como si esa patoja fuera mí familia.
Empieza la lluvia
¿Qué putas hago yo mojándome con esta tormenta?
Esas tempestades jamás dejaran de caer.
(Del libro Llévate los sueños, déjame los recuerdos, Coneculta-Chiapas, Secretería de Cultura, México, 2020)
Chary Gumeta (Chiapas, México, 1962) Poeta y promotora cultural de Arte y Literatura. Ha publicado libros de poesía y de investigación histórica regional. Sus últimas publicaciones: También en el sur se matan palomas (Edit. La Raíz Invertida, Colombia, 2019) y Gotas de un destello (Ángeles del Papel Editores, Perú, 2020). Ha participado en antologías, festivales y ferias de libros nacionales e internacionales. Sus textos de la antología Voces de América Latina (Edit MediaIsla, USA., 2016) son parte de la cátedra de Literatura en la Universidad Hunter College of New York. Ha recibido varios reconocimientos por su trayectoria. En el 2020 su libro Llévate los sueños, déjame los recuerdos, fue ganador del fondo editorial de la Dirección de Publicaciones del Coneculta-Chiapas, Secretaría de Cultura. Crea y dirige el fanzine YOMORAM JAYATZAME que promueve la literatura hecha por mujeres. Coordina el Festival Internacional de Poesía Contemporánea San Cristóbal y el Festival Multidisciplinario Proyecto Posh.
FABRICIO ESTRADA
Decreto
Vinieron por las muletas.
Ningún lisiado de pie en la mañana. Todos reptando.
El decreto se dio en la madrugada:
corten, derriben, denle vacío a toda esperanza.
Vinieron por las ropas.
Todos desnudos y reptando.
El decreto fue leído en cada esquina:
que venga el frío a cebarse con nosotros.
Qué fronteras tiene lo que se mueve
lo que vuelve
nada
lo que se marcha
nada
lo que se mueve y lleva las fronteras a cuestas
lo que se agolpa
lo que empuja nada
frontera que tiene ojos
boca y latidos
que comen paisajes que come maizales
que comen sangre
con el otro estomago del hambre descrita
en los manuales
del inversor del funcionario del policía del sacerdote apaciguador
los otros ojos del desvelo porque mañana se debe el impuesto de guerra
y hasta el voto y las patadas de la tropa frenética
llevan
hasta el peluche que calma a la hija
la nana-himno silbada con la boca seca
las cornucopias mal atornilladas y sus frutos pútridos
la lluvia a la que disparan los soldados borrachos
van moviéndose como cardumen alevoso
para romper todas las redes con sus vocablos de pájaro nuevo
con su nube de comic sobre sus cabezas
para escribirles para colorear para imaginar
lo que dicen
mientras rompen cada pluma de aduana
y se beben de un solo trago el bloque de nieve de una bandera
que se derrite
que se vuelve abrigo en los desiertos
venda para torniquete luego de la mordida infecta de la bestia
cuando solo se ofrece la chaqueta de bronce de los próceres
la ostia solar en el horizonte de la misa
las ciudades que de lejos son cajas de munición
cajas de muertos
cajas para meter la ropa en la mudanza
para acunar al pequeño Moisés
que no avanzará ni cuatro metros sobre el río
y que habrá que buscar entre el plástico del golfo
llevan
todas las fronteras desmanteladas
y donde se detienen
fundan un país fácil de invadir
siempre con un nombre diferente con un rostro diferente
que se agolpa como un caballo hecho de pasaportes vencidos
de mochilas de tambos de agua de latas de sardina
y ni Casandra ni Lacoonte
ni Moctezuma
ni Elempira que jura por cada venado que salta como presagio
ni la baraja de la santera
por más qué se revuelva al derecho y al revés
sabrán que se hizo de pronto tanta gente desaparecida
que fue noticia hoy
y que mañana andará invisible entre el Arizona
y los bosques más fríos de Vermont.
