Este texto es un retrato de la amistad entre Tony Peña, poeta y docente universitario, y Luis Borja. Pero también es un retrato del poeta, del editor, del académico, de sus inquietudes. Dice Peña: «Su poética la enclavó entre esa obsesión por la muerte y la presencia de lugares sórdidos, lúgubres, el lumpen, bajo mundo y un leve asomo de malditismo»
Tony Peña | Poeta y docente universitario
A Luis Borja. In Memoriam.
El tiempo inexorable, paradójicamente, se detiene con los recuerdos. El tiempo pasa, sí, ya han pasado quince años cuando conocí a Luis Borja, era un muchacho flaco, con una melena a lo Jim Morrison, poeta también, uno de sus cantautores favoritos; quizá con sus dieciocho años al hombro o metidos en su inseparable morral verde, amarillo y rojo.
Antes lo vi en la acera exterior de la Facultad, frente a la parada de buses, con su venta de artesanías. Había que trabajar porque el Manolín, su primogénito, venía en camino; después, en un pequeño espacio del Aula de Letras, como se conoce en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente en Santa Ana, ciudad a sesenta y cinco kilómetros de la capital salvadoreña. Luis se había convertido en mi alumno, en discípulo, en pupilo, de algún modo… Recuerdo las cátedras de Historia de las Ideas Estéticas y Literatura Contemporánea.
La etapa de esa relación docente-alumno desapareció de inmediato; en tanto que traspasamos esa línea imaginaria para cabalgar a galope la llanura de la amistad; esas amistades donde la hermandad asoma con los brazos extendidos en el abrazo filial.
Borja fue el alumno más aventajado de su generación, muy disciplinado, acucioso, diligente, responsable; tanto que, hace dos años aproximadamente, se convirtió en mi compañero de trabajo, como producto de un Concurso de Oposición que lo llevó a agenciarse una plaza de Profesor Universitario en la Universidad de El Salvador, eso dice mucho de su disciplina, hasta ahí llegaba la calidad de académico que fue.
La amistad con Luis fue fraterna y filial. Como esas pocas amistades que existen en este mundo lleno de hipocresías y malas vibras… ¿Por qué? Bien pude felicitarle, aconsejarle, sugerirle, regañarlo y hasta putearlo… Siempre fue respetuoso, me escuchaba, fue obediente conmigo.
En la U hicimos tantas cosas, tantos proyectos, tantas actividades. Desde un pequeño homenaje, pasando por la gestión cultural, hasta editar y publicar libros y embellecer la Facultad con al menos diez estupendos murales que son testigos del arduo esfuerzo que hicimos juntos, solo con el afán de que la cultura y el arte fueran parte del desarrollo de nuestra universidad.
Decir, con mucha humildad, que nuestra hermandad pasó por esas pequeñas cosas que hacen grande una amistad o al compañerismo o a la camaradería. Podríamos comer algo en un buen restaurante, pero también, ir a cenar a un cafetín a las afueras de la Facultad, comer en la calle, sentados en una acera o ir a nuestras casas a freír un par de huevos revueltos con cebolla, chile y tomate. Tomar un café en cualquier parte donde lo hubiese, y por supuesto, no podrían faltar un par de cervezas bien frías de vez en cuando; terminando, algunas veces, en unas vergueras de padre y señor mío; canto y música eran los aderezos de semejantes merluzas.
Cuando veía a Borja realizando su trabajo con sus alumnos siempre me dije, y se lo dije, que veía en él a mi sustituto, el que garantizaría expandir el trabajo que yo realizaba; es decir, Luis lo iba a continuar, cuando yo ya no estuviera presente en estas latitudes terrenales, observaba en sus actividades pedagógicas algo que ya había realizado con antelación. Sin vanas adulaciones miserables, pienso que influencié al Borja, irradié ese deseo de hacer cosas distintas y bien hechas. Me entristece de sobremanera porque, creo, que ese trabajo ya no se continuará debido a su ausencia, a su partida física… Pensé que mi «legado» sería continuado por ese bicho cabrón, a quien estimé mucho, como hermano menor o como hijo.
Disfrutamos los triunfos, pero también sufrimos los fracaso y los desamores ante los que sucumbimos más de una vez… Estuve ahí, escuchándolo, orientándolo… ¡¡Y luego terminábamos poniéndonos bien a verga!!
Y qué decir de las casi diez ocasiones en la Antigua Guatemala, con nuestros compañeros estudiantes. Esos viajes fueron incomparables, entre sí, la compartidera fuera de nuestro país, fuera de nuestra ciudad. Desde Ataco pasando por San Salvador, llegando a San Miguel hasta llegar a Perquín… Esas ciudades son testigas de nuestras andadas.
Honduras y su Atlántico, Tegu y Sula nos vieron en dos ocasiones compartiendo amistades, compartiendo poesía y cerveza.
Su agradecimiento al Señor de Esquipulas en Guatemala, en ocasión de haber obtenido su trabajo permanente, fuimos, como peregrinos, velitas en mano, a santiguarnos frente a ese ícono negro crucificado… Imagínense qué pudo haber dicho frente a esos tres sacrílegos agradecidos por su santa misericordia. ¡¡Éramos unos desquiciados, unos locos cuerdos!! El William Morales podría dar fe y firmar.
