Luis Borja, de peso ligero a semipesado

El peso de Luis Borja en las letras salvadoreñas

Texto leído en el Homenaje a Luis Borja de la Maestría en Estudios Culturales, Universidad de El Salvador. Borja practicó el boxeo, escribió en su cuenta de Facebook: «En mi adolescencia tuve dos salvavidas: el boxeo y la poesía. Una me dejó la nariz fracturada; la otra el corazón roto»

Alfonso Fajardo | Poeta y abogado | @AlfonsoFajardoC

Si tuviera que usar una analogía para describir la obra de Luis Borja yo usaría el boxeo. Estoy seguro que a Borja, boxeador en su adolescencia, le hubiese gustado. Él mismo en un post de Facebook confesaba: «En mi adolescencia tuve dos salvavidas: el boxeo y la poesía. Una me dejó la nariz fracturada; la otra el corazón roto». En el mundo del boxeo los pugilistas suelen moverse de categoría de acuerdo a sus necesidades o debido a la evolución de sus cuerpos. La poesía de Luis ha tenido esa fluctuación pues en un periodo relativamente corto su poesía evolucionó de un realismo sucio afincado en el malditismo, a una poesía social donde las preocupaciones las constituyen la violencia social, nuestras raíces ancestrales y, más recientemente, el autoritarismo y el totalitarismo.

En libros como Pus y Mi hombro es una lágrima, la poesía de Borja se basa en la construcción de personajes, casi todos del bajo mundo, y allí vemos al mendigo, a la prostituta, al alcohólico. En sus inicios también la metapoesía y el amor y la desolación son temas recurrentes, como suele ser en muchos poetas jóvenes que se dejan deslumbrar por el hecho mismo de la escritura. Metapoesía, desamor, y los personajes del bajo mundo inundan buena parte de su obra. Sin embargo, como buen pugilista, sus angustias y agobios —palabra ésta muy utilizada en su discurso poético— pasan a otras categorías, como el caso del libro El disparo: cuentos del barr[i]o, donde además de describir a personajes del bajo mundo, profundiza en la relación de la violencia social de las pandillas mediante un discurso ocurrente y tempestuoso. Luego, Borja gana peso y con el libro Umit, se dedica a hacer un recorrido sobre nuestras raíces ancestrales, una faceta que no se le conocía a Borja hasta que con dicho libro ganó el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador. Las últimas preocupaciones de Luis a nivel poético, es decir el nuevo cambio de categoría pugilística, fue la relación del poder con el ciudadano, reflejo de un año y medio de un gobierno salvadoreño cuyas formas se asimilan a cualquier dictadura en ciernes, desconocemos si Borja tenía ya un libro completo dentro de esta nueva temática dentro de su obra, pero lo cierto es que en sus redes sociales había estado publicando muchos poemas bajo esta temática. De hecho, su última publicación en vida fue en la antología Dictadura vintage, del poeta William Alfaro, selección que es una muestra de algunos poetas cuyas preocupaciones se afincan en esta nueva realidad salvadoreña.

Selección de Boxeo de Ahuachapán (1999-2005). De izquierda a derecha: Nelson Cipriano, Benjamín Zepeda, Luis Borja, el Chele Tadeo, el patrocinador, Marco Aurelio Pinto (entrenador), Omar Mejía, Diego, Eduardo el Flipper.

Como puede observarse, las preocupaciones de Borja eran variadas. Pero no solo a través de sus temáticas cambiaba de categoría, también el discurso ganaba, poco a poco, más sustancia y concentración, dejando atrás todo ese realismo sucio y ese malditisimo propio de los jóvenes poetas que se creen Rimbaud, Baudelaire o Panero. Bajo esta perspectiva Luis Borja estaba llegando a un punto incipiente de madurez poética a sus 35 años, madurez interrumpida por su también precoz muerte. La poesía de Borja se inscribe dentro de la larga tradición de la poesía conversacional, me consta que su máximo referente en la poesía salvadoreña era Roque Dalton, y dentro de este tipo de poesía su obra destaca por no caer en el facilismo de la urgencia y por entregar, desde esta tradición de las vanguardias, una poesía equilibrada entre el lenguaje coloquial y el lirismo, de tal manera que no podemos afirmar que su obra ya hubiese alcanzado la madurez total, pues en realidad apenas estaba iniciando la etapa en la que se es más concreto y a la vez más profundo, la etapa en la que se dice mucho con poco, la etapa en la que se desnuda a la palabra de su falso oropel para que solo quede el silencio. Sin embargo, con apenas 35 años Luis ya había oscilado en varias categorías y había ganado peso, convirtiéndose en uno de los mejores poetas de su generación, libra por libra, libro por libro, palabra por palabra.

A Borja le preocupaba el estancamiento, siempre estaba probándose a sí mismo que podía ser mejor poeta, por eso participaba en certámenes o premios literarios. Preguntaba, sin temor a que su susceptibilidad fuera dañada, qué le parecía a la gente su poesía, él solo tomaba nota y, en el silencio y acompañado de la soledad, como disciplinado pugilista, entrenaba y trataba de mejorar. Luis deja dos buenos libros, una antología de poesía que pretende ser nexo entre la generación de los 90 y su propia generación de poetas marginados y alejados del canon (Subterránea palabra) y muchos artículos y ensayos que seguramente iremos descubriendo en el tiempo, además de su poesía inédita que deberá resguardarse para su posterior publicación.

Ahora el poeta Luis Borja ha colgado los guantes, pero quedan en las vitrinas de la poesía salvadoreña todos los cinturones que ganó en todos los cuadriláteros a los que subió, en todos los bajos mundos en los que pernoctó. Creo que así le gustaría que lo recordáramos, como el gran pugilista que poco a poco depuró su técnica hasta lograr grandes nockouts.

2 Comments

  1. Intensa reseña de vida la que has escrito, Alfonso. Desconocía que Luis tuvo entrenamiento de boxeador. Ese hecho da un enorme punto referencial para entender la respiración de sus poemas. Gracias, y muy dolido aún por la partida prematura de nuestro gran poeta y amigo.

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