Y pasaron ríos y puentes
casas transparentes
emblemas y consignas
pasaron autobuses repletos de indocumentados
balsas a la deriva
todos ahogándose
pasaron
arrastrados por el huracán y el Golpe
He quedado en los ojos
de un cadáver que se hunde
y por encima de mis hombros
el muerto ve una bandera cubriendo las casas
como una tormenta que se forma y deforma
y baja como guillotina
las casas cortadas limpiamente
y el tajo ofreciendo
las miniaturas del rencor
y la mansedumbre
Ríos que fueron puentes
puentes que fueron ríos.
Fabricio Estrada (Honduras, 1974). Sus poemas aparecen en antologías iberoamericanas e inglesas. Ha participado por Honduras en diversos festivales internacionales. Prepara la publicación de su narrativa. Sus artículos de opinión han sido publicados en revistas impresas y on line de Iberoamérica. Integró el Taller de Poesía Casa Tomada (1993-1996) Teg.; Miembro Fundador del Colectivo de Poetas Paíspoesible, Teg. (2004-2008); Miembro Fundador de Artistas en Resistencia, Teg. (2009-2011), Primer Lugar del Premio Nacional de Poesía de Los Confines, Honduras 2017. Ha sido traducido parcialmente al inglés, sueco, árabe, portugués e italiano.
Es autor, entre otros títulos, de Sextos de Lluvia, 1998; Solares, 2004; Imposible un ángel (antología) 2005; Blancas Piranhas, 2011; Sur del mediodía, 2013 (México -Costa Rica); Blake muere en París a causa de un paparazzo (antología personal) 2018 (Puerto Rico); Osos que regresan a la radioactiva soledad de Chernobil, 2019 (Uruguay); Piedra boomerang, 2019 (México). Como fotógrafo ha participado en varias exposiciones colectivas. Es blogger y poadcaster de «Bitácora del Párvulo» y «Paísfotogénico.blogspot.com». Actualmente reside en Puerto Rico.
DANIEL MATUL ROMERO
En autobús
Al dejar el país lo dibujaste en una piedra y, dulcemente, lo pusiste en la maleta. Al dejar el país, me llamaste, me leíste la última carta y el autobús, que me llevó a la frontera, se deshizo entre mi alma.
Memoria
Me quitaré el calzado porque la noche es dulce. Hablaré despacio el oscuro lenguaje de tu pelo. Probaré agua fría de tu cuerpo; hasta volverme aire, vapor, campanada de humo, transpiración, de la tierra. Viajar, es tan solo, memoria de mi pasado.
Del libro, Noche de ronda, Editorial Costa Rica, 2012.
Daniel Matul Romero (Guatemala-Costa Rica). Primer Lugar en el Certamen de Poesía Omar Dengo, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional (1995). Premio Iberoamericano de Poesía, Editorial Ópera Prima, España (1997). Premio Único de Poesía de los Juegos Florales Hispanoamericanos de la Ciudad de Quetzaltenango, Guatemala (2009). Primer lugar del XII Concurso Literario de Poesía Gonzalo Rojas Pizarro, Lebu, Chile (2014). Primer lugar del Certamen Internacional En Honor a la Palabra, Quequén, Argentina (2017). Primer Lugar en el Concurso Internacional Luis Cardoza y Aragón, Antigua, Guatemala (2017). Segundo Premio del XIII Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía y Cuento Corto, Cali, Colombia (2017). Mención de honor en el Primer Concurso Internacional de Poesía Arturo Cuadrado, Montevideo, Uruguay (2018). Ha publicado Efectos secundarios (Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2007); Noche de ronda (Editorial Costa Rica, 2012); Cuatro caminos (Metáfora Editores, 2012); La chumpa roja (Metáfora Editores, 2015); Solentiname (Editorial de Costa Rica, 2017); Tratado elemental sobre la composición de las cosas (Litamorphosis, España, 2019).