Sus premios en España los festejamos dignamente, con dos cholas a la par, dos Regias con maní japonés porque no había para más.
Ese viaje a Salamanca —y por casualidad— a Barcelona, Zaragoza y Madrid, fuimos invitados por el poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, al XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que en cuyo acto inaugural le entregaron a Borja el Premio Pilar Fernández Labrador. Tal evento fue para mí una premonición, fue algo soñado: por el Premio y el viaje. Digo premonición, porque en más de una ocasión dijimos, ya bien tocados: «Podemos morir en paz».
Al saber que viajaríamos a leer poesía a Salamanca, Ciudad de Cultura y Saberes como la conocen en la península Ibérica, discutimos la posibilidad de hurtarnos un día del Encuentro para ir por una selfie a Barcelona, era una idea que debíamos concretar. Como algo inexplicable, recibimos una llamada del Consulado de El Salvador en Barcelona y de la ONG Huacal, nos estaban invitando a una lectura en la Ciudad Condal. Leímos en la Pata Peinada, un enclave latinoamericano, una librería de solo escritores latinoamericanos en el Barrio el Raval. Compartimos con el poeta catalán Alex Madueño y la poeta hondureña Cynthia Maldonado. Nuestra estadía en esas tierras catalanas fue gracias a la hospitalidad del historiador salvadoreño Carlos Cañas Dinarte, guía y anfitrión. ¡¡Imaginen nuestra alegría!! La selfie en el Campo Nuevo fue posible.
Pajareando en Las Ramblas, me escribe Verónica Jaime, una amiga muy querida. Nos invitaba a compartir con ella una par de días en Madrid, la poeta tica Macarena Barahona Riera nos acompañó. El Luis y yo felices de la vida y la poesía.
En cada texto, el quehacer literario de Luis siempre me sorprendió. Podría afirmar, sin vanagloria alguna, que soy uno de sus amigos que posee la mayoría de sus libros, desde Letrosis, El disparo: cuentos del barr(i)o, Pus, Mi hombro es una lágrima, Porno (antología), Subterránea palabra (antología poética de varios autores), hasta UMIT, su último libro publicado.
Su quehacer editorial cuenta con las publicaciones: La llaga desnuda, Feos y malos (ambos títulos de Erick Tomasino); Los secretos del jade (Héctor Moisés Escobar, poeta chalchuapaneco); Quimérica poemia, y Sangradas escrituras, este último empezamos y quedó inconcluso. Casi todos esos libros aparecieron bajo el sello de THC EDITORES y FURTIVA EDITORES.
Su poética la enclavó entre esa obsesión por la muerte y la presencia de lugares sórdidos, lúgubres, el lumpen, bajo mundo y un leve asomo de malditismo; no por gusto su poesía está influenciada por Leopoldo María Panero, ese poeta madrileño que afirmó: «Seré un monstruo, pero no estoy loco».
Les dejo esta dedicatoria de Luis, la escribió en un ejemplar de El disparo: «Tony, te dejo este disparo como producto de una sociedad que nos pudre. Algo tenemos que hacer para salvarla. Quizá la Revolución sea solo por la cultura. Claro, esa es la única salida. Mi abrazo, broder. Atte. Luis Borja. 24/Nov/2016».
Ve en paz, amigo, compañero, camarada, hermano, hijo… Vuela alto, leve, despacio como si el tiempo no existiera, vos ya volás con libertad, sos libre, sos sangre, sos hueso, sos tierra, sos manantial… Sos el disparo que te salvará del olvido.
Desde algún lugar de Santa Ana, El Salvador.
Marzo/07/2021.
Excelente camarada Tony Peña, me ha conmovido en gran manera estas letras tuyas, para homenajear a nuestro querido amigo de siempre, el Luis, yo aun le lloro, como un hermano que fue para mí en las letras y en las andanzas de esta corta vida¡¡¡
Muchas gracias, Mizael. Abrazo!
Me da mucho gusto leer esas líneas que no dudo han salido de lo más profundo del corazón de Tony mis felicitaciones no cabe duda que fueron los mejores amigos y hermanos cómplices de muchas aventuras para mí fue un gusto haberle conocido a el gran Borja
Muy amable! Saludos.
En una sola palabra el texto se resume: AMISTAD. Te felicito Tony y comparto contigo el sentimiento filial.
Muy agradecido! Abrazo.
Tony, querido. Por momentos me vienen a la memoria los recuerdos de aquel día en la librería Lata peinada en el Raval, Barcelona. Una tarde- noche mágica, en la que disfrutamos de las letras que Luis con gran amor por sus raices nos compartió, yo ese día sentí que Luis en cada poema nos dejaba un pedazo de su amado país, El Salvador.
Mi abrazo fraterno, querido Tony.
Muchísimas gracias, querida Cinrhya. Abrazo!
Profundas palabras, es el retrato escrito de la hermandad, estoy segura que cada letra es una lágrima.
*Fe de Errata:Leopoldo María Panero.