Niña con globo
Niña con globo es un mural realizado por el artista del graffiti Banksy. El mural representa a una niña dejando ir un globo rojo en forma de corazón. Banksy uso una variante de esta imagen en su campaña de 2014 en apoyo a los refugiados sirios. El 11 de octubre de 2018, durante una subasta, la obra fue triturada. Aun así la obra fue subastada por 1.04 millones.
El amor frisa
la palabra
el barro primero.
Hay sol al otro lado,
estaciona,
Independencia,
alecciona la oscuridad.
Muñecas
ojos de almendra
caminan.
No paran.
Caminan.
Caminan.
recortan jazmines,
escuchan la parábola
de la madera,
nada dicen,
Caminan.
Alumbran la ternura
en sus orillas
Y la cruzan
con toda infusión.
Hay testigos
saben sus nombres
tatuados, borrados, idos.
No vuelven más
a la huella
del principio,
Son el principio.
Que fácil era
jugar a la alegria
cuando no se tenía miedo.
El amor es el miedo
Al agua que corta,
el río sin memoria
dicho en otra voz,
el vallado sin puerta
la soledad en las Marionetas
Con pasaportes
pero sin padres
sin juegos
el almacigo del dolor
Desperdigado como suelo.
Sobre ese suelo se camina con furia.
Desde que la luz
es luz
está al otro lado
en globos
con niños abrazados
a sus cinturas,
al humo donde ondula la piel
y lo devuelve
en aves migratorias
Que hacen su último viaje.
El aire mueve sus hilos.
El amor tritura
Clama.
Cada palabra un paso,
una bala,
el ángel con alas grandes
pero cerradas.
Niñas con jazmines
corren
despavoridas
hacia la claridad
de las espinas.
¿Es esa la aureola de su voz?
La ronda tiovivo
manda clausurar
Todas las dudas
del gendarme
Y su frontera.
¿Qué hay
al otro lado?
Luz
acaso luz,
la pronta
travesía
del helio
y sus ásperas
resistencias.
Estos tiempos, Fermina
A pesar de vos, de tus humos milenarios escondiendo en tus piernas mi pasaporte, mis visas húmedas, mi permiso para saciarme en todas las fronteras en las que el cólera se dibuja. A pesar de eso: cruzo todos los decretos. Vos, Fermina, no podés diferenciar el dibujo del lápiz, pero te quedas tatuada con increíble religión que desconozco. Estos tiempos, Fermina,en que volvemos a ser niños escondiéndonos del miedo, no son para nosotros. Tratamos de alcanzar las herramientas para el pan, de puntillas y con las yemas de los dedos. Alli están todas las preguntas, todas las formas posibles de la fe y en ella vos y yo, gerenciando el amor, curándonos con cuánto alcohol venga en los vinos que abrimos sin darnos cuenta. Fermina: el cólera se propaga y yo estoy lejos, a fronteras de tu incienso. Y dicen que no es cólera, Fermina. O al menos eso vociferan las noticias. Yo que se. Hoy pasé de lejos tantas lineas divisorias, tantas historias Fermina. Hay amagos tan contundentes como los que vivimos y sus altos vuelos. Estos tiempos, Fermina amada, son para que el amor florezca en cosas como cactus o estaciones de bus. Yo voy a los segundos, a esperarte.
Spot the Station
I
Huelo las capas altas
del polvo
rasgo su morfología
en permanencia
donde degradan
color,
lo vuelven
sitio.
Ahí debutan
ciertas banderas
al encontrar la palabra.
Archivo la luz
creo en las vasijas
donde están todos
mis muertos.
Escribo en cualquier parte
con letra pequeña:
vamos a pulsar
el segundo.
Empezar de cero.
II
Un viejo baúl
pasa encima
de los días.
Descubro sus estelas.
Tiene consistencia de sal
se desparrama
como abalorio
en una cara pequeña,
como nota aguda
de una vieja casetera
sonando los sultanes del suing.
Ese ronco artefacto
Serpentea
su plasma,
trae vértigo
decreto
como política
de la usura
urgido
a perder
algo más
que el equilibrio.
III
Alguien pule
sus vidrieras
Allí estamos
En la hora
Del Darién
Xecul en llamas
El bulevar Suyapa
Quieto y ahogado.
desde aquí
todos son cuerpos
anchísimos
Caderudos
Serenos.
Alguien asoma
sus orejas al caracol
suenan mares
Inmensos,
solos.
Se empañan amaneceres
Y la gente sale
de sus sigilos
con su vida a otra parte.
A esta hora
alguien más
sacude
ventanal
Para ver pasar
los siglos.
Centroamérica
es un punto
en el vidrio
un inmenso
mural en acuarela.
El mapa vuelto Luz.
XII
Avistamiento. Un concierto de cisnes de madera hacen su danza bailando en círculos. Cada uno en candencia directa con los vientos cruzados que parten la frontera y la vuelven acaso un dato en la estadística de las continuidades. Los cisnes retozan, salpican, se divierten. Se posan suavemente en las estancias irreductibles de tierra firme, donde una cerveza o un policía aguardan por sus alas.
De libro inedito Tres caídas
Guillermo Acuña González (Costa Rica, 1969). Sociólogo y escritor costarricense con posgrado en Comunicación Social. En la actualidad prepara su Tesis de doctorado en Ciencias Sociales, UNA, Costa Rica. Fue Profesor investigador de FLACSO Sede Académica Costa Rica en el periodo 2005-2011 y tuvo a su cargo la Dirección del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la Universidad Nacional en el periodo 2012-2017. Como escritor ha sido invitado a varios Festivales Internacionales y encuentros de literatura y Poesía a nivel Latinoamericano. Ha organizado eventos literarios relacionados con la migración, tales como encuentros, lecturas y talleres, a nivel regional centroamericano. Acompaña un espacio de escritura creativa denominado Taller del Sur, en la Universidad Nacional, Costa Rica. Cuenta con ocho poemarios publicaciones en Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala, un libro en cuento (Costa Rica) y unp de ensayos titulado Déjennos pasar. Migraciones y trashumancias en la región centroamericana, publicado en 2019 con Editorial Amargord, España. Por esta última publicación, en el año 2020 obtuvo en Costa Rica el Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en la rama de Ensayo.
Retornados
Me fui hace 15 años
volví por razones que no puedo explicar a través del lenguaje
no todavía.
Era un pendiente conmigo misma
y con mis hijos.
Volver.
Hubiese querido que fuese por otras razones
menos apremiantes
pero heme aquí
henos aquí.
Llegué al aeropuerto monseñor Romero
con una cantidad irrisoria de dinero
que se multiplica gracias al trabajo de este cerebro
y estas manos de uñas recién cortadas
para todo lo que la crianza impone.
Fructificar, pienso, mastico.
Fructificaré, lo sé.
Floreceremos.
Las primeras tardes que salí a caminar quería llorar
todo el tiempo.
No sé por qué.
Sí sé por qué.
«No vayas caminando, no andes en bus».
Máscaras.
Mascarillas.
Una mujer desconocida me habla en la parada como si
yo
ella
toda la vida.
He vuelto a casa.
He vuelto al cubil.
Me abraza y me duele todo.
¿Cómo nos dicen a los que volvemos del norte a El Salvador
después de tantos años?
Retornados.
Soy un fantasma de hace 15 años.
Pero me siento tan cómoda
como alguien que tenía mucha sed
y luego bebió.
Me gusta la música que ponen en la radio.
«No le cambie», quisiera decirle al chofer.
Pero solo guardo silencio.
Lauri Cristina García Dueñas (San Salvador, 1980). Escritora y periodista salvadoreña. Residió en México durante 15 años y acaba de volver a vivir en El Salvador. Maestra en Comunicación y Cultura por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus trabajos más recientes son el poemario Átavica memoria: Virginia (DPI, 2017) y las obras de teatro Mamífera (2018) y Del otro lado del cielo (2020), escritas para la compañía Matrioska de Acapulco. Tiene diez años de experiencia como docente y tallerista.
Desierto
Para los niños migrantes
LA OSAMENTA ES UNA PROLONGACIÓN DEL
DESIERTO
la cruz de hueso que se pierde en el exilio
En el desierto se muere con el nombre tatuado de todos los
hijos que quedan atrás
con la embarazada agonía de descubrirse incierto
con la lengua seca abrazando la saliva
En el desierto los muertos son una arena esparcida
duelen como una espina deslizándose en la carne
duelen como la tumba en la que nadie se persigna
Es que no es fácil ver la arena como un veneno suave
cuando el sol se vuelve una ruina sobre la espalda
cuando la garganta es un pájaro apagado
no es fácil con la esperanza de toda una familia
En el desierto se muere a los pies del nopal con el corazón
putrefacto
los cráneos ruedan como un tren perdido
las piernas son rieles mudos que no encuentran el camino
las vísceras son una cadena de flores de sangre
flores de muerto mostrando sus dientes
la lengua como un tajo de carne podrida se hace pesada
pesado también el andar ecuestre de todas las fronteras
de todas las carnes desgarradas en Tecún, Chiapas, Coahuila
En el desierto los muertos son un muro de huesos que se
quiebra
Un río de sangre que se seca en cada manotada
Una bandera tejida con todos los dedos de Centroamérica
En el desierto
sólo en la piedra el cerebro destila lo amargo de los sueños
sólo la piedra se apiada de la carne
sólo la piedra es el epitafio de todos los migrantes
Pánico escénico
Le dije a mi madre que descansara sus párpados
que el desconsuelo en vela no le vendría bien
Le dije a mi madre todo estará perfecto
Que dejara la atormentada culpa de sus sollozos
La persignación de todos los santos
–Enciendo el primer cigarrillo y los fantasmas inundan la casa–
Me dijo mi hermano que me viniera
Que la invocación del sueño cobraría sentido
Que me olvidara de la pobreza que engendramos en la infancia
De la cariada sonrisa de niños lombricientos
De la arrugada algarabía de meternos en deudas
Me dijo mi hermano: todo estará perfecto
A mi madre no la agobiará la edad artrítica de sus arrugas
Ni le temblará el pulso del beso de buenas noches
La recordada sonrisa sin dientes nos fortalecerá en la distancia
Le dije a mi madre antes de cruzar la puerta
No llore
le encargo el sueño de mis hijas
La desnuda caricia que les dejo en este beso de madrugada
La crucificada caricia que les daré en la distancia
Dígales que arrojen las olvidadas muñecas que parecen
burlarse de este entierro
de esta precaria ironía que nos duele en silencio
Me dijo mi hermano que me viniera
Me dijo mi hermano: todo estará bien
Y ahora tiemblo en mi primera actuación
Y ahora tiemblo en mi anémica desnudez
Y ahora tiemblo con los ojos cerrados
Tiemblo como el quejido atroz de un muerto y rezo: todo estará bien…
Me dijo el coyote: ¡bailá puta! es pánico escénico… todo estará bien…
Luis Borja (Ahuachapán, El Salvador, 1985). Poeta y profesor del Departamento de Letras de la Universidad de El Salvador. En 2014 obtuvo el Accésit del XXIV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma con su obra El Disparo. Cuentos del Barr(i)o, publicado en 2014 por la editorial Visor. Otros poemarios son Letrosis (2013), Pus (2014), La herida del poema (2015), Mi hombro es una lágrima (2016), Un labial para las muertas (2017) y UMIT (Ediciones Diputación de Salamanca, 2019). También realizó la antología Subterránea palabra (2016). Miembro fundador del Taller de poesía del Parque (Ahuachapán), en 2006 ganó el Certamen de Poesía Universitaria. Poemas suyos se han difundido en revistas de España y México, de igual forma en las antologías Invisible. Antología de poesía joven salvadoreña (Venezuela); Las puertas de la madrugada. Antología poética Cuba-El Salvador (El Salvador-Cuba) y En el nombre de hoy (Visor, 2015). Con UMIT (2019) se alzó con la VI edición del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador. Actualmente es director de la Editorial Universitaria de la Universidad de El Salvador.
Éxodos en el apocalipsis
Con su pasaporte de vidrio regresan los deportados.
Con las ganas de no quedarse
y salir otra vez antes que despunte el alba.
Porque en este país ya no amanece. Ya no más.
Nunca.
Cada uno de ellos regresa, a palos, a empujones,
Y recogen sus huellas del camino forzados a desandar lo andado;
a ser lágrima de un ojo abierto que no encontrará su arribo.
Regresan los deportados a recoger sus anhelos de la vereda:
Camino de sangre al que volverán tarde o temprano
(Porque quedarse aquí/ es no quedarse/
Y si los regresan otra vez –ellos afirman-: «solo muertos».
Y pasa y ocurre que los regresan con un brazo o una pierna menos;
esposados al cálido dolor de una tumba con el nombre de alguno de sus hijos.
Los verás, los habrás visto:
nómadas en la angustia.
De nuevo en esta cárcel donde se dejan las tripas por unos centavos;
de nuevo con la navaja encima,
con la mierda hasta el cuello.
Los verás, los habrás visto.
Largos páramos, turbulentos ríos de mujeres y hombres.
Los habrás visto: fantasmas en la tele.
Los verás, los habrás visto otra vez consultando mapas
con los ojos puestos en la fuga.
Todo esto mucho antes que despunte el alba.
Porque no. Nunca más.
Porque en este país ya no amanece.
Viajar en bolsa plástica
Madre:
la mañana te recuerda
que anocheció en mi frente,
que muy poco de mí ha quedado en las fotografías,
que mucho de vos se ha gastado entre las noticias y el papeleo.
Tan escaso ahora todo mi cariño
que no alcanza a descubrirte el retozo;
perdió asombro y altura
entre los alacranes y la hierba seca del desierto.
Extranjeros mis días que ya no son míos ni son días.
Son los peces que tienen por ojos lenguas de niños
y que un ángel, en sueños, puso sobre tu mesa la madrugada en que me fui.
Aquí se echa de menos
lo cálido que fue tu vientre.
«Regresaré,
serán doce meses,
a lo mucho un año y medio», te dije.
Pero no me escuchaste,
todas mis palabras eran el devastador paso de un tren que aullaba.
Las lágrimas que ya no pude entregarte,
seguro las lloraste vos.
«Regresaré», dije.
No pude llegar. Jamás lo hice.
Hoy abrí esta placenta de nuestra muerte.
Abrí este útero donde los hombres pusieron mis pedazos
y me catalogaron en los imperios de la ausencia.
Hacé que el viaje termine, madre.
Abrí la noche de mis ojos cerrados.
Reconoceme,
deciles que soy yo,
y llevame a casa.
Vladimir Amaya (San Salvador, 1985) Licenciado en Letras y profesor escalafonado de Educación Media. Ha publicado nueve poemarios y medio, entre los que se mencionan: Los ángeles anémicos (2010); Tufo (2014); Este quemarse de sangres entre lágrimas y excrementos (2017) y Pura guasa (2020). Ha publicado varias antologías de poesía y cuento salvadoreño, así como sus propios libros educativos de acuerdo a los programas de estudio del Ministerio de Educación, los cuales utiliza con sus alumnos. Fue director de la revista Cultura.
Caravana de sombras
Si el hombre es polvo
esos que andan por el llano
son hombres
Octavio Paz
Esos que marchan no son hombres, mujeres, niños o niñas.
Esos que marchan son sombras de hombres, mujeres, niños y niñas.
Sombras de lo olvidado.
Atrás han dejado sus cuerpos, sus famélicas vidas, sus hambres,
sus tierras.
Pero también han dejado atrás el oprobio, la bayoneta,
la inanición del silencio, el guante del sátrapa, la gran e inmensa nada.
Dejan atrás una cárcel de veinte mil kilómetros cuadrados.
Dejan atrás sus miedos
para lanzarse
al abismo de la duda
Esos que marchan ya no son hombres, mujeres, niños y niñas.
Esos que marchan son muertos,
pues perdieron sus vidas
en las honduras del hambre, del escarnio y del odio.
Fácil es para ellos cruzar fronteras
porque sabido es que las aduanas, los ríos, los muros y los alambres,
no son obstáculos para las sombras
y para los muertos.
Ellos nada tienen qué arriesgar,
porque todo lo han perdido.
Esos que marchan por las fronteras son sombras de hombres,
sombras del hambre y de la podredumbre
y por eso son inmortales,
porque sabido es que las sombras, que los muertos,
no necesitan más alimento
que unas breves migajas de esperanza
cada mañana.
Alfonso Fajardo (El Salvador, 1975). Miembro fundador del Taller Literario TALEGA en 1993, una de las agrupaciones literarias más importantes de la década de los noventa y principios del nuevo siglo. Tiene más de una docena de premios nacionales; además, tiene el título de Gran Maestre, rama Poesía (2000), otorgado por la extinta CONCULTURA, hoy Ministerio de Cultura, por haber obtenido tres primeros lugares nacionales en poesía. Además, tiene los premios internacionales: LXV Premio Hispanoamericano de Poesía, Juegos Florales de la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala (2002); y Mención de Honor en el Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán, rama poesía (2005). Tiene publicados los libros Novísima antología (Mazatli, 1999); La danza de los días (Editorial Lis, 2001); Los fusibles fosforescentes (Editorial Cultura, Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala, 2002), Dirección de Publicaciones e Impresos, 2013); Negro (Laberinto Editorial, 2014); y A cada quien su infierno (Índole Editores, 2016). Fue seleccionador del libro Lunáticos, poetas noventeros de la posguerra que recoge a la generación de poetas jóvenes de los años noventa (Índole Editores, 2012). Por otra parte, aparece en varias antologías, tanto nacionales como internacionales, entre ellas: Alba de Otro Milenio, antología de poetas jóvenes de El Salvador, compilado por Ricardo Lindo (CONCULTURA, 2000); antología de los ganadores de los Juegos Florales de Quetzaltenango (Editorial Cultura, Guatemala, 2002); Memoria del Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2003; Trilces trópicos, poesía emergente en Nicaragua y El Salvador (Editorial La Garúa, Barcelona, España, 2006); Cruce de poesía, Nicaragua-El Salvador (Editorial 400 Elefantes, Nicaragua, 2006); Segundo índice de la poesía salvadoreña (Vladimir Amaya, compilador, Índole Editores-Kalina, 2014); y en otras antologías latinoamericanas e hispanoamericanas, como Chamote, Argentina (2015); Revista Gramma, muestra de poesía latinoamericana contemporánea, Argentina (2015); Voces de América Latina (New York, 2017), y otras. Ha participado en varios festivales internacionales de poesía como el Festival Internacional de Poesía de Medellín, el Festival Internacional de Poesía de Granada y otros. Además, es columnista, abogado, con Maestría en Derecho de Empresa, y Árbitro en Derecho nombrado por la Cámara de Comercio e Industria.
VII
A Chencho
y al niño de la San Polvo
Con 17 años escuché el grito de la Bestia.
Solo uno del grupo se logró colgar de su columna de hierro.
Con el borracho
que llevaba de compañero,
nos quedamos llorando sobre los rieles de Oaxaca,
no teníamos ni un peso,
y más allá de Tijuana,
la voz detrás del teléfono decía
—con rabia—
que vivía bajo las enaguas de mamá.
El llanto me envenenó la noche.
En sentido contrario,
nos colamos en un vagón a Chiapas.
Era mi primer viaje en tren.
De Tecún Umán a Soyapango,
mi pulgar derecho pagó el pasaje.
Llegué a casa el 11 de julio,
un par de horas antes del eclipse.
La noche del mediodía me susurró un secreto,
y unos días después,
el Macizo me dijo que el camino estaba hecho,
pero igual,
me tocaría sufrir.
Así,
13 años después,
por la ventanilla del primer avión en el que volaba,
no dejé de ver el recorrido que no pude caminar.
El 5 de junio,
Chencho me invitó a subir al autobús que nos llevaría al coliseo de su despedida.
El auto era una noche plena de estrellas:
el Mago, la Chelona, Misa, el Papo, Toto, el Zarco.
Seguí el pasillo hasta el final,
y me encontré con mi inspiración de niño,
el Brody,
y yo no me creía nada.
En el asiento contiguo estaba Hermosillo,
y esa tarde,
cuando Cienfuegos se despidió llorando,
yo también lloré con él.
William Alfaro (San Salvador, 1973). Escritor, periodista y productor de radio y televisión. Autor de los libros: Proclive (2007); Omisible (2017), Sal (2016); Inmaculado (2017); Amargura (2016). También ha publicado las plaquettes Déjà vu (2001), y Ciudad amenazada (2004). Es compilador de Vuelo de águilas (2017), antología poética de la Universidad Tecnológica de El Salvador. Aún no resucita.
El gran despecho
País mío no existes
solo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
Antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de ti
Ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios
Soy pues un diosecillo a tu costa
(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex patria)
Roque Dalton (1935-1975). Uno de los poetas más reconocidos de El Salvador y el continente. Fundó el Círculo Literario Universitario, ganó el Casa de las Américas, en 1969, con uno de sus libros más celebrados: Taberna y otros lugares. Publicó La ventana en el rostro (1961); El turno del ofendido (1963); El mar (1964); Las historias prohibidas de pulgarcito (1975), entre otros.
En 1975 fue asesinado por una camarilla de la misma organización guerrillera a la que pertenecía. El paradero de sus restos es desconocido y su crimen sigue impune.
Leer EDITORIAL SOBRE MIGRACIÓN
Leer artículos de OPINIÓN sobre el tema.
Estoy conmovida de los textos que acabo de leer…
Hermosos, profundos
Deagarradores y tiernos tambien …
Me encantaria que me sigan enviandp textos. Leerlos y conocerlos a ustedes tambien!
Yo tmbien escribo y me gustaria enviarles algo!
Gracias.
Hoy he descubierto leyendolos que debo seguir eacribiendo.
No cambian el mundo las letras pero si la forma de sentirlo, vivirlo y recrearlo.
🌹
[…] el recién lanzado proyecto editorial virtual El escarabajo publicó un número especial titulado «Vámonos patria a migrar, yo te acompaño», incluyendo una selección poética producida desde la región sobre el tema. El nombre de la […]
Hay tanto dolor y esperanza en el viaje insomne de los migrantes… Uno no puede sino sentarse frente a ellos y alcanzar un vaso de vida porque de eso se trata de dar vida a aquellos que siguen luchando por ella, vida en palabras, en abrazos, en un soy tu amigo por un día y para siempre como los niños de los parques, que sin conocerse se conocen e intercambian juegos y caramelos, sonrisas también. Atte Luis Manuel Cuevas Quintero